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Junio 09, 2019 21:54 hrs.

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Lunes 10 De Junio 2019

La Palabra de Dios


Primera lectura
2 Cor1, 1-7
Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Timoteo, hermano nuestro, deseamos a la Iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los cristianos que viven en la provincia de Acaya, la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre lleno de misericordia y Dios que siempre consuela. Él es quien nos conforta en nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos también confortar con la misma fuerza que recibimos de Dios, a los que se encuentran atribulados.

Porque así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así, por medio de Cristo, recibimos también un gran consuelo. Por eso, si sufrimos, es para consuelo y salvación de ustedes; si somos consolados, es también para consuelo de ustedes, para que puedan soportar con paciencia los mismos sufrimientos que nosotros soportamos.

Tenemos, pues, una firme esperanza en ustedes, porque sabemos que, así como ustedes son nuestros compañeros en el sufrimiento, también lo serán en el consuelo.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R. (9a) Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todas horas,
no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor,
que se alegre su pueblo al escucharlo.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Proclamemos la grandeza del Señor
y alabemos todos juntos su poder.
Cuando acudí al Señor, me hizo caso
y me libró de todas mis temores.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Confía en el Señor y salarás de gusto.
Jamás te sentirás decepcionado,
porque el Señor escucha el clamor de los pobres
y los libra de todas sus angustias.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Junto a aquellos que temen al Señor
el ángel del Señor acampa y los protege.
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Dichoso el hombre que se refugia en él.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Mt 5, 12
R. Aleluya, aleluya.
Alégrense y salten de contento,
porque su premio será grande en los cielos.
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 5, 1-12
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, habándoles así:

"Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran,
porque serán consolados.
Dichosos los sufridos,
porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón,
porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque se les llamará hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes".
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión del Evangelio de hoy
Todos perseveraban en la oración con María
La Iglesia hace memoria hoy de la Virgen María, bajo la advocación de Madre de la Iglesia. Así la declaraba San Pablo VI al final del Concilio Vaticano II. Sin embargo, ha sido el Papa Francisco quien ha querido que el lunes siguiente a Pentecostés se celebre esta memoria obligatoria en toda la Iglesia. Por eso, en las lecturas de este día María tiene un relieve especial. Su presencia es discreta, como es toda su presencia en el evangelio. Se la cita como de pasada, pero tiene contenido suficiente para ayudarnos a reflexionar sobre la presencia de María en la Iglesia y en nuestra vida de cristianos.

La primera lectura nos recuerda cómo la comunidad cristiana primitiva va tomando forma alimentada en la celebración del pan, la escucha de la Palabra y la oración. En esa comunidad está presente María. Es una más en el grupo, pero su estar en el grupo es un elemento alentador. ¿Quién puede hacer más viva la presencia de Jesús si no es su Madre? Por eso es significativa esa sencilla alusión a que en el grupo está María compartiendo la oración con todos los demás.

¿Se puede vivir cristianamente sin la presencia de María? No lo sé, pero es claro que si alguien puede conducirnos y acompañarnos a Jesús es, sin duda, su Madre. Ella que sigue estando en la Iglesia animando y alentando el caminar de sus hijos; ella conoce muy bien la senda que conduce a Jesús y, seguro, se presta a realizar esta labor con todos sus hijos.

Ahí tienes a tu hijo
El Evangelio de hoy acentúa la condición de María Madre, al recordar las palabras de Jesús en su agonía: ’Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Es curioso que Jesús no dice ahí tienes a Juan. El discípulo amado ha adquirido la condición de hijo y en él nos ha incluido a todos. Esas palabras, ’ahí tienes a tu hijo’ son sorprendentes. María no tiene otro hijo que Jesús y, sin embargo, es como si Juan se convirtiera por las palabras de Jesús en hijo. Al dirigirse a su madre y decirle ’ahí tienes a tu hijo’, es como si la condición de María, como madre, se ampliara y acogiera en Juan a todos los hombres. Y ahí está la Iglesia, asamblea de creyentes, de la que ella se convierte en Madre.

El discípulo la recibió en su casa
Juan nos representa a todos y acogiendo a María en su casa cumple el deseo de Jesús. En este mundo donde prevalece la orfandad espiritual es bueno recordar que fuimos entregados a María, como hijos, en la figura de Juan. Contamos con ella. Hoy la invocamos como Madre de la Iglesia queriendo señalar que, como toda buena madre, alienta, cuida y acompaña a los seguidores de su Hijo. Es bueno para todos escuchar con el corazón las palabras de Jesús: ’Ahí tienes a tu madre’. Es una invitación que se extiende a todos los creyentes. ¿Cuál ha de ser nuestra respuesta a esa propuesta de Jesús? La misma de Juan: recibirla en nuestra casa, hacerla parte de nuestra familia, incorporarla a nuestra vida cristiana, no como elemento decorativo inerte, sino como miembro vivo que quiere ayudarnos a vivir fielmente el seguimiento de Jesús. Hemos de ser conscientes de que es la recomendación que nos hace Jesús. Además de valorarlo, hemos de sentirlo y hacerlo realidad todos los días.

El Papa Francisco hace una descripción muy gráfica del papel de María con estas palabras: ’En el Gólgota no retrocedió ante el dolor, sino que permaneció ante la cruz de Jesús y, por su voluntad, se convirtió en Madre de la Iglesia; después de la Resurrección, animó a los Apóstoles reunidos en el cenáculo en espera del Espíritu Santo, que los transformó en heraldos valientes del Evangelio. A lo largo de su vida, María ha realizado lo que se pide a la Iglesia: hacer memoria perenne de Cristo. En su fe, vemos cómo abrir la puerta de nuestro corazón para obedecer a Dios; en su abnegación, descubrimos cuánto debemos estar atentos a las necesidades de los demás; en sus lágrimas, encontramos la fuerza para consolar a cuantos sufren. En cada uno de estos momentos, María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas.
Fray Salustiano Mateos Gómara
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

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’ El discípulo la recibió en su casa ’

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