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Agosto 16, 2019 20:44 hrs.

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Sábado 17 De Agosto 2019

LA PALABRA DE DIOS

Primera lectura

Jos 24, 14-29
En aquellos días, habló Josué al pueblo y le dijo: "Teman al Señor y sírvanlo con toda la sinceridad de su corazón. Apártense de los dioses a los que sirvieron sus padres al otro lado del río Eufrates y en Egipto, y sirvan al Señor. Pero si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quien quieren servir: ¿a los dioses a los que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Eufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitan? En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor".

El pueblo respondió: "Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor es nuestro Dios; él fue quien nos sacó de la esclavitud de Egipto, el que hizo ante nosotros grandes prodigios, nos protegió por todo el camino que recorrimos, y en los pueblos por donde pasamos expulsó a todos los que habitaban el país al que llegamos. Así pues, también nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios".

Entonces Josué le dijo al pueblo: "No creo que ustedes puedan servir al Señor, porque es un Dios santo y celoso, que no perdonará sus rebeldías y pecados. Si después de todo el bien que el Señor les ha hecho, lo abandonan para servir a dioses extranjeros, él los castigará y acabará con ustedes".

El pueblo le respondió a Josué: "No nos sucederá lo que tú dices, porque ciertamente serviremos al Señor". Josué le dijo al pueblo: "Ustedes son testigos de que han elegido servir al Señor". Respondieron ellos: "Somos testigos". Josué les dijo entonces: "Apártense, pues, de los dioses extranjeros que tienen y vuelvan su corazón al Señor, Dios de Israel". El pueblo respondió a Josué: "Serviremos al Señor, nuestro Dios, y obedeceremos sus mandamientos".

Aquel día Josué renovó la alianza del Señor con el pueblo y le impuso a éste mandamientos y normas en Siquem. Josué escribió estas cláusulas en el libro de la ley de Dios. Tomó luego una gran piedra y la colocó al pie de la encina que había en el santuario del Señor. Josué le dijo a todo el pueblo: "Esta piedra será testigo, pues ha oído todo lo que el Señor les ha dicho; ella será testigo contra ustedes, cuando quieran renegar del Señor, su Dios". Por fin, Josué despidió al pueblo y cada uno se volvió a su casa.

Algún tiempo después, murió Josué, hijo de Nun y siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 15, 1-2a y 5. 7-8. 11
R. (cf 5a) El Señor es nuestro Dios.
Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio.
Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia:
mi vida está en sus manos.
R. El Señor es nuestro Dios.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
y con él a mi lado, jamás tropezaré.
R. El Señor es nuestro Dios.
Enséñame el camino de la vida,
sáciame de gozo en tu presencia,
y de alegría perpetua junto a ti..
R. El Señor es nuestro Dios.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 19, 13-15
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase por ellos. Los discípulos regañaron a la gente; pero Jesús les dijo: "Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos". Después les impuso las manos y continuó su camino.
Palabra del Señor
Te alabamos, Señor

Reflexión del Evangelio de hoy
’Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses’
Significativo, vital, el diálogo de Josué con su pueblo. Se trata de elegir. De elegir, ni más ni menos, a qué Dios quiere servir el pueblo. No es una elección como otra cualquiera, de esta elección va a depender la totalidad de la vida. Josué anima al pueblo a que elijan como Dios al ’Señor’: ’Temed al Señor, servidlo con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres’.

De todas las maneras, les dice algo de sentido común. Si elegir al Señor les resulta duro, no felicitante… comprende que quieran elegir a otros dioses que les haga la vida más agradable, pero él y su casa ’serviremos al Señor’, en buena lógica, porque encuentran en él justamente una vida que les llena.

Ante las palabras de Josué, el pueblo, acordándose de todo lo que el Señor había hecho con ellos, empezando por librarles de la esclavitud de Egipto, responde con claridad: ’¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! ¡También nosotros serviremos al Señor; es nuestro Dios!’.

Sabemos que Jesús se encontró, en algún momento, con una situación parecida. A algunos de sus seguidores, cuando empezó a hablarles de él como pan de vida, les parecieron duras sus palabras y dejaron de seguirle. Jesús tuvo la valentía de preguntar a los que se quedaron con él si también elegían marcharse o seguir con él. Sabemos cómo le respondieron: ’¿A quién iríamos? Tú solo tienes palabras de vida eterna’. Eso mismo le decimos nosotros y con toda alegría le seguimos eligiendo a él como el Dios y Señor de nuestras vidas.

’De los que son como ellos es el Reino de los cielos’
¿Qué puede ver Jesús en los niños para hablarnos de ellos de esta manera: ’De los que son como ellos es el Reino de los cielos’? Quizás las notas más sobresalientes de los niños sean la ingenuidad y la confianza. Los niños se creen todo lo que sus padres les dicen. Ni se plantean que les puedan mentir. Son sus padres, les quieren y les dicen siempre la verdad.

Esa misma ingenuidad y confianza la debemos tener nosotros ante todo lo que nos dice Jesús sobre nuestro Dios. Nos asegura que no es un ser lejano y despreocupado de nosotros. Es nuestro Padre y Padre amoroso que cuida de cada uno de nosotros. Al que debemos proclamar como Rey de nuestra vida, es decir, como el que queremos que rija y dirija nuestros pasos. Estamos en buenas manos, en las manos amorosas de nuestro Padre Dios.

San Jacinto nació en Kamién (Polonia) en 1183. Siendo canónigo de la iglesia de Cracovia fue a Roma, por motivos de estudios. Allí conoció a Santo Domingo que le convenció para ingresar en la Orden recientemente fundada por él y del que recibió el hábito dominicano. San Jacinto fue el gran propagador del evangelio y de la Orden dominicana en Polonia hasta su muerte el 15 de agosto de 1257.

Fray Manuel Santos Sánchez
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

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’ De los que son como ellos es el Reino de los cielos ’

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