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Junio 04, 2022 20:18 hrs.

Raúl De La Rosa › diarioalmomento.com

Política ›


La Industria Farmacéutica, IF, mundial es el mejor ejemplo de Investigación-Desarrollo-Innovación (I+D+i). Hasta el año 2010 invertía alrededor de 20 mil millones de dólares gringos anualmente, en investigación científica e innovación. Ello genera una cadena de producción y empleo, que es muy difícil de que sea igualada por otra industria de base científica y/o tecnológica, con el enorme agregado de que ha logrado que sus investigaciones de medicamentos tradicionales y nuevos se caractericen por sus altos estándares de calidad y con algo que pareciera ser difícil de lograr y más de creer y ver: la neutralidad científica, conseguida a través de sus ensayos clínicos controlados. Lo que le ha permitido estar a la vanguardia en investigación e innovación científica y tecnológica, además de obtener eficacia y seguridad de sus productos bajo la reputada garantía de sus estrictos controles de investigación y producción, impuestos por organismos gubernamentales y continentales "prestigiados", como la Food and Drug Administration, FDA de EEUU, y la European Patent Office, EPO.

La IF representa prácticamente todas las compañías farmacéuticas que tienen entre sus objetivos la I+D+i de nuevos medicamentos. Las medicinas modernas pueden manufacturarse sólo a través de procesos de I+D+i muy complejos y en múltiples etapas que requieren años y a veces varias décadas de trabajo discipliando e inversiones multimillonarias.

Y como la IF une bajo el mismo techo todas las funciones necesarias para el descubrimiento, desarrollo, manufactura y distribución de un medicamento, es evidente su acción oligopólica. Aunque todo es a primera vista un círculo virtuoso, mas sin embargo... sí hay un pero... un gran, enorme y determinante pero...

La tarea farmacéutica es realizada por empresas con fines de lucro, públicamente negociadas en las principales bolsas de valores del mundo y obviamente están obligadas con sus accionistas a darles jugosas ganancias por su capital invertido en ellas. Y eso nos lleva a un debate mal planteado por el presidente de Mx pero indudablemente determinante en nuestra calidad de vida; pero como lo planteó mal se perdió en la visceralidad de la política mexicana.

Obviamente no hay ciencia neoliberal, nazi, comunista, populista, monarquica, teológica, agnóstico o de cualquier adjetivo. Lo que sí hay es un sistema de creación y distribución del conocimiento humano y sus beneficios, o falta de éstos. Bajo el sistema de la economía de mercado todo es negociable y sujeto a la acumulación de capital. Y si bien ello no es en sí mismo un defecto, en ciertas cuestiones del desarrollo sustentable sí es una distorsión. Desde ese marco se entiende porqué la manera de descubrir y desarrollar nuevos medicamentos por la IF están determinados a servir a un trinomio qué de niega a ser factorizado: intereses científicos, intereses sobre la salud humana e intereses pura y exclusivamente económicos. En otras palabras, la industria debe descubrir y desarrollar medicamentos que tengan una rentabilidad satisfactoria para sus inversionistas, dirían en mi pueblo, que ’valgan un poquito más de lo que cuesta producirlos’. La IF de hoy en día tiene dos pilares fundamentales: el científico y el de la salud humana; pero un sólo cimiento: la alta rentabilidad económica.

Sí cuenta la efectividad y seguridad del medicamento pero su plusvalía es determinante. Es decir, para la IF no basta que el medicamento sea efectivo contra una enfermedad, esa enfermedad la debe padecer un alto porcentaje poblacional, además, si el medicamento no es sujeto de una alta rentabilidad, simplemente será relegado de la I+D+i, lo que nos concluye qué el tamaño de la población a la que va dirigido el medicamento a investigar o producir es decisivo para que se desarrolle o no. Y aquí es donde entra el cuestionamiento al modelo neoliberal.

Lo anterior entra en grave conflicto con pacientes o grupos de portadores de enfermedades poco comunes o sin poder adquisitivo. Y el Estado no es capaz de responder o de subsanar tan lastrante carga para la salud pública. Las dos etapas de un medicamento son: la I+D+i y la mercantilización o rentabilidad del mismo. Pero la rentabilidad no está determinada por la I+D+i, sino a la inversa. El que exista o no un medicamento, una nueva molécula, no depende de su originalidad (eso está implícito en el proceso), sino de sus propiedades atractivas para una rápida rentabilidad. Es decir, no basta con innovar, sino que hay que ganar mucho dinero, por ello es que la IF siempre busca preservar la patente a través del desarrollo de su efectivo sistema de gestión de patentes ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, WIPO por sus siglas en inglés. Y ello nos lleva a una variable más de la distorsión, el de que un medicamento sea I+D+i paralelamente a su comercialización, es decir, el proceso de desarrollo del medicamento, en lugar de funcionar secuencialmente, siendo primero una etapa y después la otra, para la IF todo se debe trabajar en paralelo y así ahorrar el mayor tiempo posible en la etapa de I+D+i, que se traduce en el ahorro de cientos o miles de millones de dólares gringos.

¿Qué avala el planteamiento anterior? Según datos de la WIPO, la IF aporta cada decenio el 18% del total de patentes registradas en el mundo. Ello explica que en el año 2018 la caducidad de la patente de producción exclusiva de 12 medicamentos de marca en Europa, le supuso una rebaja de 22,800 millones de euros en ingresos netos a la IF. Pero también hay una variable más, que sólo 10 empresas y/o laboratorios farmacéuticas controlan el 75% del total de patentes registradas ante la WIPO.

Así las cosas, el debate que se planteó mal de origen, debe retomarse con absoluta seriedad. Sobre todo en el seno de las universidades, ¿de México?

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La Industria Farmacéutica, entre la salud publica y la acumulación de capital

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