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Junio 12, 2022 23:41 hrs.

Fernando Irala › tabloiderevista.com

Política ›


Un juez federal otorgó una suspensión definitiva que por lo pronto prohíbe cualquier espectáculo taurino en la ciudad de México, medida que aunque podrá ser apelada, es un escalón más –uno de gran relevancia— en un embate que lleva ya decenios en contra de la fiesta brava.
Proteger a los toros, dicen los animalistas que es su objetivo. Lo cierto es que se trata de una especie que por las condiciones que requiere para su desarrollo, resultará antieconómica para cualquier ganadero si se cancela toda la cadena que lleva al espectáculo taurino, y las reses bravas estarán condenadas a su extinción.
No está muy lejana la ocurrencia de prohibir el uso de animales en los circos, medida que derivó en que las bestias supuestamente rescatadas terminaron abandonadas y muchas muertas por inanición.
Ciertamente, matar al toro genera actualmente reservas de conciencia. Pero si esas reservas nos hicieran actuar en congruencia, entonces deberíamos renunciar a comer cualquier tipo de carne y sus derivados, pues ello implica por necesidad el sacrificio de innumerables especies de la tierra, los ríos y los océanos.
En sentido contrario, no se encuentra la lógica de la prohibición taurina mientras siguen operando mataderos en donde los animales sufren tanto o más que en una plaza.
Quienes se asustan por la crueldad implícita en la tauromaquia tal vez tengan razón. Pero en una sociedad inmersa en la brutalidad en todos los sentidos, su focalización resulta bastante extraviada.
¿Qué decir de la violencia en el box, que de cuando en cuando deja contendientes –seres humanos— muertos o dañados de por vida?
Incluso espectáculos aparentemente inocuos como el futbol tienen una carga de agresividad mayor, cuyos extremos se ven en México y en el mundo, sobre todo entre las barras y porras de fanáticos. En los toros, por cierto, los más agresivos que llegan a verse son los animalistas intentando impedir la entrada del público a las corridas, o provocando a los aficionados.
La fiesta brava es un elemento cultural que ha acompañado el desarrollo de nuestro pueblo a lo largo de medio milenio.
Si ha llegado el tiempo de cambiar la cultura y refinar la civilización, deberíamos empezar por preocuparnos por el crimen organizado, la trata de personas, los miles de muertos y desaparecidos, por la barbarie de tanta gente en pobreza extrema y sin posibilidades de vida digna.
Y dejar en paz a los taurófilos.

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