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Agosto 11, 2024 20:38 hrs.
Fernando Irala Burgos › tabloiderevista.com
Política ›
Un extraño encuentro ocurrió el pasado 7 de agosto en Palacio Nacional, cuando el Presidente de la República se reunió con Omar García Harfuch, recién nombrado secretario de Seguridad en el gabinete de Claudia Sheinbaum.
Si el constante acompañamiento de la futura presidenta en las giras del todavia mandatario, a aquélla le han valido críticas de sometimiento, y a éste de estar construyendo un nuevo maximato, la audiencia con un funcionario del próximo gobierno, además en un área de extrema delicadeza, suena por lo menos como una abierta intromisión transexenal.
Lo anterior ocurre, cabe observar, luego de la sorpresiva captura y/o entrega de dos connotados capos del crimen organizado mexicano, Ismael, el Mayo Zambada, y Joaquín Guzmán Lopez, uno de los ’chapitos’, ahora sujetos a juicio en Estados Unidos, episodio del que aún se conoce muy poco, pero que ha dejado noqueado y en ridículo al gobierno mexicano, visiblemente ninguneado por las autoridades de todos los niveles del país vecino, y con una secuela que puede causar auténticos terremotos en las estructiras políticas mexicanas y en la relación bilateral entre ambas naciones.
En un contexto más amplio, estamos a siete semanas de que concluya el sexenio más violento de la historia contemporánea de México, uno en que se han reportado casi doscientos mil asesinatos y más de cincuenta mil desaparecidos, para sumar una cifra trágica de un cuarto de millón de crímenes contra la vida de seres humanos.
¿De qué conversarían el Presidente y García Harfuch? O planteado de manera más llana, ¿para qué mandó llamar Lopez Obrador al flamante colaborador de la virtual Presidenta?, ¿qué asuntos hay en materia de seguridad que deba tratar el primer mandatario, no con su sucesora, sino directamente con el experto?, ¿qué recomendaciones es más cómodo hacer en cortito, sin pedir favores o dar órdenes a quien mandará en el país?
No será fácil saberlo, y en estos rubros es mejor no intentar especulaciones.
Esperemos, por lo pronto, que el Presidente no haya insistido en la fórmula que inauguró con su gobierno hace casi seis años frente a los criminales: ’abrazos, no balazos’.
Ya se vio que los balazos continúan, sin variar mucho ni lo duro ni lo tupido, y que los abrazos no le funcionaron ni a él, y por lo visto, tampoco al Mayo Zambada.
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