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Marzo 01, 2016 17:51 hrs.

José Antonio Aspiros Villagómez › diarioalmomento.com

Cultura ›


Según anuncios oficiales, el bosque de Chapultepec, en la Ciudad de México, estrenará en marzo una nueva rueda de la fortuna, después de las dos que tuvo allá por las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado y que fueron retiradas junto con toda la feria que había, luego de un suceso dramático.

El proyecto actual se estuvo madurando durante cinco años. El primer anuncio lo hizo la autoridad local en mayo de 2011, luego dejó de hablarse del tema, y sólo a finales de enero último se retomó en público, cuando ya había avances en la obra que tiene financiamiento de capital privado.

El bosque de Chapultepec está constituido actualmente por tres secciones. Hasta 1964 sólo la primera estuvo abierta a los visitantes, mientras que, por la segunda, pasaba la línea de autobuses de pasajeros La Villa-Tacuba-Tacubaya (o Chorrito-La Villa, que tenía otro itinerario por San Juan de Letrán, hoy Eje Central), y que, quién sabe por qué, les decían “los postergados”.

Según recuerda este tecleador, porque de la mano de su abuela María hizo esos recorridos muchas veces, el camino hacia Tacuba se internaba en el bosque y cruzaba frente al Cárcamo de Dolores, hoy un atractivo para los paseantes porque allí están una fuente con la figura de Tláloc en relieve, y un mural, ambos de Diego Rivera, dentro del edificio del sistema del río Lerma.

Eran parte de “las bombas”, como los abuelos llamaban genéricamente a la casa de bombas que desde principios del siglo XX existía en la municipalidad de Tacubaya, junto a la antigua sede de la embajada de Cuba, por donde ahora se encuentra la Secretaría de Economía (Alfonso Reyes 30) que, por cierto, debido a daños en el inmueble apenas se cambió al Paseo de la Reforma.

Chapultepec y Chimalistac fueron los sitios de paseo dominical de este tecleador, al que de niño lo llevaba su abuelo José Antonio (1879-1952), primero a misa en el templo de San Miguel, y luego a los juegos del bosque, o a ver las aguas impetuosas del río Magdalena, cerca de la estatua del escritor Federico Gamboa y de la capilla de San Sebastián Mártir, donde hay una pintura al óleo del padre Pro, del cual se trató en un reciente “texto en libertad”.

La feria de Chapultepec estaba -según la memoria- junto a las rejas que dan al Paseo de la Reforma, por cuya amplia banqueta entonces sin pavimentar, paseaban grupos de charros en sus elegantes caballos. Había diversos juegos mecánicos y un pequeño trenecito infantil (ver foto), aparte del escénico para niños y adultos que estaba dentro del zoológico.

Cerca, en el cruce de Reforma y Chivatito-Arquímedes, sobre una glorieta estaba lo que, le dijeron al tecleador, era el primer semáforo de la ciudad. La luz preventiva encendía lo mismo para anunciar el alto, que el siga. Lo común entonces era que un agente llamado popularmente “tamarindo”, dirigiera el tránsito en los cruceros subido en un banco de madera, o metido en una caseta metálica redonda y con toldo. Entonces, y por muchos años, los agentes de tránsito tuvieron su “día” y los automovilistas les daban regalos apreciables, incluidas estufas de gas y objetos así.

Bien. Una de las dos ruedas de la fortuna era sencilla y enorme -así le parecía a aquel chiquillo- y, la otra, era doble y giraba sobre dos ejes: uno para que las canastillas subieran y bajaran sobre su mismo radio, y otro para que ambas ruedas estuvieran tanto en la parte superior, como en la inferior.

Una desventura provocó que aquella feria saliera de Chapultepec: un día, uno de los chavales que iban en el carrusel -los famosos “caballitos”- comenzó a llorar y le dijo a su mamá “me mordió el caballo”.

Pero al parecer no le hicieron demasiado caso y, cuando aquella familia salía de los juegos mecánicos, el niño comenzó a echar espuma por la boca y cayó sin vida. Los padres recordaron lo de la “mordida del caballo”, regresaron al lugar y resultó que dentro del animal de madera había un nido de víboras.

Es difícil precisar el año en que sucedió. El tecleador sólo recuerda que sus paseos por Chapultepec fueron cuando mucho hasta 1951. Lo llevaban a través de la colonia San Miguel Chapultepec, por la calle General Cano -en cuyo número 93 vivió la célebre Nahui Ollin-, hasta la avenida Madereros que desde 1957 se llama Constituyentes

O bien por el barrio del Chorrito, porque había una entrada al bosque en el tramo del que luego se apoderó el Estado Mayor Presidencial. Por allí, frente al mercado, vivió el boxeador Trini Ruiz, quien tuvo como “sparring” al escritor Ricardo Garibay y, al morir, su ataúd fue cargado a pie hasta el panteón de Dolores. Nos tocó presenciar esa caravana fúnebre, como también años después sobre la avenida Parque Lira, un desfile de camiones que llevaban un nuevo producto: el refresco Mexicola, que no sobrevivió a la competencia de las marcas poderosas.

En mayo de 2011 el entonces secretario de turismo del Distrito Federal, Alejandro Rojas Díaz Durán, dijo que la nueva rueda de la fortuna sería a la vez un mirador de 360 grados, para ofrecer una vista panorámica de la ciudad. Es el mismo plan que en 2016 dio a conocer el gobierno capitalino.

Es necesario retomar el anuncio hecho hace un lustro, pues Rojas Díaz Durán dijo -tal vez con la torre Eiffel en mente- que “la ciudad necesita iconos que permitan estar en el mapa del mundo”. Es difícil creer que la nueva rueda de la fortuna vaya a ser ese ícono, pues la Ciudad de México ya es identificada por la columna de la Independencia.

Pero el funcionario habló también de que “aquí faltaría una gran sala de conciertos” como en el parque Milennium en Chicago, “que tiene un escenario para obras de teatro, para sinfónicas, actuaciones de grupo y diversas expresiones artísticas”. Lo cual, remueve otra vez la memoria del tecleador, pues el abuelo lo llevaba también al hemiciclo a Juventino Rosas, dentro del multicitado bosque, donde ponían sillas de tijera para escuchar a la Orquesta Típica de la Ciudad de México, que ya existía desde 1884, con un vasto repertorio de música mexicana.

Esta, la música, es un buen motivo para comentar en una próxima ocasión sobre la radio de aquellos años, aunque el tema de Chapultepec aún daría para mucho.

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Impertinencias: ¿a quién, del medio político, invitaría usted a su mesa?



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José Antonio Aspiros Villagómez
Licenciado en Periodismo
Cédula profesional 8116108 SEP
antonio.aspiros@gmail.com

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Drama en Chapultepec, junto a la rueda de la fortuna

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