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Febrero 13, 2015 21:47 hrs.

Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Política ›


(Con gratitud al cardiólogo Pedro Iturralde Torres)
Lic. Benito Juárez García
Presidente de México
Palacio Nacional
Presente
Del médico Víctor M. Díaz de la Vega
Casa del Corazón.
Guamúchil, Salvador Alvarado, Sinaloa. México.
Sr. Presidente Juárez:
Distraigo de su atención y tranquilidad en su recinto de inmortalidad republicana del supremo aposento, donde moran los hombres que trascendieron en vida terrenal y que nos dejaron una suprema lección de valor cívico.
En su sensible fallecimiento el 18 de julio de 1872, hace ciento cuarenta y dos años, me permito informarle que he concluido una investigación médico científica y esgrimir así, las causas que con evidencia científica, originaran su muerte. Las consideraciones previas de diferentes autores y corrientes ideológicas, han señalado que su fallecimiento, ocurrió a consecuencias de algún veneno de acción mortífera proporcionado en sus alimentos.
Tal acción, se atribuyó al clero, como una especie de venganza por haber establecido las Leyes de Reforma que inconformó sobremanera al clero en América y Europa. Esta hipótesis a la luz de las investigaciones médicas correspondientes, no tiene sustento alguno. He revisado con acuciosidad y gran meticulosidad los dichos de sus médicos que le dispensaron en atenciones previas a su muerte: Ignacio Alvarado, Gabino Barreda y Rafael Lucio. He leído los apuntes de Pablo Santacilia que describe las actividades realizadas por usted, pocas semanas antes de sucumbir así como, las efectuadas un día antes y el día de su deceso.
Para tal objetivo científico, evalué las Notas del periódico “El Federalista”, así como lo que publicó el “Siglo Diez y Nueve” sobre este lamentable acontecimiento que enlutó a la nación. Finalmente, me permití revisar su acta de defunción de la cual dio testimonio el Juez Tercero del Estado Civil, y el certificado de defunción expedido por los médicos que asentaron en ella, las supuestas causas que originaran su muerte. Juárez García

Los hechos Sr. Presidente Juárez, con el debido respeto y las más altas consideraciones que usted me merece, son los siguientes: Desde que abandonó su humilde Pueblo de Guelatao hasta concluir su vida, estuvo usted en forma permanente bajo intensas presiones, para primero sobrevivir, después superarse en el ámbito profesional y más tarde, sus luchas hacia el interior del país y soportar las guerras e invasiones del extranjero.
Vivió usted a lo largo de su vida, perseguido, constante acosado y traicionado hasta por los mismos suyos. Sólo su inquebrantable fe y amor a la patria, lo mantuvieron en vida. Serían largos e innumerables Sr. Presidente, describir los pasajes azarosos de su agobiante pero fecunda existencia, los diferentes sufrimientos que le embargaron como la pérdida de sus seres más queridos, entre ellos, la muerte de su señora esposa: Doña Margarita Maza de Juárez, que precedió su deceso pocos meses al suyo.
Agobio, cuando en un embeleco o venganza en la ciudad de Oaxaca, algunos ciudadanos conservadores y detractores de la ley, hicieron que su persona fuera encarcelada.
Pesadumbre, cuando tuvo en compañía de otros ideólogos de la reforma, exiliarse en la ciudad de Nueva Orleáns, desempeñando los trabajos más rudimentarios y que les permitiesen sobrevivir en la adversidad. Más carga emocional en su itinerante presidencia, hasta establecerse en Paso del Norte.
Peligro, cuando fue hecho prisionero en palacio de gobierno de la ciudad Guadalajara por una guarnición de soldados contra su causa y que comandaba Antonio Landa. Don Guillermo Prieto, hubo de interponerse y expresar entre usted y el pelotón: “Los valientes no asesinan”. Salvó así, unas vez más su vida.
Fatiga, la de soportar por años la guerra civil, entre liberales y conservadores, hasta enfrentar la última batalla cuando corría el año 1860 en Calpulalpan y como parcial respiro, entrar triunfante a la Capital de la República a inicios del año de 1861, concluyendo así, las Leyes de Reforma.
Con este triunfo Señor Presidente, las Leyes de Reforma y la Constitución de 1857, fueron los estamentos jurídicos e instrumentos políticos que permitieron consolidar el ordenamiento del país. Se esbozaba así, el futuro que México requería, sin saber que mayores peligros cernían sobre la joven república.
Sr. Presidente, al día siguiente, el 19 de julio a las 17 horas, los Notarios Públicos Crescencio Landgrave y José Villela, a solicitud del ministro Lafragua, certificaron el dicho de los Doctores: Ignacio Alvarado, Rafael Lucio y Gabino Barreda, ellos en el certificado de defunción, asentaron que usted murió de una "Crisis del Gran Simpático". La historia hace referencia que la causa de su muerte, se debió a "Angina de Pecho".
Ha transcurrido cerca de un siglo y medio de su sentido deceso. Los avances científicos desde ese tiempo a la actualidad, han sido un verdadero prodigio. Primero, es pertinente aclarar que a la luz de todos estos adelantos, su causa de muerte no correspondió a una "Angina de Pecho". Este término fue acuñado por un médico Inglés llamado William Heberden (1710-1801).
En la actualidad sabemos que la "Angina de Pecho" corresponde a las molestias que una persona pudiese tener por falta de circulación parcial de sangre en el músculo del corazón, es un síntoma y no puede ser atribuido como una causa directa de muerte. Los síntomas y signos que usted tuvo el día de su lamentable y sentido deceso, Sr. Presidente, correspondieron a un Infarto Agudo del Miocardio.
Con todo respeto, le informo que se manifiesta sorpresa, cómo una persona de origen zapoteca pudiese enfermar del corazón. En base a los estudios genéticos y en el decodificado "Genoma Humano", apoyan lo descrito.
Sin embargo, otras razones pueden originar que el corazón se desgaste, enferme, deteriore y provoque el temido Infarto Agudo del Miocardio. Este término científico lo acuñó en Chicago, Illinois, USA, James Herrick en el año de 1912.
Cierto, Sr. Presidente, la mañana del 17 de julio de 1872 se encontraba usted en el salón Iturbide del Palacio Nacional, escuchaba las noticias del día en voz del director del diario oficial, Sr. Balandrano, cuando en forma súbita sintió usted una opresión en el pecho, intensa, dolorosa que lo obligó a suspender la lectura, para continuar tiempo después cuando la molestia yugulaba. Este incidente, marcaría el inicio de una serie de dolores que se presentaron en forma más intensa, continua y se prolongaron al día siguiente. Imposible mitigar las crisis dolorosas. Sr. Presidente, no fue suficiente el agua hirviendo que aplicaron sobre su pecho y que usted soportó con gran entereza. Solo usted y su sufrimiento, sin contar con los potentes medicamentos que tenemos en la actualidad para mitigar el dolor.
Sorprende cómo en fase de sufrir las intensas molestias, tuvo usted arrestos para tener acuerdos con diferentes ministros de su gobierno, aferrado y cumpliendo a cabalidad con su mandato constitucional.
Lamento informarle, Sr. Presidente, que posterior a su muerte y donde nos dejó usted una suprema lección de valor cívico, el país se ha incendiado en varias ocasiones, no en una lucha entre liberales y conservadores, la disputa ahora, tampoco son de ideologías y principios, son de poder y dinero. Hemos perdido en forma repetida el rumbo. Sr. Presidente, las reformas y constituciones donde usted participó y otra que se elaboró en 1917, no han podido los encargados de aplicar las leyes, domeñar a la violencia y establecer el orden constitucional.
Penden nuestras vidas en los tiempos actuales, de un frágil hilo que en cualquier momento, puede ser cortado por balas de una vorágine de salvajismo.
Esto, Sr. Presidente, es el país que ahora tenemos, más violencia que las guerras civiles que usted presenció y otra, llamada Revolución Mexicana que provocara su antiguo colaborador: General José de la Cruz Porfirio Díaz Mori.
Descanse en paz, Sr. Presidente, lo puede hacer en el sentimiento del deber cumplido como ciudadano ejemplar y excepcional Presidente de México. Es por ello que la patria, ha erguido un ara encomiable a su memoria. Con mis más atentas y respetuosas consideraciones.
Dr. Víctor M. Díaz de la Vega
craveloygalindo@yahoo.com.mx

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