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Septiembre 01, 2019 12:17 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


Algo sucede con algunos integrantes del gremio periodístico poco acostumbrados a ser críticos ante el gobierno y ahora hasta lo que no existe, ni se dijo es motivo de tema para ellos.


En México la prensa se volvió crítica a raíz del retiro del subsidio que los funcionarios públicos otorgaban por millones a los medios, los directivos y hasta a los reporteros y fotógrafos. No lo ocultan y hasta lo hacen público más allá de las evidencias diarias.


Ante el cierre de varios medios que vivían del presupuesto no falta algún comunicador que afirme que la desaparición de más de 300 medios sea una medida gubernamental contra la libertad de expresión.


Llama la atención poderosamente la manera de algunos trabajadores de los periódicos que adoptan la mentalidad de empresarios y lo que le sucede a su empresa, les afecta a ellos, aunque en la realidad no sea así.


Los periodistas nunca realizaron una marcha por los bajos salarios, que se completaban con el chayo. Ahora salen a las calles a exigir protección y al rato marcharán para que los medios se restablezcan económicamente, cuando en realidad nunca debió haber medios de comunicación dependientes económicamente del gobierno. Costumbre que algunos han hecho religión y por ello el descontento en todos los niveles de la comunicación, desde luego que hay excepciones.


Los medios no eran un reflejo de la realidad sino una fábrica de noticias a la medida de las necesidades del poder político y económico.


Lo que llama la atención y que debió ser, en su momento, causa de que tomaran las calles fue pugnar por mejores salarios. El gremio periodístico es de los más mala pagados, precisamente porque el medio pagaba sólo una parte de su sustento y el chayo completaba el gasto familiar. De todas maneras tanto uno como el otro provenían del mismo origen: los impuestos de los contribuyentes.


Los bajos salarios de los trabajadores de los medios nunca fue motivo de inconformidad, se hacía la pantomima de huelgas que duraban dos o tres días para volver a la armonía de los medios.


Era más rápido, efectivo y conveniente luchar por un espacio en la lista de las dependencias de gobierno que exigir aumento de salario. El chayo no les generaba impuestos aunque hayan sido producto de éstos


Así, empresario de medios y trabajadores vivían a gusto en una complicidad que algunos imaginaron lícita en nombre de la libertad de expresión.


Ahora, que el subsidio ilegal se les corta, incluyendo guardaespaldas pagados por la población, claman violación a la libertad de expresión. Los premios de periodismo se otorgaban a los comunicadores más obedientes y no a los que más investigación o profundidad tenían en sus trabajos. Es decir, los premios de periodismo estaban más cerca del chayo que del reconocimiento a la labor profesional.


Esta perversa complicidad hicieron que muchos mexicanos creyeran vivir en un país que no existe ya hora que se les muestra la verdad consideran que antes estábamos mejor. Es decir, prefieren creer vivir en un país que no existe a ser conscientes de la verdad, porque la realidad de México ahora les obliga a participar en su recuperación, actividad en la que nos están acostumbrados muchos ciudadanos y m menos aún los periodistas convencionales que alababan incondicionalmente el gobierno en turno.


Algunos trabajadores de los medios nunca tuvieron conciencia de su segmento de la división del trabajo, jamás consideraron que el poderoso director o patrón fuera injusto, se sentían parte de su manera de pensar, de su forma de trabajar, de su manera de ser, todo menos similitudes en su manera de vivir. Ahí había una abismal diferencia de al que nunca parecieron darse cuenta los trabajadores de los medios.


A pesar de todo esto insisten algunos en llamar atentado a la libertad de expresión la paulatina desaparición de medios, de todas dimensiones y antigüedad, que sin credibilidad ni presupuesto seguramente seguirá extinguiéndose.

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La nostalgia del chayo

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