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Septiembre 30, 2021 04:43 hrs.

Armando Ríos Ruiz › tabloiderevista.com

Política ›


El 26 de este mes se cumplieron siete años de la desaparición de 43 normalistas de la escuela Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, cuando acudieron a protestar a la ciudad de Iguala y fueron recibidos por grupos de sicarios, se dice hasta hoy, y llevados a lugares que han resultado sólo suposiciones, en una investigación por demás atropellada, que ha querido dar la impresión de seriedad y sólo ha logrado caer en el ocultamiento y protección de diferentes personajes.

Las conjeturas de la gente, más que de las autoridades, en cuya investigación no ha sido posible confiar, han recaído en la sospecha de que, desde aquel momento, los actores principales actuaron para ocultar la verdad. Desde el entonces gobernador del estado, Ángel Aguirre, hasta el ineficiente presidente Enrique Peña Nieto, pasando por las de menor rango, que sólo obedecieron órdenes.

No por nada, uno de los investigadores principales, Tomás Zerón de Lucio, de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), acusado de alterar y modificar pruebas en el caso, en el tan señalado basurero de Cocula, se encuentra en Israel, país al que ya se solicitó no darle protección y extraditarlo, para dar la impresión de que algo se hace al respecto.

La realidad avisa que el hecho de solicitar la extradición sólo tiene como propósito decir a los padres que aún sobreviven, que algo positivo se hace. El regreso no ofrece absolutamente nada de lo que los progenitores aspiran a saber: en dónde quedaron los restos de sus hijos, sólo con la idea de irse de este mundo en paz con sus conciencias.

Saben de antemano, aunque insistan en la condición ’vivos se los llevaron, vivos los queremos’, que es imposible. Muchos ascendientes ya murieron con la esperanza de conocer el paradero de sus vástagos.
Muchos abrigan la esperanza de saber, por aquello de que la esperanza muere al último. Sólo por eso.

El caso es que, desde el inicio de la actual administración, sólo algunos padres de los desaparecidos quisieron confiar a medias en que podría darse una solución respecto al paradero de los estudiantes. Otros no creyeron de plano. Pensaron que sólo sería más de lo mismo. Un intento de darles más atole con el dedo. De darles largas, en virtud de una promesa de campaña y de ganar la confianza de más votantes.

Si el ex investigador fuera enviado de regreso, si es que las autoridades israelitas consienten en extraditarlo, no servirá absolutamente para los fines que intentan alcanzar los familiares. Sólo servirá para aumentar el grueso expediente de investigación. La sospecha nada descabellada de la gente recae en que son las mismas autoridades, las que conocen el fondo del asunto.

Por eso la dizque ’verdad histórica’, seguramente ordenada por el ex presidente Peña e ideada por el entonces procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, no tuvo los soportes necesarios para incrustarse como tal en la conciencia de los mexicanos y por lo mismo cayó por su propio peso.

En este caso, las autoridades de ayer y de hoy son las únicas en las que la ciudadanía no podría confiar, ya que cada vez que se rasca, aparecen indicios que hacen voltear hacia otros horizontes que nadie ha intentado tocar.

Aparecen señales que apuntan a diferentes sitios y a pesar de eso, permanecen intocables. Como que alguien está muy protegido, desde ayer hasta hoy y así continuará.

Vidulfo Rosales, abogado de las familias, dice que no quieren indagar al Ejército, por ejemplo. Otros han apuntado a políticos que permanecen al margen de las investigaciones. Pero con esta actitud, quienes investigan dan la impresión de saber mucho y de no querer, de plano, molestar a los poderosos.

La famosa promesa hecha por el actual mandatario apunta igualmente al olvido, que llegará por fuerza. Muchos padres ya han perdido la vida en el camino. Otros terminarán igual por la sencilla razón de que nadie es eterno.

La vida tiene un principio y un final, ineludiblemente.
ariosruiz@gmail.com

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Ayotzinapa: apuesta al olvido

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