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Octubre 30, 2022 23:43 hrs.

Raúl De La Rosa › diarioalmomento.com

Política ›


¿Pero cómo la ética, o falta de ésta, ha sido determinante en la vida del planeta? Un ejemplo son los clorofluorocarburos​, clorofluorocarbonos o gases clorofluorocarbonados​ (conocidos como CFC), que son derivados de los hidrocarburos saturados obtenidos mediante la sustitución de átomos de hidrógeno por átomos de flúor y/o cloro principalmente. Los clorofluorocarburos (CFC) no son productos naturales, es decir, existen por la intervención de la mano humana, son fruto de la química industrial, por esta razón su degradación es muy difícil y su presencia en la atmósfera se prolonga durante muchos años (de 50 a 200 años), ya que son gases inertes que no reaccionan con los tejidos animales ni vegetales y se degradan combinándose con el ozono estratosférico, en condiciones de frío y luminosidad. Ésta reacción química también implica la destrucción del ozono atmosférico, lo que conocemos como "capa de ozono", ya que provocan una reacción fotoquímica al incidir la luz ultravioleta sobre la molécula de CFC, liberando un átomo de cloro con un electrón libre, denominado radical Cloro, fuertemente reactivo y con gran afinidad por el ozono, rompiendo la molécula de éste último, destruyendo así la "capa de ozono", que es nuestro filtro de los rayos solares ultravioleta, que al llegar directo a la superficie terrestre dañan todo tipo de vida sobre de ella. Por ello su producción, uso y puesta en el mercado quedó prohibido a partir del final de la década de los 1980s, en la Unión Europea por el Reglamento (CE) 2037/2000 sobre sustancias que agotan la capa de ozono, y el resto del mundo también procedió a eliminar su producción.

Hasta hace poco, se utilizaba extensamente en acondicionadores de aire de automóviles, en los recipientes autopropulsores de líquidos, en el plástico llamado "unicel", en productos de espuma blanda, como almohadas, alfombras acolchadas, cojines, asientos y rellenos en automóviles; espumas de uretano rígido usados como aislantes en refrigeradores, congeladores y en algunos edificios; o bien para limpiar la grasa, el pegamento y los residuos de soldadura en paneles de circuito electrónicos después de su fabricación, consumiéndose cerca de 2 kg/m². Y otros muchos usos. Era de un intenso uso industrial, muchas empresas dependían de su fabricación, aplicaciones y evolución experimental, pero en cualquier industria o etapa de producción y/o uso, eran liberados a la atmósfera durante su uso y servicio.

¿Pero qué tiene que ver la ética o falta de ésta con los CFC? Cuatro nombres. Primero: Thomas Midgley, Jr., gringo; después: Frank Sherwood Rowland, gringo, Paul Crutzen, holandés, y José Mario Molina Pasquel y Henríquez, mexicano.

El primero, Thomas Midgley, Jr., fue un ingeniero mecánico y químico gringo. Desarrolló el tetraetilo de plomo que durante décadas fue un aditivo para la gasolina y más tarde inventó los clorofluorocarburos (CFC); en ambos casos fueron usados en el mundo por más de 70 años, en principio, ocultando el daño que se hacía. En su época fue muy laureado por sus descubrimientos, obtuvo más de 100 patentes en su carrera. Potenció la industria gringa como ningún otro en su época. Pero, también fue el mejor ejemplo de la falta de ética, explicable porque no existía toda la experiencia, visión, conciencia y compromiso, que hoy en día tienen ciertos grupos de la humanidad. Aún así, ya sabían de limitaciones y posibles afectaciones que podían causar con sus "inventos". Y lo callaron.

Midgley comenzó a trabajar en General Motors en 1916. En 1921 mientras trabajaba bajo la dirección de Charles Kettering en los Dayton Research Laboratories, una subsidiaria de General Motors, Midgley descubrió que la adición de tetraetilo de plomo a la gasolina evitaba los "golpes" (ignición espontánea de combustible) en los motores de combustión interna. La compañía nombró a la sustancia "Ethyl", evitando toda mención del plomo en informes y publicidad. Las compañías petroleras y los fabricantes de automóviles, especialmente General Motors, que poseía la patente presentada conjuntamente por Kettering y Midgley, promovieron el aditivo TEL como una alternativa económica superior al etanol o los combustibles mezclados con etanol. La American Chemical Society le otorgó a Midgley la Medalla Nichols de 1923 por el "Uso de compuestos antibloqueo en combustibles para motores". Éste fue el primero de varios premios importantes que obtuvo durante su carrera. Perooooo para 1924, Midgley se tomó unas prolongadas vacaciones para curarse del *envenenamiento por plomo que sufría*, un hecho que mantuvo en secreto deliberadamente y además, convocó a una rueda de prensa en la cual "demostraba la seguridad del contacto con la sustancia". En ésta demostración, vertió tetraetilo de plomo en sus manos, después se ponía una botella del químico bajo su nariz y lo aguantaba durante sesenta segundos mientras declaraba que podía hacer lo mismo todos los días sin sucumbir a ningún mal. Al final repudió seguir trabajando con plomo (privadamente) y trabajó en el desarrollo de los CFCs para mejorar el rendimiento térmico de los frigoríficos. Los CFC no eran dañinos para los humanos, y es muy cierto que entonces se desconocía su efecto dañino en la atmósfera.

De nueva cuenta, Charles Kettering, vicepresidente de General Motors Research Corporation (a su vez líder en fabricación de tales sistemas), reunió a un equipo que incluía a Midgley y Albert Leon Henne para desarrollar dicho compuesto. El equipo pronto puso su atención en los haluros de alquilo (combinación de cadenas de carbono y halógenos), que se sabía eran altamente volátiles, requisito para un refrigerante, y también químicamente inertes. Finalmente se decidieron por el concepto de incorporar flúor en hidrocarburos bajo la suposición de que la estabilidad del enlace carbono-flúor sería suficiente para prevenir la liberación de fluoruro de hidrógeno u otros posibles productos tóxicos de descomposición. El equipo finalmente sintetizó diclorodifluorometano, el primer clorofluorocarburo (CFC), al que llamaron "Freón". El término se utiliza como sinónimo de cualquier CFC, y por lo tanto el diclorodifluorometano se conoce actualmente como "Freón 12" o "R12". El freón y otros CFC pronto reemplazaron a los otros refrigerantes, y luego aparecieron en otras aplicaciones, como propelentes en aerosoles e inhaladores para asma. La Society of Chemical Industry otorgó a Midgley la Medalla Perkin en 1937 por éste trabajo y fue galardonado en 1941 con la medalla Priestley, concedida por la American Chemical Society.

Midgley obtuvo más de 170 patentes, pero a los 51 años quedó paralítico por contraer polio. Ésto le llevó a diseñar un complicado sistema de cuerdas y poleas para levantarse de la cama. En lo que sería una de las muerte más irónicas en la historia de la ciencia, Midgley, accidentalmente, se enrolló en las cuerdas de su aparato y murió por estrangulación a los 55 años. Y lo hizo pensando que los CFCs como refrigerantes para alimentos y la climatización de edificios eran una invención para beneficio del mundo. Aunque nunca reparó en prover seguimiento de impacto a sus inventos, si bien con los CFCs podemos observar que no había mala fe, no podemos decir lo mismo del tetraetilo de plomo. ¿Eso fue una falta de ética o no?

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