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Julio 18, 2015 17:38 hrs.

Araceli Ordoñez Cordero › diarioalmomento.com

Cultura ›


Creció a la orilla de una brecha, sin árbol que la proteja,
el intenso calor la azuzaba pero una gota de sus ojos endulzaba cada caída…

Las cándidas miradas que de ti recuerda, esa voz de inocencia, esas pequeñas manos que cubrían su alma, esa sonrisa que sin ser forzada se adentraba a su pecho, esas añoradas horas que compartía en sus labios, que con suavidad pronunciaban tu nombre, eso, eso ahora duele. Una sensación de vomito al sentir tu mano sucia, cómo puede perderse la luna en el lago, desnudo de nubes, cómo puede mandar la oveja al lobo, cómo puede ser virgen la prostituta, cómo puede ser amor la lujuria, cómo olvidar la vida si de ella vivir quisiera…
Unas arañas en tu masa gris, una grisalla mal fundada, un gris que se posa en el blanco, que empaña los anteojos, que agrisa los colores que otrora fuesen arcoíris, donde volaron, donde construyeron sueños, donde se miraban en ese futuro inmediato… Ella no puede llorar, sus lágrimas son humedad que no necesita el pantano, cada cosa que cae es devorada, entre podredumbre ha quedado tu recuerdo.
Aquella flor nunca vio tu máscara, te acariciaba con seda, mientras tú la transformabas, tejías orgías, donde la danza de hilos prohibidos corría por las pendientes esas donde una y dos o tres veces se lapidó para ti, esa pequeña flor sonreía al puerco de pezuñas suaves. Cómo duele leer un libro no escrito, sus historias mienten, laceran a la tinta que en espera estaba, el silencio hoy se cuelga entre las paredes que cobijaron noches, se cuelga la reata que cansada esta de besarle el cuello. ¿Valdrá la pena morir por un leproso?
He muerto al golpe de tu sexo
Ella se duerme entre pastizales que devora la maquina, ella no se apaga se marchita con el tacto de tu hocico, no des-flores a los cerdos, se dice… ella nunca vio el canto de los grillos merodeando la luz, y ahora; entre escuetos mensajes de aquella paloma que sin alas se arrastra y en el pico lleva mierda se posa como la hoja seca sobre el ventanal, se deja llevar por el susurro del viento deseando llegar a su pecho, pero las patas del animal, han desojado esos días pretéritos, ese con que te cubres, ese que te ha poseído y que no importa el cómo o el porqué, solo deseas usar tu nueva herramienta de hombre, como cada mancho que se carga en lo genes.

La rosa / adorno entre las piernas
tocada con el pensamiento
muerta aún sin nacer



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La bucólica flor se apaga

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