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Junio 11, 2019 21:02 hrs.

Armando Fuentes Aguirre › guerrerohabla.com

Periodismo ›


-En nombre de Dios te pido que me digas si eres de este mundo o del otro.

Tales eran las palabras, sacramentales y solemnes, que se debían decir en presencia de alguna sombra, ’bulto’ o aparecido en horas inopinadas, sobre todo de la noche.

Mi generación todavía creyó en ’los espantos’. Gocé de niño el dulce terror de las narraciones contadas por viejas criadas sentadas a la puerta de la casa, cuando las sombras habían caído ya y salíamos a la banqueta –acera o escarpa, se dice en otras partes- a escuchar esos antiguos relatos en las antes frescas y solitarias calles de Saltillo. Cosa de todos los días eran también esas historias en las vacaciones pasadas en el rancho. Junto al fogón de las cocinas campesinas los viejos daban voz a cosas que juraban ’por ésta’ haber mirado, o que a su vez oyeron de labios de sus antepasados.

Entre los muchachos de hoy ya nadie sabe qué significa la palabra ’relación’. Esa palabra servía para designar un tesoro enterrado por alguien cuya alma en pena volvía al mundo, pues mientras el tal tesoro no era hallado su ánima debía vagar por el mundo como castigo a sus pecados, y sólo descansaba con el hallazgo de la relación. Ésta consistía casi siempre en monedas de oro guardadas en un cajón o una olla de barro. La persona a quien el alma en pena se manifestaba debía ser alguien sin ambiciones, dispuesto a compartir su riqueza con el prójimo. Si buscaba la relación con intención avara, o para emplearla solamente en su beneficio, entonces encontraba las monedas de oro convertidas en trozos de carbón o en un fino polvillo de cenizas.

En verdad la palabra ’relación’ aludía al relato de la historia de aquel tesoro y de la desastrada muerte de aquel que lo ocultó, pero por extraña metamorfosis el término pasó a significar el tesoro mismo.

-¿Cuál es el origen de la fortuna de Fulano?

-Es que se halló una relación.

Hay frases hechas que uno se siente obligado a decir. Antes, cuando los albañiles hacían un trabajo en casa de alguien, el dueño les preguntaba siempre, con sonrisa consabida:

-¿No han hallado la relación?

-No, patrón -respondía el máistro con la misma sonrisa obligatoria-. Todavía no aparece.

-Si la encuentran avísenme -decía siempre el propietario.

Ya no hay historias de aparecidos en estos tiempos de hoy. Hay nada más historias de desaparecidos por cosas de secuestros o fugas. Ya no hay tampoco ’espantos’. Y qué bueno, pues si uno se me apareciera no sabría yo qué hacer. Le espetaría, sí, la pregunta que cuando niño aprendí para esos casos:

-En nombre de Dios te pido: ¿eres de este mundo o del otro?

Si el ’bulto’ me respondiera que era del otro mundo, santo y bueno. El problema sería que me dijera:

-Soy de éste.

Y es que los espantos de este mundo son más peligrosos, mucho más, que los del otro.

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