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Agosto 13, 2015 16:17 hrs.

Mario Andrés Campa Landeros › diarioalmomento.com

Cultura ›


“Lo he visto morir matando y
lo he visto matar muriendo”

Hace 7 mil años ya se jugaban toros en Creta.
Allá por el año de 1604 surge el primer torero mexicano; un mulato que tenía tatuado un demonio sobre la espalda, denunciado ante la Santa Inquisición, “porque ejecutaba suertes diabólicas”, pues atado de los pies esperaba la embestida de un toro y al pasar éste, le colocaba una naranja en cada pitón.
Según la historia, 94 años antes de la Era Cristiana se efectuaban rudimentarias corridas en el Circo Faminio de la antigua Roma. En España el Cid Campeador y Bernardo de Carpio, entre los cristianos, y el Moro Muza y Gazul, entre los árabes, “Jugaban cañas y corrían toros”.
La primera plaza de toros en España existió en Madrid, el año de 1481. Carlos V lidió en Valladolid reses bravas al solemnizarse el nacimiento de Felipe II.
La historia registra queel conquistador de Perú, Fernando Pizarro y el rey Sebastián de Portugal fueron magníficos lidiadores de toros. Felipe III actuó en el coso de Madrid. Felipe IV mató un toro con arcabúz, en la “Huerta de la Priora”.
Carlos II fue protector de la tauromaquia.
Bajo el reinado de Felioe V se construyeron muchas plazas de toros. En tiempo de los Asturias, se dedicaban tres días de festejos forzosos con lidia de toros; el de San Isidro, el de San Juan y el de Nuestra Señora Santa Ana.
En aquella época pasaron a ser notables lidiadores: don Gaspar de Azpeleta, don Pedro de Salazar (“Naranja”); Bonifaz, el Conde de Cantillana, el Duque de Maueda y el hermano del Duque de Alba, don Diego de Toledo, quien murió cornado por un toro en 1605. Este acontecimiento incrementó la hostilidad que hacia las corridas de toros se había iniciado a fines del siglo XVI. “Pues solamente en una corrida, efectuada el 25 de julio de 1597 en la Plaza de Madrid, murieron 10 personas y más de 20 resultaron heridas”.
En la antigüedad eran sólo los nobles señores quienes se dedicaban a las lides taurinas. Cabalgaban finísimos caballos; solamente hasta mediados del siglo XIX tal arte se hizo del dominio público y se empezó a llamar “toreros” a los lidiadores de paga.
Como dato curioso, Carlos IV fue antitaurófilo y prohibió la lidia de toros, en Cédula del 10 de febrero de 1805. Gustavo Baz y el poeta Manuel Gutiérrez Nájera se opusieron a las corridas. Gutiérrez Nájera diría: “No hay nada caballeresco en las lides taurinas; afrontar el riesgo de la muerte no es virtud única de los toreros, sino aún de acróbatas y saltimbanquis; y hasta hoy a nadie le ha parecido épico el gimnasta que se columpia en el trapecio. Entre el acróbata y el torero, estory resueltamente por el primero; ambos exponen su vida, pero el torrero mata y el acróbata, no”.
En México las corridas taurinas son de antigua raigambre, pues la primera que se presenció en el Continente Americano fue la llevada a cabo, el día de San Juan: 24 de junio de 1526, “para festejar el regreso de Hernán Cortés que se había trasladado a las Hibueras para castigar la insurrección de Cristóbal de Olid. Actuaron como lidiadores algunos soldados y se llevo a cabo en un improvisado coso de madera que se erigió en la plazuela del Marqués, que se hallaba frente a la actual Catedral, hacia el occidente, colindando con la calle de República de Guatemala y con el Nacional Monte de Piedad. Después, en 1856 tales festejos se efectuaban, en la plaza de El Volador”.
“La primera corrida formal, instituida como espectáculo oficial para honrar anualmente a San Hipólito, patrono de la ciudad metropolitana, tuvo verificativo el 13 de agosto de 1529, bajo la presidencia de la primera audiencia de don Nuño de Guzmán”.
En 1700, “La Charrita”, María Aguirre, actuó durante muchos años en cosos de México, era esposa del matador Timoteo Rodríguez y hermana de Francisco Aguirre, “El Gallito”.
En 1724, en una plaza de la metrópoli, fue lidiado un bisonte.
El Conde Revillagigedo, en 1753, autorizó varias corridas, cuyo producto se destinaría a la construcción de las obras de la Basílica de Guadalupe.
El 15 de noviembre de 1795, el virrey, Bernardo de Gálvez, “partió plaza en el coso de “El Volador” en su coche llamado “Birlocho”, tirado por caballos; toreando en esa misma fiesta una muchacha ahijada del virrey. El 23 del mismo mes torearon otras cuatro mujeres y en la del día 24, toda una cuadrilla de seis toreras”.
Don José María Álvarez recuerda:
Desde el 4 de diciembre de 1788 se inauguró una plaza de madera en la plazuela de San Pablo (en la Merced), construida en un solar a espaldas del templo del mismo nombre, edificado a principios del siglo XIX, según el proyecto del arquitecto don Antonio González Velázquez, primer catedrático de arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes. Esa plaza llevó el nombre de Real Plaza de Toros de San Pablo.
Dicha plaza fue derribada y vuelta a construir en 1861, en sustitución de la de “El Volador” que se acababa de derrumbar, y como precursora de la que años después se construyó allí mismo en San Pablo, pero ya de mampostería, plaza que fue definitivamente desmantelada en noviembre de 1867, por haberse prohibido las corridas de toros, en decreto expedido por el Presidente de la República, don Benito Juárez.

LUCES Y TRAGEDIA

“... Y aqué torero después de haber ganado
mucho dinero, murió en la mayor pobreza”

Quince corridas, durante dos semanas.
En octubre de 1800 se efectuaron en la ciudad de San Luis Potosí quince corridas para solemnizar la dedicación del santuario de Guadalupe; lidiándose toros de las haciendas de “Bocas”, “Gogorrón”, “Zavala”, “La Pila” y “Bledos”, en el coso que para tal efecto se erigió en la Plaza de Armas.
La historia lo registra:
En la corrida inicial hizo el “despejo” por primera vez en aquella ciudad, una compañía del Regimiento de la Reina, ejecutando lucidas evoluciones al mando del capitán realista, don Ignacio Allende y que sabía torear y banderillear a caballo... En el palco de honor, como espectadores destacados, el intendente de la Provincia, don Vicente Bernabeu, el Jefe de las Armas, coronel, don Félix María Calleja del Rey y el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, ganadero, propietario de las haciendas “Jaripeo”, “Santa Rosa” y “San Nicolás”, ubicadas en el distrito de Irimbo, del estado de Michoacán y gran aficionado a la lidia de los toros.
En septiembre de 1839 se efectuó en la ciudad de México la primera corrida patrocinada y organizada por la Presidencia de la República. En dicho festejo se lidiaron reses de Huaracha y Tahuipilpa. “Se elevaron globos aerostáticos y fue jineteado un toro por Ignacio Chávez; Marcelino Salceda ejecutó el salto de la garrocha y se presentó la pantomima Los Mecos, en que fue lidiado un toro embolado al que se le dio muerte con macana de fuego”.
Otra de las más antiguas plazas de toros fue la del Coliseo, que data de 1887 y cuya ubicación era “al principio del Paseo de la reforma y Bucareli, 8donde estuvo el cavaret “Waikiki”), detrás de un “rascacielo”, propiedad del señor Corcuera.
Esta plaza fue construida por los señores Téllez, Hidalgo y De la Sierra, e inaugurada por los diestros “Cuatro dedos” y “Zacato”, lidiando reses de Guanamé, Cazadero y Venadero; y anteriormente inaugurada desde 1851, la Plaza del Paseo Nuevo, frente al lugar en que después quedó la del “Paseo” al otro lado del Paseo de la Reforma y aproximadamente a espaldas del actual edificio del Periódico Excélsior, en Bucareli, donde existía en aquella época la plazuela de “Los Pelos”.
El 4 de noviembre de 1778, el virrey don Antonio María de Bucareli y Ursúa, Comendador de la Orden de San Juan, inauguró el Paseo Nuevo de Bucareli y le dio su nombre.
“... Corría 1,500 varas -refiere Castillo y Piña- desde la plazuela de San Fernando, hasta la garita de Belén. Estaba platado de sauces y sorprendía la perspectiva que le formaban el costado occidental, las Lomas de Chapultepec y de Santa Fe y la entonces Villa de Tacubaya”.
Y agrega:
“Era un lugar de mucho tránsito en el que se confundían las diligencias que iban a Toluca, tiradas por seis pares de briosas y encascabeladas mulas; era interminable el cortejo de carruajes que llevaban gente a Tacubaya; los fogosos rocines que tiraban coches de alquiler; las cabalgatas de charros que lucían sus llamativos trajes regionales y hasta las vacas que regresaban a la ciudad o iban a pastar en los potreros de Chapultepec, y los grupos de burros que formaban recuas conducidas por los arrieros con grandes cantidades de mercancías”.
Don Manuel Romero de Terreros dice que el Paseo de Bucareli fue estrenado el 8 de diciembre de 1775; que “lo adornaban cuatro hileras de árboles (fresnos, álamos y sauces) y que a cada lado corría una acequia. En una glorieta había una fuente con una pirámide de 16 varas de altura, rematada con las armas de la ciudad, rodeada por 16 postes con cadenas. Y que a la entrada y salida de dicho paseo había seis columnitas de una sola piedra y en el capitel de cada una 4 cabezas de león”.
La plaza de toros del Paseo Nuevo la construyó Vicente Pozo e invirtió 97 mil pesos y fue inaugurada el 25 denoviembre de 1851 por el diestro Bernardo Gaviño y Rueda, alternando con Mariano González o Rodríguez, alias “La Monja”, al que hirió gravemente el segundo toro, que era de la ganadería “El Cazadero”.
La plaza del Paseo Nuevo fue demolida en 1873.
Otras plazas antiguas fueron la del Paseo, que se ubicaba, en el primer tramo de Paseo de la reforma, hacía el sur, junto a los baños Blasio y construida por elseñor Esnaurrízar e inaugurada en 1887 por el matador Diego Prieto “Cuatro Dedos” con toros de Cieneguilla.
La Plaza Colón, data del mismo año y se erguía en la esquina actual de la 2a. Calle de Versalles y 4a. De General Prim, muy cerca de lo que ahora es la Secretaría de gobernación. Fue construida por los señores Teresa y Cerdán e inaugurada por los toreros “Mestizo” y “Frasquito”, lidiando toros de Atenco.
Del año de 1853 data, entre nosotros, la famosa suerte de banderillear a caballo.

BANDERILLAS Y FILIGRANA

¡Ay, toro, torito prieto! ¿por qué a
Bernardo Gaviño sin piedad dejaste muerto”

En su última corrida le pagaron 30 pesos.
Cuando llegó Bernardo Gaviño a la villa de Allende, Coahuila, el cura párrocó de Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez) que asistió a esa corrida, murió repentinamente en su asiento de a plaza a causa de la emoción que experimentó al ver torear a su paisano. Gaviño murió a los 73 años, el 11 de febrero de 1886, en una pobre vivienda del callejón de Tarasquillo o de Tabaqueros, según dice don Miguel Horta.
Gaviño murió a causa de la gravísima cogida por la espalda que un toro de Ayala le infirió en la Plaza de Toros de Texcoco, alternando con el distro, José de la Luz Gavidia, con cuya cuadrilla formaban el partido del viejo toreo, contrincante de la de José Machio Martínez, introductor del toreo a la nueva usanza española, quien esa misma tarde toreo admirablemente en la placita de Cuautitlán, dando cinco soberbias estocadas, a pesar de lo cual fue silvado porque nuestro pueblo no aceptaba innovaciones.
Ponciano Díaz organizó una corrida a beneficio de los deudos de Bernardo Gaviño, en la Plaza de huizachal, que él había inaugurado en 1881.
Fue ante el Presidente de la República, don AntonioLópez de Santa Ana y de su bella segunda esposa, doña María Dolores Tosta (la primera lo había sido la alvaradeña. Inés García y Martínez Uzcanga, hasta su fallecimiento el 23 de agosto de 1844), cuando el distro tapatío Ignacio Gades realizó por primera vez en México la suerte de banderillear a caballo. Gadea la aprendió de un español de apellido Aguilera, sirviente del virrey Iturrigaray.
Francisco Herrera “Curro Guillén” fue el creador del banderilleo a caballo. Lo ejecutó por primera vez en 1790, en Madrid. También lo hicieron el toluqueño Lino Zamora, de la cuadrilla del matador Braulio Díaz, quien murió asesinado en Zacatecas.
“... Aprovechado discípulo de Gadea y de Román Horta en esa especialidad y demás artes de la charrería fue el popular y famoso Ponciano Díaz; usaba grandes mostachos, que en aquella época eran símbolo de machismo”.
La historia registra que cuando Ponciano fue a España se negó rotundamente a rasurarse el bigote a pesar de las críticas que se le dirigieron. Se hizo famoso aquel grito de: “¡Ahora Ponciano!”, con que lo alentabansus admiradores cuando entraba a matar.
Ponciano eraq nativo de la Hacienda de Atenco. Nació el 19 de noviembre de 1858, siendo sus padres don Guadalupe Díaz González, al que apodaban “El Caudillo”, y doña Jesusita Salinas.
“... Ponciano estoqueó seis toros, obteniendo un éxito delirante como matador caballista. Toreó al lado de don Luis Mazzantini, que era entonces primerísima figura, y tanto éste como su banderillero Ramón López, lo entusiasmaron para ir a España. Ponciano se decide y arregla su viaje, llebando para sus suertes los caballos que le obsequiaron el general don Miguel negrete y don José González Pavón. Se doctora el 17 de octubre, recibiendo la alternativa en Madrid, de manos del famoso Salvador Sánchez “Frascuelo”, que le cedió el toro “Lumbrero”, en una corrida de toros del Duque de Veragua en que también alternó con el ídolo de los públicos hispanos, Rafal Guerra “Guerrita”... José Sánches de neira describió así la faena de ponciano al toro de su alternativa:
“...Fue un berrendo en colorado, con cinco años largos, de muchas arrobas y muy bien puesto de cuerna”. Lo mató Ponciano con una estocada superiorísima, entrando recco, marcando perfectamente la salida e hiriendo en todo lo alto, hasta la guarnición del estoque, al volapié, en las tablas y en terreno a donde muy pocos entran.
Otro magnífico banderillero a caballo lo fue el famoso Arcadio Reyes, Quien ejecutaba otras diversas suertes charras, como antecesor de los renombrados charros que, el 4 de junio de 1921, fundaron en México, la primera Asociación Nacional de Charros.
En 1933 nace también en la metrópoli, la Asociación Metropolitana de Charros, a cuyos elementos e debió posteriormente la funación de la Federación Nacional de Charros.
Debe considerarse al virrey don Luis de Velasco, como el introductor de la charrería en México, cuyos ejercicios ecuestres fueron iniciados en el bosque de Chapultepec, durante su gobierno.
Como detalle curioso para los anales taurinos, deben quedar consignados: el temerario acto de vanderillear en bicicleta que ejecutaba el conocido ciclista don Manuel Tovar, decano de los deportistas del pedal y, el toreo en patines que el de la plaza de “El Toreo” ejecutó, sobre un entarimado ad hoc lacuadrilla del bailarín mexicano Adolfo Areu.
Bueno, para finalizar, en esta metrópoli, la primera corrida noctura se efectuó el 28 de abril de 1887 en la Plaza Colón.
Hay mucho que decir. Por hoy, los dejamos descansar, no sin antes recordar a Edmundo de Amicis, que habla galanamente de la Fiesta Brava:
“... La impresión que deja en el ánimo este espectáculo no puede describirse; es una mezcla de sentimientos de la cual es imposible deducir nada claro; no se sabe qué pensar de él. Por momentos, horrorizados, querrías huír de la plaza y juráis no volver más; por momentos, maravillados, arrebatados, casi ebrios, no quisierais que el espectáculo concluyese nunca; ora os sentís casi presas de un mal; ora prorrumpis en gritos, en risas y en aplausos; la sangre se os hiela, pero el asombroso valor de hombre os exalta; el peligro os oprime el corazón, pero el triunfo os lo ensancha; la lucha enciende vuestra sangre; el centelleo de la espada os estremece; luego, aquellos millares de semblantes, aquél estrépito, aquellos mugidos, aquel silencio profundo, aquellos fragores repentinos, aquella luz, aquellos colores, aquél no sé qué de grande, de fuerte, de cruel, de magnífico, os deslumbra, os aturde, os altera”.



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Corridas y Plazas

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