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Mayo 04, 2019 00:16 hrs.

Sócrates A. Campos Lemus › diarioalmomento.com

Política ›


HACE ALGUNOS AÑOS realizando reportajes en varias sierras en Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, Puebla, Oaxaca, Chihuahua, Sonora me encontré una forma de operar en muchas escuelas, cuando llegaba a esas escuelas donde los maestros hacían milagros para tratar de enseñar a los niños y mantenerlos con algo de alimento, me comenzaban a platicar sobre las actividades de la región y de los grupos de narcotraficantes, en esos tiempos, ellos no se radicaban en las zonas, tenían contratos con algunas autoridades y campesinos o dirigentes y a cambio de comprarles la droga, les daban semilla, fertilizantes, equipos de riego y, sobre todo ,cada mes, cuando menos, les llevaban un camión surtido de alimentos con maíz y frijol y en ocasiones materiales para construcción, eso era una maravilla para los poblados y teníamos que entender que era la forma en que ellos operaban, les llegaban por el estómago, donde están las lealtades y las insurrecciones.

En varias ocasiones me tocaba ver que en los techos de las viviendas mantenían las ’colas’ de la marihuana para los secaderos y el empaque y para ello utilizaban a los niños y niñas de la zona, mientras sus padres recorrían los campos, los niños cuidaban de la producción y de su atención y así cuando recibían el aviso de que llegaban los soldados a la zona, ellos, recogían las ’colas’ de los asoleaderos y las escondían en el monte o, cuando escuchaban que venían los helicópteros de fumigación hacían eso también. Los maestros en aquellos tiempos estaban preocupados por esas tendencias y nada podían hacer, el silencio era su mejor canal para vivir y poder desempeñar su labor en la educación. Me platicaban que en los tiempos de cosecha de marihuana o de amapola y la rayada de bulbos no coincidía con el calendario escolar y entonces tenía que hacer ajustes que no se entendían en los centros de control administrativo y, por ello, tenían muchos conflictos y problemas de tal suerte que en muchas ocasiones ellos eran obligados por las prisas y los tiempos a trabajar en la rayada de bulbos de amapola o bien en la recolección o siembre de la marihuana. Después, las cosas se fueron complicando de tal suerte que en muchas rancherías los traficantes les hacían las cuentas de nunca acabar, como en la tiendas de raya porfiristas y comenzaban a cobrarles de más por los productos que les llevaba y que ninguna otra autoridad les llevaba para comer en esos lugares tan lejanos y, entonces, comenzaron a distribuir armas, unas para defender los plantíos y otras para robar las cosechas de otros grupos que no eran de los suyos, y así comenzaron las matanzas en todas las sierras del país y se fueron dividiendo los pueblos de acuerdo a los que manejaban y operaban el negocio de las drogas e incluso comenzaron las corruptelas y las complicidades entre policías locales y militares para proteger los plantíos o para destruir otros de la competencia y, en todo esto, cuando los mayores no estaban disponibles por sus propias actividades y los traficantes tenían necesidad de mano de obra abundante, comenzaron a contratar a los menores y después los secuestraban como acontece a la fecha y los llevan a las zonas de pisca o de recolección de goma con tratos inhumanos, desprotegidos y expuestos a toda clase de abusos y de asesinatos que quedan en la impunidad.

Si pensamos en que son millones los niños que sufren hambre y pobreza, marginación, falta de atención médica, escolar, familiar, entenderemos las razones por las que después, en las zonas marginales de las ciudades, donde llegan por oleadas los migrantes y expulsados del campo mexicano, de inmediato se enganchan en el tráfico de drogas o en los grupos criminales, no tienen otra opción, no están capacitados para nada, ellos solamente conocen las drogas, la miseria, la violencia y las armas y de eso se valen y aparecen las pandillas en las zonas donde se concentran grupos de los mismos estados, por ejemplo, en Chalco, Poblanos y del Estado de México y algunos oaxaqueños son los que van formando esos grupos y de ahí se tienen los centros de acopio de drogas, armas, casas de seguridad, se provocan los enfrentamientos para mostrar quién es más fuerte o más agresivo y se hacen las tocadas y las operaciones para los consumos de drogas y las violaciones y los robos y todo lo que este negocio lleva al campo de la muerte y de la violencia y, en ese esquema y realidad viven miles y miles de niñas de niños pobres, angustiados, masacrados, explotados, humillados en todo los sentidos y se acumulan los odios y los rencores y los miedos y con esos elementos matan, se drogan, asesinan, violan y, ellos, no tenían en sus sueños esas tragedias ni las querían pero la realidad los lleva a ese horror y terror.

Y pues que bonito que AMLO invitara el día 30 de abril, ’día del niño’ como invitados especiales a un grupito de niños que madrugaron de más y seguramente llegaron sin alimentos y pues, en vez de atender lo del presidente, las fotografías los mostraron durmiendo y bueno, no pasamos de los discursos y de los actos cursis que pensamos cambiarían en la cuarta, pero no, siguen los mismos usos y costumbres y, claro, los mismo miles de niños sin casa, sin alimentos, sin atención médica, sin seguridad, sin educación y sometidos por la fuerza a la drogadicción, a la violencia, a ser halconcitos y sicarios al tiempo, drogadictos, y estar en las mismas no importa que ahora sea en las zonas marginadas de las ciudades o de los poblados marginados en las montañas a merced de los violentos a los que no pueden dominar las fuerzas del ’orden’, ni tienen idea de cómo llegar a esas regiones donde solamente se ve la muerte en los caminos y la muerte en los campos y ahora, en esas zonas, donde los nuestros salen expulsados por la violencia y el hambre, llegan muchos extranjeros que vienen de vivir en perores condiciones y ocupan las chozas y los campos y continúan con el trabajo de sembrar y recolectar marihuana y goma para que, unos cuántos se conviertan en muy ricos al lado de los banqueros, policías y políticos que les protegen, mientras tanto, seguimos muriendo de balas y de hambre, esa es la realidad…

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