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Junio 26, 2022 00:17 hrs.

Raúl De La Rosa › diarioalmomento.com

Política ›


La ciencia es la piedra angular para el progreso y el desarrollo que tiene lugar en la vida humana. Siempre se ha desarrollado de distintas formas pero es hasta la segunda mitad del Medioevo que surge la universidad como polo de desarrollo científico, consolidándose en el siglo XVII y desde entonces las universidades quedaron sometidas a procesos de cambios y transformaciones continuas ante las exigencias que plantean las relaciones sociales y sus procesos económicos.

Es claro que a partir del siglo XVIII, con el advenimiento de la primera revolución industrial, que dio inicio a la era de la "sociedad del conocimiento", que las universidades tuvieron el rol social que hasta hoy juegan en la producción y
transferencia de conocimientos. Y es en la segunda revolución industrial que se revelaron, cada vez más, como un componente estratégico en la construcción de una sociedad que enfrenta sus problemáticas de forma metodológica, desde el proceso enseñanza-aprendizaje hasta la creatividad que debe detonar la educación y el consecuente impacto de ésto en las culturas, de allí que las Universidades sean las que aporten los fundamentos clave para el análisis del cambio contemporáneo.

Como consecuencia, las universidades y los centros de investigación especializados, surgidos a partir de ellas, se volvieron el detonador de la tercera revolución industrial, a partir del termino de la 2ª Guerra Mundial, ya que fue un proceso multipolar, liderado por EEUU, Japón y la Unión Europea, esta tercera etapa de la revolución industrial ha quedado vinculada con el término «Sociedad de la Información». No existe consenso en una fecha concreta para determinar su fin. Algunos la finalizan a partir del surgimiento de la PC y el advenimiento de la digitalización: Internet, la nube, coordinación digital, sistemas ciberfísicos, la robótica, las redes sociales digitales y las nanotecnologías; que serían la cuarta etapa de la revolución industrial.

En cualquier caso, el papel de las universidades en los Sistemas Nacionales de Innovación, ha sido el de liderar los procesos de aprendizaje social para la producción de los nuevos conocimientos, creación y/o transferencia de tecnologías. Es decir, desde el último tercio del siglo XIX y hasta hoy, Junio del año 2022, las universidades son la génesis de todos los desarrollos que la humanidad ha tenido y tendrá en el futuro.

Pero ¿cuál ha sido el papel de México y sus universidades en todo ésto? Si tomamos como punto de partida el Calmecac y el Tepochcalli y llegamos hasta la ANUIES (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior) y el CONACYT, podemos ver cómo México, sociedad y universidades, hemos jugado un papel marginal como conjunto social. Hemos estado, lo seguimos y seguiremos estando, supeditados absolutamente del desarrollo científico y tecnológico, primero de Europa y EEUU, y hoy, además de Corea del Sur y China.

Durante las dos primeras etapas de la revolución industrial, si bien estábamos muy lejos de las potencias mundiales, teníamos cierta posibilidad de acortar brechas, pero desde la segunda mitad del siglo XIX y de forma ya muy profunda, a partir de la 2ª Guerra Mundial, México y sus universidades e IES, quedamos no rezagados, sino en estado de indefección científica y tecnológica. Nuestra última oportunidad de quedar "rezagados" y no indefensos en materia de desarrollo científico y tecnológico, fue la década de los 1940s, cuando la posrevolución había consolidado su proyecto de nación. Era el momento en que los Manuel Sandoval, Arturo Rosenblueth y Guillermo González Camarena, estaban cediendo la estafeta del desarrollo científico y tecnológico a los Ernesto Miramontes y Mario Molina. Pero algo nos pasó que a partir de la década de los años 1960s, fue innegable que estábamos en estado de indefección científico y tecnológico. ¿Qué nos pasó?

No podemos alegar falta de infraestructura y equipamiento, sí son insuficientes pero no explican porqué Cuba patentó 5 veces más que México en 2010-2020.

Tenemos un Nobel de Química 1995, pero es un suceso aislado y ajeno al esfuerzo del Estado mexicano, sólo nos queda el consuelo de que fue formado en la UNAM, pero todo su trabajo que lo llevó al Nobel, fue hecho en EEUU y lo recibió en nombre de ese país. Y de acuerdo a la nueva Ley Orgánica del CONACYT, al Plan Nacional de Desarrollo, al sectorial de la Secretaría de Educación Pública, SEP, y el específico del CONACYT y sus homólogos estatales, no hay nada que nos indique que se está haciendo algo, que al mediano y largo plazos nos saque de la indefección científica y tecnológica en la que México está hundido.

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De Manuel Sandoval Vallarta, Guillermo González Camarena y Arturo Rosenblueth Stearns...

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