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Julio 30, 2019 20:11 hrs.

Mario Andrés Campa Landeros › diarioalmomento.com

Cultura ›


Un personaje trágico al que casi
Todo lo que emprendía le salía mal

Dos de sus esposas murieron y la tercera fue un fracaso.
Todos lo conocemos como Cornelio Agripa, pero su verdadero nombre fue Enrique Cornelio; nació en Colonia en 1486, en el seno de una familia acomodada de apellido von Nettesheim. Se educó en la Universidad de Colonia y sus tendencias místicas aparecieron muy temprano y sufrió la influencia de la Cábala, así como de Próculo, el último gran platonista. El filósofo griego llegó a afirmar que la ciencia humana, puede en un momento de locura divina, fundirse en el UNO, en el corazón de todas las cosas.
La doctrina del griego concuerda perfectamente con la teoría de las ’emanaciones’ de la Cábala y Agripa se sintió seducido por tal filósofo. Desgraciadamente carecía de temperamento del filósofo; era más bien un hombre del Renacimiento, dinámico, aventurero, curioso.
En la Universidad de París se relacionó con alquimistas, ocultistas, magos y filósofos. A los 24 años escribió los tres volúmenes de su Filosofía Oculta.
Más adelante, escribió que el cuerpo del hombre es aún más dependiente de su voluntad y de su mente que lo que generalmente se cree. Pone el ejemplo de la persona que puede, literalmente, morir de tristeza cuando su voluntad deja de empujarla hacia la vida.
Estas aseveraciones de Agripa se asemejan a lo dicho años más tarde por Paracelso.
’Una imaginación resulta es el inició de toda operación mágica, y es posible que mi espíritu, únicamente por medio de la voluntad, sin espada ni sable, pueda herir y lastimar a otros’.
Son muchas las leyendas que se han tejido en torno a Agripa. Se dice que acostumbraba pagar a los mesoneros con monedas de oro que se veían genuinas, pero que horas después se convertían en conchas.
Agripa nunca pudo quedarse mucho tiempo en un lugar, pues su violento temperamento y la falta de tacto lo enemistaban de inmediato con la mitad de la población, especialmente con la gente de la iglesia.
¡Cosas Veredes, Chonito!

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