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Julio 07, 2015 11:14 hrs.

Lilia Cisneros Luján › diarioalmomento.com

Periodismo ›


Una colorada (vale más que cien descoloridas) En medio de la guerra de intereses en que se ha convertido la educación en México –por una lado las instituciones tratando de alfabetizar y trasmitir valores –académicos desde las matemáticas pasando por la historia hasta el entrenamiento para habilidades técnicas- los destructores de la cultura –CENTE, Telerisa, TVasco y demás medios electrónicos- por fin están logrando su cometido de control por la vía subliminal; es decir la destrucción de lo que pudiera ponerle coto a su ambición crematística y sustitución del pueblo soberano por grupos eminentemente conservadores que, a lo largo de la historia de México se han caracterizado como elitistas, dispuestos no solo a despreciar, sino incluso aniquilar a quien no coincida con sus ideas.
El tema central para el lavado de cerebro colectivo es lo de menos, este año el centenario de la muerte de Porfirio Díaz –Oaxaqueño, militar, con facilidad para los “acuerdos”- resulta como un traje confeccionado a la medida para la conducción masiva de escolapios y población adulta ansiosa de contar con algún símbolo que le devuelva el orgullo de ser mexicano. ¿Qué pasaría si en vez de reivindicar al oriundo de una región de la patria que aun hoy tiene altos índices de marginación, se difundiera con igual intensidad las ventajas del cooperativismo[1]? ¿Por qué causas relegamos un decenio internacional de la ONU, que considera a esta forma de organización productiva el mejor camino para la equidad?
Ellos, los del poder y el dinero, subliminalmente nos condicionan al odio –contra los musulmanes, los depredadores de la belleza terráquea, los terroristas que por igual reclutan niños a los que arman o niñas para empezar a procrear desde la adolescencia- en vez de animarnos a evitar estas conductas ¿Cuál es mayor causa para desplazarse lejos de su tierra de origen? ¿Será la guerra por el petróleo o los diamantes, el miedo a ser decapitado o violado, la búsqueda de opciones para la sobrevivencia? o simplemente la posibilidad de blindarse para evitar el castigo por sus acciones.
Es “multifactorial” dicen los investigadores pagados con millones de dólares o euros que la gente común ni siquiera puede imaginar. ¿Cuántos tan o más poderosos de antaño fueron tan o quizá más cobardes, que los cínicos avecindados hoy fuera de México a la sombra de maestrías o doctorados en donde la justicia nacional no los alcance? Porfirio Díaz –ya maquillado con polvo de arroz para mirarse blanco- se exilió en la nación a cuyo ejército se supone había combatido; Díaz Ordaz, fue nombrado embajador en la patria que antaño nos había colonizado, Benito Juárez y Madero vieron en los Estados Unidos el sitio al que podían huir para librarse de calamidades que no controlaban en su momento y el cura Hidalgo, tiene estatuas en todo el país que para nada retratan su conducta bucólica y desordenada según los religiosos de la época. ¿Quiénes pues son los buenos y hasta donde se les permite llegar a los malos?
Centrar la felicidad humana en la acumulación de bienes, da monstruos como el multimillonario Trump. Imaginar que el poder humano puede lograrlo todo trastorna la voluntad colectiva como ya lo demostró Hitler, ocultar lo diabólico que se puede ser cuando se es investido de poder –incluso si tal investidura fue “democrática”- lleva a absurdos como la pirámide Babel en la antigüedad o la modernas torres de Dubai o de paseo de la reforma en la ciudad de México, porque a fin de cuentas, si bien en toda persona hay claro-oscuros, la aspiración de la humanidad es vivir en libertad, paz y armonía.
No son pocos, los que auguran el cercano final de un capitalismo deshumanizado, donde el éxito personal se mide en términos del tener y no del ser, la cultura se convierte en mercancía y la equidad social en pretexto para administrar la pobreza y contar con piezas de retórica manipuladora y de simulación.
¿Por qué no podemos todos disfrutar las bellezas que aun quedan en el mundo, en vez de mirar solo los desastres propiciados por los irresponsables de la época? ¿Qué tal que en vez de una cumbre para analizar el desastre climático, pudiéramos todos asistir a una fiesta de la armonía con la tierra? Mucho más constructivo sería, estar lo suficientemente alimentados, sin presiones fiscales absurdas, sin necesidad de refugiarnos en la informalidad como una salida del desempleo y con el tiempo bastante para ampliar conocimientos virtuales o presenciales acerca de lo que es nuestra casa, colonia, ciudad, nación y planeta. ¿Por qué esperar que nos llegue el tiempo de ser convertidos en galletas verdes[2] o como material idóneo para acudir caminando a los hornos crematorios de donde se generara la energía para los que aun queden habitando el mundo feliz?[3]
Dilucidar si tal o cual personaje es idóneo o no –para gobernar, dirigir u opinar desde los organismos globales sobre lo que debe hacerse en un país ajeno- debería ser producto de análisis informado y no de dádivas para comercializar el voto; porque a fin de cuentas, la realidad y las personas son cambiantes, no solo por su propia evolución sino por como las percibe cada quien según el cristal con que las mire. Lo que si debería de ser una regla común es el respeto a las instituciones, más allá de las limitaciones de quien sea el titular de las mismas.
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[1] “El movimiento cooperativo es una combinación única de productos de alcance global y de negocios que dan respuesta a las necesidades locales. Juegan un papel importante en la reducción de la pobreza al dar acceso a la propiedad y al dar voz a más personas, en las organizaciones y en el conjunto de la sociedad. ONU, resolución 47/90, 16 de diciembre de 1992, Día Internacional de las Cooperativas a celebrarse el primer sábado de julio desde 1995. [2] Como en la película “cuando el destino nos alcanza”.
[3] Aldous Huxley

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El cristal con que se mira

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