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Octubre 05, 2021 23:34 hrs.

Armando Ríos Ruiz › tabloiderevista.com

Política ›


Guerrero es un estado ingobernable, en donde el crimen ha campeado desde tiempo inmemorial.

Antes, mucho antes de que el comercio de drogas apareciera en el territorio nacional, en el estado del sur se mataban por actos que ni siquiera significaban una ofensa. Los retos a muerte han estado siempre a la orden del día y sin fin de enfrentamientos se daban por el hecho de que alguien ganara en una fiesta, el consentimiento de alguna mujer de bailar con él.

Las venganzas se extendían a toda la familia y durante muchas generaciones. Los agravios no encontraban reposo.
La venganza siempre mantuvo en guardia a los ofendidos y se practicaban de la manera más cruel, para ejemplo de los enemigos. Alcanzaban a todos los miembros de una familia. Inclusive a los niños, por aquello de que un día crecerían y se desquitarían.

Un día, sus hombres comenzaron a sumarse a actividades delictivas bastante remunerativas, que exigen las armas más potentes para esa práctica y comenzó una nueva vida en sus pueblos. Hoy nadie, ni las máximas autoridades están a salvo y por ello han permitido que se impongan con ráfagas de muerte. Preferible en muchos casos, la alianza que hasta ofrece jugosos dividendos, que hacerle al héroe y enfrentar la muerte.

En octubre, hace seis años, poco antes de que el actual gobernador, Héctor Astudillo tomara posesión del cargo, se suscitó una balacera cerca del restaurante Forza Italia, de Acapulco, en donde cenaba con su esposa Mercedes Calvo.

Dos escoltas resultaron heridos, lo mismo que el empleado de un hotel que caminaba en mala hora cerca del lugar de los hechos.

De inmediato, comensales y gente que supo del acontecimiento supusieron que los señores de la droga quisieron dar un aviso al futuro gobernante, sobre quién es el que manda en esos lugares.

Astudillo dijo simplemente que no creía que el atentado fuera en su contra y tenía razón. Sólo se trataba de decirle con un acto violento, que ahí estaban y que, de haber querido, el resultado hubiera sido diferente.

La semana pasada fue incendiada la discoteca Baby’O, emblemática del puerto, con muchos años de tradición, en donde miles y miles de jóvenes se dieron cita, con la inclusión de personajes famosos de la farándula. Tenía cerrado más de un año. Pero para muchos, fue incendiada a propósito, con fines parecidos a los de la balacera de hace seis años.

Es decir, para decirle a los recién estrenados gobiernos, tanto del estado como de Acapulco, que ahí estaban con todo el poder que les da su riquísimo armamento y su decisión de encaramarse por sobre otros grupos que desde hace mucho se disputan el lugar mundialmente turístico.

Alejandro Martínez Sidney, presidente de la Fecanaco, sospecha que el atentado tuvo fines políticos por el cambio de gobierno en Acapulco. ’Algo que nos llama mucho la atención es la hora en que se realizó el atentado; es casi la misma en que se realizaba la entrega del gobierno.

Eso no deja mucha sospecha, parece que fue planeado para que coincidiera con el cambio de poder; esto generó mucha incertidumbre’, consideró.
Curiosamente, para el Presidente de México, el hecho ofrece otra expectativa. Posiblemente fueron los dueños los que provocaron intencionalmente el incendio.

Descartó de inmediato que fuera la delincuencia organizada la que posiblemente pudo haberlo ocasionado. La exculpó como si además del brillante historiador, economista, ambientalista y otros atributos que ostenta, fuera también un excelente policía, capaz de elucidar un hecho criminal con la más raquítica imaginación y sin haber practicado la mínima investigación.

Mientras, la nueva alcaldesa, Abelina López Rodríguez, no ha dicho más que lo que se estila en casos como éste.

Que pondrá más vigilancia en otros lugares para evitar más atentados. Sin embargo, no se ha atrevido a elucubrar sobre los posibles responsables. Es obvio.
ariosruiz@gmail.com



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Acapulco en llamas

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