1

8,834 vistas

Noviembre 06, 2014 16:11 hrs.

Norberto de Aquino › todotexcoco.com

Periodismo ›


La captura de José Luis y María de los Angeles Abarca es, sin lugar a dudas, un paso importante en la solución de la crisis desatada por los acontecimientos de Iguala y una bocanada de aire fresco para el gobierno de Enrique Peña Nieto. Pero sirve para tener mejores espacios de movilidad, no para declarar resolver los problemas y declarar terminada la crisis.

Es claro que los sucesos de Guerrero, sumados al problema de Tlatlaya, mostraron en toda su magnitud, el problema político nacional. Y la incapacidad de buena parte del gobierno federal para hacerle frente al reto.

Por ello, la captura de la pareja de Iguala es importante. Pero también por ello, es imposible creer que el problema se ha resuelto.

De muchas maneras, el gobierno federal tiene que aceptar que ha perdido dos años. Los dos primeros de su gestión. Y que los ha perdido en uno de los terrenos más sensibles para la sociedad, como es el de la seguridad.

Las promesas de campaña en este campo se perdieron en la nada. Y ante ello, tendrán que aplicarse recetas muy diferentes a las que se consideraron adecuadas. Y lo mismo habrá que hacer con el diagnóstico sobre el cual se trabajó en el primer tercio del sexenio.

En otras palabras, el gobierno de Enrique Peña Nieto tiene que prepararse para un reinicio. Ahora para cuatro años y con exigencias mayores en el terreno de los resultas.

Es cierto, las reformas ya se tienen. Pero no aceptar que la plataforma necesaria para que se pongan realmente en marcha no existe o en el mejor de los casos, está incompleta, es un riesgo muy elevado.

Con este panorama a la vista, la forma en que se resuelva toda la crisis determinará la forma en la que el gobierno peñista habrá de ser recordado.

La solución de la crisis se encuentra en la explicación total, de lo sucedido en Tlatlaya que, por supuesto, difícilmente podría ser la de enjuiciar a tres militares por asesinato. Hay muchas interrogantes que no se han respondido en este caso. Y pensar que el tiempo las enterrará, es dejar la puerta abierta para nuevos problemas del mismo tipo.

Del mismo modo, en el caso de Iguala, una pareja por responsable que sea, no alcanza a cubrir todo el espectro que tiene que aclararse.

Desde el triste y más que penoso papel del PRD y el grupo de Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete, hasta las ligas de los Abarca con Ángel Aguirre y de éste con el grupo político que le respaldó en su traición al PRI y le dio fuerza para alcanzar el gobierno de Guerrero.

Y todo por supuesto, como parte del fracaso del aparato de inteligencia del estado que, supuestamente, tenía la receta para luchar contra la delincuencia organizada, sin tener que fincar todos los esfuerzos en la violencia.

Todo ello, guste o no, obliga a replantear la estrategia. Y para ello no basta un nuevo pacto, o acuerdo como se les dice ahora.

Como paso inicial, se tendría que plantear la respuesta sobre el papel que en el nuevo pacto, se tiene destinado a la sociedad. Las agrupaciones sociales, a las que en estos dos años se les negó no sólo papel en la lucha, sino que no se les aceptó una sola de las críticas planteadas y que hoy sabemos, tenían un enorme sustento.

El gobierno de Enrique Peña Nieto está a punto de recomenzar.

Perdió en muchos terrenos, los primeros dos años. Pero tiene la oportunidad de recuperarse.

Pero para ello, tendrá que tomar decisiones de fondo. Aliarse con la sociedad y mostrar que en el gobierno se sabe cómo inició la crisis, quienes son los responsables en todos los niveles, y que se tienen soluciones adecuadas.

De otra manera, todo lo que veremos será un nuevo “gran acto”, con grandes discursos y sanciones para unos cuantos que, responsables de muchas cosas, no serán los verdaderos culpables de lo sucedido en Tlatlaya y en Iguala.

VER NOTA COMPLETA

Gran acto

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.