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Mayo 27, 2022 01:34 hrs.

Raúl De La Rosa › diarioalmomento.com

Política ›


El Estado mexicano lleva 52 años, al menos en sus programas y planes gubernamentales, intentando lograr un desarrollo en Ciencia y Tecnología (CyT), cuando menos modesto, pero año tras año, sexenio tras sexenio, no lo logra. Ni a nivel federal y mucho menos a niveles estatales y/o municipales.

De hecho, en forma sarcástica podríamos decir que el fracaso en CyT contaminó a la seguridad pública. Ambas política, planes y proyecto de Estado son por demás fallidos a niveles dramáticos.

En CyT no hay patentes y las que llegan a surgir son tan fuera de tiempo o verdaderamente importantes, que no logran detonar un solo sector productivo de la economía nacional, vamos, ni siquiera una sola industria o alguna marca nacional. ¿Por qué? Porque el problema, como rezaba el refrán de moda entre 1975-2005: La corrupción e ineptitud, somos todos...

No nada más pasa por gobiernos ineptos y/o corruptos, que los ha habido, sino que también pasa por una burocracia federal, estatal y municipal; por severas improvisaciones en la educación, desde la básica hasta la superior; por una falta real de inducción y fomento de Investigadores; por un desastroso Sistema Nacional de Investigadores; un empresariado sin responsabilidad social ni vocación de construir empresas o marcas líderes del mundo; y desde luego, por una sociedad que no se ha visto en la necesidad real de entrar a la economía del conocimiento y ello sienta las bases de una trágica "fuga de cerebros". Eso nos lleva a variar los datos cada trienio o sexenio, pero manteniendo la constante acción descendente que nos hace depender tanto e inequívocamente de EEUU, Europa y el Asia-Pacífico.

La Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i) en México se encuentra en una situación tradicional y endógenamente crítica; los números de todo diagnóstico o evaluación no mienten. Por dos siglos nuestro país hecho del déficit en I+D+i nuestro sello distintivo. Cualquier base de datos de la OCDE, BM, FMI, UNESCO, CEPAL, OMPI, INEGI, CONACYT, etc., nos lleva a resultados iguales.

Si tomanos sólo una base de datos, por ejemplo, la de la OCDE, en comparación con el promedio de países miembros de ésta, México invierte 8 veces menos en investigación y desarrollo (I+D), cuenta con una plantilla de investigación 9 veces menor, publica 5.5 veces menos artículos de investigación, y sus residentes realizan 20 veces menos aplicaciones de patentes en las principales oficinas de propiedad intelectual. Pero ésto sólo es la muestra de todo el caldo de cultivo que nos tiene en la ignominia de la economía del conocimiento. La falla es estructural del deficiente "edificio" institucional y organizacional que soporta la CyT en México y que nos ha colocado en los últimos lugares de absolutamente todas las mediciones internacionales de innovación y competitividad.

Y no es solo un problema de dinero, porque el que ha llegado se ha utilizado para todo, menos para I+D+i, es algo mucho más profundo y ramificado a toda la sociedad mexicana que no permite empujar, siquiera, la gestación de una economía del conocimiento.

Tanto gobierno como gran parte de la comunidad "científica" hacen política y turismo, pero no ciencia. No publican, no patentan...

Eso nos lleva a situaciones de dependencia de los EEUU, el T-MEC, Canadá, Europa y Asia-Pacífico, en ese orden, que son, cuando se adentra uno en los números, un horrendo pero adictivo camino del subdesarrollo.

Para muchos, ésta situación es responsabilidad del gobierno y nada le reprochan a la iniciativa privada, siendo que el éxito en CyT de un país es el cúmulo del esfuerzo de distintos actores, el resultado de la interacción de un grupo de actores heterogéneos, incluyendo el sector privado, el gobierno, las instituciones académicas, y la sociedad civil; en pocas palabras, de la formación de un medio ambiente de innovación.

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Inercia descendente en ciencia y tecnología durante 1970-2018... y nada indica que en este sexenio se esté haciendo algo para desacelerar el descenso

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