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Noviembre 06, 2022 20:10 hrs.

Raúl De La Rosa › diarioalmomento.com

Política ›


Continuando con el desmenuzamiento de un enfoque humanista de las ciencias y tecnologías, que invariablemente pasa por la ética, ya podemos observar claramente cómo el aras de la investigación científica e innovación tecnológica, se puede romper ese humanismo. El tetraetilo de plomo en la gasolina (Ethyl) y los Clorofluorocarburos (CFC) son el mejor ejemplo de esa falta de humanismo, de ética, al hacer ciencia y tecnología. Si bien, en el segundo el terrible daño de los CFCs a la capa de ozono atmosférico no fue previsto, en el primero, Ethyl, sí se sabía de lo dañino que era, a pesar de su beneficio industrial. Las compañías petroleras y los fabricantes de automóviles, especialmente General Motors, que poseía la patente presentada conjuntamente por Kettering y Midgley, su inventor, promovieron el aditivo TEL (Tetraetileno de plomo) como una alternativa económica superior al etanol o los combustibles mezclados con etanol, y lo promovieron como un compuesto antibloqueo en combustibles para motores. Pero con claro conocimiento del *envenenamiento que por plomo podrían sufrir los seres humanos*, un hecho que mantuvieron en secreto deliberadamente y cínicamente. Tanto Thomas Midgley Jr., como la General Motors, y las petroleras y demás fabricantes de automóviles.

En contrapartida está la investigación científica e innovación tecnológica con profunda visión humanista. Ejemplo de ello lo encontramos en los profesores e investigadores:
- Frank Sherwood Rowland, académico e investigador de la Universidad de California-Irvine, EEUU;
- José Mario Molina Pasquel y Henríquez, académico e investigador de la Universidad de California-Irvine, EEUU; y
- Paul Crutzen, químico neerlandés del Instituto Max-Planck de Química de Mainz (Al).

Y es que gracias a las investigaciones de Frank Sherwood y Mario Molina sobre los efectos negativos del uso de los gases industriales en la atmosfera, observaron el grave daño que los CFCs hacían a la ozonosfera, la cual es la principal defensa que tiene la humanidad para protegerse de los rayos ultravioleta y gracias a ello, la comunidad internacional detuvo el uso de los CFC. Sus aportes fueron publicados en la revista "Nature" en el año de 1974. Dando así contundencia científica a lo que el neerlandés Crutzen, del Instituto Max-Planck de Química de Mainz (Al), desde el año de 1970 había hallado: que los gases contaminantes tienen un efecto destructor en la capa de ozono, pues no llegan a descomponerse. En sus respectivos trabajos, Sherwood, Crutzen y Molina hablaron acerca de cómo los clorofluorocarbonos (CFCs) dañaban la capa de ozono, los cuales eran comúnmente utilizados en los refrigeradores y aires acondicionados. Así mismo, las contribuciones de Sherwood y Molina alertaron acerca del adelgazamiento de la ozonosfera, la cual es la principal defensa que tiene la humanidad para protegerse de los rayos ultravioleta y gracias a ello, la comunidad internacional detuvo el uso de los CFCs.

Además del logro de poner a trabajar a la humanidad por un bien común, sus investigaciones también contribuyeron a la creación del ’Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono’. Éste mecanismo de protección ambiental fue firmado por 28 naciones el 2 de Marzo del año 1985, y a su vez el acuerdo llevó a que en Septiembre del año 1987 se suscribiera el "Protocolo de Montreal", que actualmente regula el consumo así como la fabricación de las "sustancias agotadoras de la capa de ozono" (SAO) y promueve la reducción del consumo de los gases empleados en sustitución de los SAO, mismas que si bien, no afectan a la ozonosfera, sí impulsan las acciones en pro del medio ambiente. Cabe destacar que el Acuerdo está ratificado por los 197 países que conforman las Naciones Unidas y debido a los progresos obtenidos, es considerado uno de los protocolos más exitosos. De acuerdo con información de las Naciones Unidas y de distintos gobiernos nacionales, la implementación de estos acuerdos ha logrado reducir en un 99% el consumo de las SAO y se prevé que para el año 2060 la capa de ozono esté completamente recuperada.

Debido a sus respectivas investigaciones los tres, Sherwood, Crutzen y Molina obtuvieron el Premio Nobel de Química 1995. Si no fuera por la investigación de Molina y Sherwood, es probable que el Protocolo de Montreal y el Convenio de Viena no fueran creados. Y que hoy viviéramos un auténtico apocalipsis en el sur de Chile y Argentina.

Así, en ambos casos, el de Thomas Midgley Jr., y el de Sherwood, Crutzen y Molina, podemos ver los dos polos, el de la investigación científica e innovación tecnológica sin una visión humanista (sin ética) o bien, cuando hay una visión humanista (con ética)... Pero... ¿Y qué pasa cuando la investigación científica y su desarrollo tecnológico es claramente para usos militares, de principio a fin? Bueno, aunque no lo parezca es un asunto altamente polémico, porque no podemos sustraernos de los usos militares, dentro y fuera de nuestro planeta, sin embargo, toda investigación científica e innovación tecnológica que atente contra la vida que promueve la destrucción masiva, de cualquier forma, ¿es válida?

Éste un tema que ha merecido y seguirá mereciendo páginas y páginas de reflexión filosófica y ética. Por lo tanto, merece muchos más espacios y jornadas de cavilaciones.

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Ciencia y Tecnología desde el enfoque humanístico, y sólo como consecuencia de éste, su potencial militar, político y económico

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