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Diciembre 29, 2013 13:00 hrs.

Lilia Cisneros Luján › diarioalmomento.com

Periodismo ›


Todavía, los festejantes consuetudinarios no se reponen de los estragos digestivos ocasionados por comidas opíparas durante 9 posadas, los brindis de las oficinas, una cena de noche buena y un recalentado de Navidad y ya se está pensando en cual restaurante o en la casa de que amigo será la reunión -con uvas, ropa interior roja, alguna bolsita amarilla y todos los accesorios necesarios- para recibir el año nuevo.
En la cultura del llamado occidente del planeta, este evento ocurre la noche del 31 de diciembre, justo a las 12, porque concluyendo la última campanada, empieza el primer minuto del “Año nuevo”
¿Desde cuando y donde surgió esta celebración? ¿Qué tanto influyeron festividades similares del pueblo judío, imbuido en los primeros líderes cristianos? ¿El tiempo, incluido en éste el principio y el fin, se ha medido siempre de la misma manera? Otra vez el pasado, ese al que políticos mexicanos y aplaudidores del neoliberalismo argumentan que no se debe volver, nos da las respuestas. Los pueblos con más años nuevos contabilizados sin la partición que se decretó en el imperio romano por el nacimiento de Cristo, son el hebreo y el chino. Ambos se basan tanto en el ciclo de la tierra en derredor del sol, como el de la luna rodeando la tierra. Igual lógica fue usada en todo Mesoamerica que en general usaba dos calendarios, el lunar, Xiuhpohualli, de 260 días y connotación básicamente religiosa y el civil, Tonalpohualli, de 365. Además de que no necesariamente ambos calendarios estaban coordinados, había diferencias de fondo como que el calendario maya se centraba en la medición de ciclos astronómicos en tanto que el Nahual, se refería a eventos históricos y políticos.
Más allá de complejidades que pueden explicar con algoritmos los expertos modernos, tienen cierto sentido y origen común, los ciclos de 52 años de los fuegos nuevos[1] con los, musulmanes de 30 años[2]. Si bien hoy día y desde que en el año 1582 el papa Gregorio ajustó el sistema de medición anual que nos rige -basado en la rotación alderredor del sol desde el 46 D.C., se tiene evidencia de que en muchas de las culturas antiguas, prevalecía el calendario lunar, siendo el antiguo Egipto el primer pueblo, que cambio esta prioridad hacia lo solar, a principios del tercer milenio a.C.; por la necesidad de predecir con exactitud el tiempo del inicio de la crecida del río Nilo, evento por demás vital en un pueblo que vivía de la agricultura.
Bien sean lunares[3], solares o combinados, todos los pueblos además de sumar los años y meterlos en ciclos, dividían los periodos anuales en estaciones –Egipto tenías tres, para los hebreos eran cuatro “cabezas de año” que se vinculaban con los cambios de clima y su relación con la producción de alimentos; aunque también era para contar diversas obligaciones como el pago de diezmos e impuestos. ¿Pero en que momento de esta manera de calcular el tiempo empieza el año en enero?
Tema difícil en el siglo XXI, donde tenemos una cultura musulmana que trata de ser preponderante y conserva años lunares, un cristianismo basado en el calendario gregoriano con ciclos anuales solares y un judaísmo -que combina ambos desechando la división del tiempo por el evento del nacimiento de Cristo- los emergentes chinos y otras culturas del mundo llamado oriental entre ellos Japón. Así las cosas, para los hebreos, el domingo 7 de octubre del año 3760 A.C., se gestó la vida en el edén, de ahí, que ellos han celebrado 5773 veces. Con las variables que su propia tradición impone y que por lo mismo mueve, al igual que China, la fecha exacta del año nuevo, al culminar el ocaso -no a la media noche como marca el calendario gregoriano- estos pueblos celebran lo que desde la muy antigua tradición babilónica, se consideró el más importante día del año, que comienza con el mes Nisán -es en abril, coincide con el inicio de la primavera y aparentemente con la salida de Egipto y por tanto la celebración de la pascua- el de los chinos que el próximo 31 de enero cumplirán su 4712 años nuevo[4]; o los musulmanes que celebraron el 4 de noviembre del 2013 el último días de su 1434 año hegiriano.
En México tal como lo ha impuesto el consumismo imperial, mañana se comerán uvas – como en España – en vez del sobre rojo que los chinos usan para dar algunos centavos a los niños, se portara una prenda intima de ese color, en tanto que, la víspera se limpiará la casa por dentro y por fuera –según lo hacen los japoneses y en vez de sonar el gong, algunos tañerán campanitas para que los pecados del año viejo sean perdonados- y se harán promesas en base a expectativas de progreso que según la sabiduría antigua serán imposibles de germinar en el peor mes del año ¿por eso se le llama cuesta de enero? y al que se llegó por decreto como el inicio de cada ciclo, no por la naturalidad derivada de lo que nos da la tierra como consideraban los babilonios[5] sino por la ambición de emperadores, senadores y autoridades de alto rango del imperio romano, cuyo anhelo, más que la productividad era la de prolongar sus mandatos. ¿Tiene sentido entonces el seguir disminuyendo tus bienes para celebra un día sin más esencia que el consumimos? ¿Sabes que la iglesia decretó el 1 de enero como el de la circuncisión del Señor, para competir con las populosas fiestas paganas del todavía imperio romano? ¿Te inquieta el saber que la popularidad de esta fecha como año nuevo apenas data de 400 años en el ritual cristiano?
En fin más allá de tu credo, ojala hagas conciencia de la necesidad de iniciar una nueva vida, quizá no quemando lo viejo como los hacían los siux o los apaches en Norteamérica, ni sonando cuernos o tambores como los agricultores chinos de la antigüedad o los colonos holandeses del siglo XVII -¿por eso tronamos cohetes o echamos bala en Iztapalapa?- sino cultivándose y haciendo lo propio con quienes te rodean para ir abonando a una humanidad más sabia y razonable.


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[1] Basados en la interrelación de un año sagrado de 260 días con el año vago (natural) de 365 días, Dos ciclos de 52 años forman un huehuetiliztli (ancianidad), es decir, 104 años. A su vez, los Fuegos Nuevos se organizan en paquetes de veinte, que forman grupos superiores de 5200 años llamados "soles".
[2] Se refiere a 360 lunaciones según la tradición sumeria. Cada ciclo a su vez se divide en ciclos, divididos en 19 años de 354 días, o simples con seis meses de 30 días y cinco de 29 o intercalares que se alternan entre los otros.
[3] La manera de dividir el tiempo era diferente sobre todo cuando la medición fue lunar. En el imperio Romano cada cultura definía su calendario y los meses de éste de manera distinta. En Alba longa eran 10 meses de 18 a 36 días cada uno, mientras que los de Labinia contaban 374 días distribuidos en 13 meses.
[4] Se calcula tomando en cuenta la luna nueva más próxima entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera en el hemisferio norte, es decir se parte de los 45 día de promedio y la siguiente luna nueva es su año.
[5] La fiesta de Año Nuevo, el Kuppuru, más antigua que se ha registrado se encontró en la ruinas de lo que hoy es El-Illah, en Irak. A fines de marzo, un sumo sacerdote se levantaba dos horas antes del alba se bañaba en las aguas sagradas del Eufrates, ofrecía un himno Marduk, dios local de la agri¬cultura, para pedir un nuevo ciclo de cosechas abundantes. Los festejos eran de 11 días, incluían la sangre de un carnero decapitado y diverso ritos de limpieza y seguridad.

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Año Nuevo ....¿Y?

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