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Octubre 27, 2025 22:59 hrs.
Salvador García Juárez › tabloiderevista.com
Periodismo ›
Violencia y Anarquía
• Instrucciones criminales desde el poder
La marcha conmemorativa del 2 de octubre en la Ciudad de México reunió a más de 10 mil personas, Sin embargo, fue ensombrecida por actos vandálicos atribuidos al grupo autodenominado Bloque Negro, cuyos integrantes agredieron brutalmente a elementos de la secretaria de Seguridad Ciudadana, dejando un saldo de 94 policías lesionados, tres de ellos en estado grave.
Además, se registraron ataques a periodistas y el saqueo de 24 joyerías, causando pérdidas estimadas en 50 millones de pesos. A esto se suman las pérdidas de ventas no realizadas en 3,442 negocios cerrados al paso de los manifestantes, así como los daños ocasionados a la infraestructura urbana y mobiliario público. En conjunto las pérdidas superan los 300 millones de pesos.
Tras los hechos, la jefa de Gobierno, Clara Brugada, declaró: ’A diferencia de 1968, en la Ciudad de México la policía no reprime, sino que construye paz’. Y agregó: ’Qué bueno que la policía no sea una institución represora’. Asimismo, los voceros oficiales insistieron que se trató de una provocación y que el gobierno no cayó en el juego’, buscando evitar la imagen de un Estado autoritario.
Que fácil resulta para la mandataria capitalina desde la comodidad de sus oficinas -con aire acondicionado y un aromático café en mano-, seguir los hechos a través del sistema de circuito cerrado de televisión, para luego decirse satisfecha del curso que tomó el desarrollo de la marcha, y aplaudir la ’no represión’, como si la jornada hubiese sido un paseo dominical.
Mientras tanto, en la calle, donde ardieron los cuerpos y los comercios, donde se rompieron huesos y se sembró el miedo, lo que se vivió fue otra cosa: la rendición del Estado a ejercer su deber de salvaguardar y proteger a los ciudadanos y sus bienes.
Más grave aún, es el mensaje que se envía a los comerciantes y ciudadanos aterrorizados: se apaleó de manera brutal y se quemó a los representantes del orden -policías preventivos, auxiliares y policía bancarios- que deberían protegerlos.
Si usted le prende fuego a un policía, va a la cárcel, Si usted lesiona al mismo policía con un mazo, o un hacha, también va a la cárcel. En los hechos esto fue lo que sucedió. Lo más alarmante es que no hubo detenciones ni castigo para quienes protagonizaron este nivel de violencia en contra de los elementos de seguridad.
Violencia y Anarquía
¿Puede este gobierno sentirse orgulloso de haber convertido una vez más a nuestra policía capitalina en el ’payaso de las cachetadas’ sumiendo a la Ciudad en violencia y anarquía, solo para evitar ser llamado represor? ¡Válgame, Dios!
Las autoridades están para defender a los ciudadanos, y con qué frecuencia olvidamos que los policías también son ciudadanos, obligados por sus superiores a enfrentarse desarmados a una turba violenta, siendo literalmente lanzados al sacrificio. Como en el circo romano, donde los cristianos eran entregados a los leones hambrientos, disfrazando la crueldad de entretenimiento popular.
La respuesta mediática de Clara Brugada y César Cravioto Romero, jefa capitalina y secretario de Gobierno, fue en el sentido de celebrar no ’haber caído en la provocación’ como si se tratara de una victoria moral. Pero ¿qué victoria moral puede haber cuando casi un centenar de policías -hombres y mujeres- resultaron lastimados? Muchos de ellos con lesiones y quemaduras graves tras la cantidad de petardos y bombas molotov, que la turba de encapuchados les lanzaron -durante hora y media- con la intención de lastimarlos. Luego vino un segundo ataque con tubos, hachas, mazos, picos, palas y piedras de estos malditos cobardes que actuaron con total saña y descontrol.
Instrucciones criminales desde el poder
’No repeler la agresión’, ’aguantar hasta el final’, ’resistir sin caer en provocaciones’: estas fueron las instrucciones giradas desde el gobierno central a los mandos operativos de la secretaria de Seguridad Ciudadana. Y faltaba una más: ’no detener a ninguno de ellos’.
Con los rostros ensangrentados, con los escudos rotos, con los cuerpos quemados se quiso convertir a los policías en héroes. Pero no hay heroísmo en la negligencia institucional. Si se sabía que los integrantes del Bloque Negro actúan con brutal violencia, ¿por qué a todos los elementos de seguridad?: preventivos, auxiliares y policía bancaria, ¿se les obligó a enfrentar a estos criminales sin herramientas de contención, sin protocolos eficaces, sin una estrategia que protegiera tanto a los manifestantes pacíficos, como a los servidores públicos y ciudadanos? La respuesta es tan cínica como peligrosa: ¡Solo para que al gobierno de Clara Brugada no lo acusaran de represor! ¡Hazme el fabron cabor!
Evitar la represión no significa tolerar la barbarie
Lesiones, robo con violencia, daño en propiedad ajena, tentativa de homicidio: los actos del Bloque Negro no fueron protesta legítima, sino delitos graves. La omisión de las autoridades no es prudencia, es abandono del deber. Y convertir esa omisión en motivo de celebración, es una afrenta a la justicia.
Preservar el Estado de Derecho no implica pasividad ante la violencia, ni tolerar la barbarie como lo hizo el gobierno de Brugada. Implica actuar con firmeza, legalidad y proporcionalidad para proteger a todos los ciudadanos, comerciantes, periodistas… y también policías.
El Estado tiene mecanismos para contener sin reprimir: uso legítimo de la fuerza, detención legal, identificación de responsables, investigación penal. Y para vergüenza de los estrategas en seguridad de la capital, todo esto estuvo ausente en la respuesta del gobierno de la llamada ’Esperanza’.
¿Quién mece la cuna?
Humberto Morgan Colón, vicepresidente del Observatorio Ciudadano señala que, según reportes de inteligencia federal y local, los integrantes del Bloque Negro surgen en México durante las protestas contra la toma de posesión de Enrique Peña Nieto. Afirma que está integrado por grupos radicales provenientes principalmente de la UNAM, y de la UAM, e incluso se reúnen en el auditorio Justo Sierra de la máxima casa de estudios. Algunos de sus miembros tienen expedientes integrados en materia penal, y otras carpetas de investigación abiertas.
Desde 2012, año de posesión del gobierno de Enrique Peña Nieto, el Bloque Negro hizo su aparición en escena. Sin embargo, desde el inicio del gobierno de López Obrador, su impunidad se volvió sospechosa. Participan en marchas feministas, protestas anticapitalistas y contra la gentrificación, convirtiéndose en parte del folklore de la protesta social mexicana, pero siempre identificados por la vestimenta negra, el ocultamiento de su rostro mediante pasamontañas o capuchas, y el nivel extremo de violencia con que actúan.
Si ya han dañado a mucha gente y los servicios de inteligencia del gobierno local y federal saben quiénes son y como se organizan ¿Por qué no se actúa en contra de ellos?
Se presume que están protegidos por grupos radicales del partido en el poder, a quienes conviene mantener vivo este movimiento. Y si las autoridades insisten en desconocerlos, esa versión resulta poco creíble y falta a la verdad. Hay poder, dinero, y protección política detrás de sus integrantes, porque es evidente que solos no se mandan. Y ahora también han hecho acto de presencia en universidades, con movimientos desestabilizadores.
Por esto, resulta imperante detener a estos criminales que ponen en peligro no solo el patrimonio de los comerciantes, sino la vida de todas y todos aquellos que se atraviesan en su camino, ya que como han evidenciado, no les importa dañar seres humanos.
No fueron detectados
La Ciudad de México presume contar más de 113 mil cámaras de videovigilancia activas conectadas al Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5), distribuidas en las 16 alcaldías, en espacios públicos, avenidas, escuelas, unidades habitacionales, estaciones del Metro y zonas de alta afluencia. Supera en número de cámaras a ciudades como Nueva York, Chicago y Río de Janeiro, y sin embargo, fue testigo de una irrupción que desafía toda lógica institucional. Se ingresaron al corazón de la capital mazos, palas, picos, garrotes, tambos con gasolina, botellas y herramientas para cortar candados ¿Sin que ninguna autoridad se percatara?
El gobierno local de Morena, lejos de contener el avance, permitió el acceso. Además, ¿es posible que en la ciudad más vigilada del país y de toda Latinoamérica aún no se sepa quiénes son sus principales integrantes? ¡Resulta inverosímil y hasta estúpido creer algo así!
Hoy, la urgencia no admite matices: es tiempo de que los protocolos cambien frente a estos hechos delictivos. Si no se les detiene, la próxima vez ya no serán trescientos, sino quinientos, o tal vez más de mil, y arrasarán con todo. Lo menos que puede esperarse es una respuesta firme, una investigación profunda, un castigo ejemplar. Pero para ello se requiere algo más que indignación: se necesita voluntad política para erradicar al Bloque Negro, que ha convertido la violencia en estandarte. De no suceder esto, quedará claro que este 2 de octubre no fue una conmemoración. Fue una rendición del Estado.
Si no, al tiempo…
* Presidente del Consejo Nacional de Defensa a la Ciudadanía A.C.
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