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Agosto 21, 2019 16:10 hrs.

Samuel Schmidt › Emmanuel Ameth Noticias

Política ›


En una ocasión un colega me mostró como su perro estaba limitado por una falsa barrera ideológica. El perro se paraba frente a una cerca de 3 filas de alambres de las que una de ellas le daba a los ojos y creía que eso le bloqueaba el camino, el perro nunca huyó, se mantuvo viendo fijamente el hilo que lo frenaba y permaneció confinado al contorno marcado por la barrera.

Aunque la analogía era graciosa tenía una fuerte carga explicativa.

Usualmente la gente tiene ante sí barreras ideológicas que no le permiten ver más allá, un slogan, un cliché o una idea lo frenan para que no avance y la encierran en un contorno valorativo y simbólico del que no se pueden mover.

Ejemplos hay muchos y variados. Desde aquellos que defienden curas pederastas porque no todos son iguales y porque son problemas individuales, excepto que son protegidos por la jerarquía para seguir haciendo de las suyas; hasta los que atacan a un gobierno siguiendo las líneas trazadas por una campaña de odio que busca desestabilizar a toda costa. Apareció por ahí una andanada contra el socialismo en países cuyo presidente está muy lejos de esta doctrina, pero no basta conocer que es el socialismo, lo que cuenta es atacar y quedarse igual que el perro, mirando la consigna que lo aísla del mundo exterior y la realidad.

Para Marx la ideología era la distorsión de la realidad. Al perro le construyeron una realidad que prevenía que corriera libremente, no importa que tan sólida fuera la barrera sino lo efectivo de su existencia; a ciertas personas les construyeron un discurso de odio que prevé que piensen libremente sobre las ventajas y desventajas de plantear la lucha contra la corrupción y se apresuran a promover críticas insensatas. Le reclaman al gobierno que no encarcele a los corruptos del pasado, pero cuándo encarcela a una de las responsables de uno de los grandes desfalcos levantan la voz repitiendo principios legales que no entienden, lo que cuenta es atacar al gobierno y seguir encerrado tras el hilo ideológico.

La ideología es la composición entre las visiones de vida y de mundo. Alrededor de éstas se decantan algunas de las polémicas actuales. Para muchos la cuestión del aborto es una cuestión moral y de significación religiosa porque para ellos solamente dios da la vida y la puede quitar, acaso dios en su magnificencia aprueba el embarazo producto de una violación, y aprobó que la mujer victimizada será re victimizada al forzarla a ser madre y tener en ese producto indeseado el recordatorio de las muchas injusticias a las que fue sometida, o el ancla que la frenará ante el rechazo social y la dificultad económica; para otros es una cuestión política en la que se debe poner en primer plano el derecho a la mujer a decidir sobre su cuerpo y yo agregó, el derecho de la pareja a determinar el tamaño de su familia, a final de cuentas ellos enfrentarán el peso económico de tener una familia de tamaño inadecuado para ellos. Cada quién debe tener la libertad de planear su familia.

Meter en el debate la cuestión del cielo y el infierno es una falacia, criminalizar el aborto y forzar el embarazo viola la libertad de las mujeres; cancelar el derecho a abortar debe conllevar la obligación social y política de atender económica, social y psicológicamente a las mujeres con hijos indeseados.

Un debate ideológico central consiste en la distribución de la riqueza que arranca en la definición de su creación. Muchos empresarios sostienen que ellos arriesgan su capital, en contraparte se sostiene que la riqueza la genera quién produce materialmente las cosas. Ambos polos se requieren, no existen el uno sin el otro a menos que se cumpla la utópica desaparición de la propiedad privada, lo que implica que debe haber un cierto equilibrio en el reparto de la riqueza generada. Es inadmisible que un empresario tenga varias casas y un mundo de excesos que inclusive son riesgo médico, mientras que sus empleados carecen de la alimentación básica para una vida sana.

Causó sorpresa la noticia de una empresa italiana que le da un receso de 90 minutos de descanso a sus empleados para que consuman un almuerzo suculento y subsidiado, porque abundan los empresarios que recortan los tiempos de descanso, que si pudieran reducirían el salario a lo muy mínimo, y aumentan los castigos para sostener una ’disciplina’ fabril que le arrebate el libre albedrío a sus empleados. La ganancia por arriba de la dignidad. El espacio de trabajo como terreno autocrático dónde la libertad y la democracia se eliminan a favor de la ganancia. Un mundo muy lejano a la democracia que ha costado tanto trabajo construir.

http://www.colloqui.org/colloqui/2019/8/19/ideologa

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