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Septiembre 10, 2024 23:50 hrs.

Raúl De La Rosa › diarioalmomento.com

Política ›


Si la desertización es un problema que preocupa a la comunidad científica que se dedica a la sostenibilidad y producción de alimentos, desde hace un siglo... Y si según un estudio de la ONU nos dice que cada año, el desierto se traga unas 24,000 millones de toneladas (Ton) de suelo fértil, sobre todo en los ecosistemas áridos, que representan el 41% de la superficie del planeta, Israel es el claro ejemplo de qué se puede lograr, pues su Instituto Jacob Blaustein para la Investigación del Desierto, que en realidad es una red de centros científicos, creados por el Estado israelí para recuperar o ganarle terreno al desierto Neguev.

Pues ya son varias décadas de investigaciones israelitas que han conseguido auténticos milagros en un país compuesto en un 95% por tierras áridas y en el que, de hecho, el Neguev acapara un 60% de su territorio nacional. Algunas de las técnicas que han desarrollado los israelitas para convertir en suelo fértil, el suelo del desierto, han permitido que Israel tenga repartidos por el Neguev muchos _limans_ («abrigo costero» o «medio húmedo», lagunas propias del curso bajo de los ríos europeos aledañas a las costas que presentan características hidrológicas específicas de la zona y en el que eventualmente pueden desaguar ríos), arboledas plantadas en torno a micro-cuencas hacia las que canalizan el agua de las _riadas_ (avenidas, inundaciones, crecidas); desarrollan cosechas con alta tolerancia a condiciones extremas, implementan sistemas de riego más adecuados para el desierto... Y así, hasta sustentar una milagrosa y lucrativa actividad viticultora en la zona, entre muchos otros cultivos.

Curiosamente en Europa los invernaderos del poniente de España también han desarrollado sistemas de optimización del riego, pero con una diferencia respecto a Israel, que creó un sistema de tuberías que recorren todo el país para llevar el agua tratada o desalada a donde se necesita, mientras que en gran parte de Europa lo que hacen es esquilmar (empobrecer, disminuir, arruinar, arrasar, agotar, exprimir, destruir, dañar, explotar) los acuíferos. Y es precisamente por ésta esquilma, en Europa y resto del mundo, que la reutilización del agua es el único futuro viable de la raza humana, junto con la desalinización, ya que permiten aumentar la disponibilidad de agua pese al cambio climático. Y en ambos casos está puesto el foco de la innovación.

El problema de la desalinización es que es caro producir agua y, sobre todo, es caro transportarla lejos de la costa, por lo que reduce la rentabilidad de las cosechas. En cambio, potenciar la regeneración requerirá desarrollar sistemas cada vez más eficientes y baratos para eliminar del agua tratada metales pesados, sustancias químicas, antibióticos... imprescindible si se quiere reutilizar en cultivos o para consumo humano. Todo un desafío, aunque en el año 2019, el 93% de las aguas residuales de Israel fueron depuradas y el 86% se reutilizaron en la agricultura. Es la mejor reutilización del agua en el mundo. Pero no la única, en la ciudad de Los Ángeles, en EEUU, están a punto de hacer algo similar pero para inyectarla al subsuelo y luego extraerla para potabilizarla y distribuirla por la red de agua potable de la ciudad. Cerrando así un ciclo del agua "casi natural".

La desalación le proporcionó al pueblo israelí el 70% de recursos hídricos para consumo doméstico y uso municipal. Metiendo así el agua en el circuito de la economía circular y fomentando soluciones basadas en la naturaleza para que sean sostenibles, circulares y rentables... eso es más útil que las propuestas denominadas "high-tech" (alta tecnología, sobre todo de Europa).

Lo cierto es que tampoco faltan iniciativas que buscan resolver el problema de la desertificación desde la apuesta por la innovación futurista y la tecnología de campanillas (que son muy llamativas por su ruido). Por ejemplo, desde enfoques científicos como los que ya se han enumerando y en los que trabajan diversas empresas en el mundo (con IA para ahorrar agua optimizando el dónde, cuándo y cuánto regar, o con generadores capaces de extraer gotas de rocío de la humedad del aire, por ejemplo).

En Europa países como España también han desarrollado alta tecnología contra la desertización pues en el caso español éste es el país de Europa más afectado por la desertificación, ya que el 73.7% de su superficie es árida, en comparación con el ya mencionado 41% del planeta. Salvo la cornisa atlántica, el resto de la Península Ibérica está dentro de las zonas áridas y se encamina hacia escenarios de colapso hídrico en muchas regiones. La Paradoja de Jevons nos explica cómo la innovación puntera que se ha desarrollado en España en los últimos años para la desalación o la optimización de agua en el mar de plástico de zonas específicas no ha servido para ahorrar agua sino para gastar más en los cultivos. Increíblemente en España, la foto de la desertificación no son las dunas, sino las de los invernaderos, porque es un uso de la tierra que está esquilmando los recursos de una manera claramente insostenible, y una segunda paradoja que encontramos en España es que no hay innovación más efectiva en la lucha contra el avance del desierto que hacer las cosas con el ritmo y el criterio e la naturaleza: *priorizar la sostenibilidad en lugar de las necesidades del mercado y la obsesión por maximizar los beneficios.* Eso es hacer lo correcto y poner en uso nuestro lado más racional como especie adelantada del planeta Tierra.

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Las soluciones de la ciencia para evitar que el desierto se trague un 41% del planeta

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