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Enero 27, 2014 22:57 hrs.

José Antonio Aspiros Villagómez › diarioalmomento.com

Periodismo ›


PIE DE FOTO: Pedro El 'Mago Septién' y Antonio Aspiros, durante la comida de la unidad periodística del Club Primera Plana, 2005. (Foto: Enrique Leduc).

+ Se fueron figuras conocidas

Para mi hija Diana Araceli, por sus 25 años en el periodismo

Con estas líneas el tecleador inicia su quincuagésimo año en el periodismo profesional (56° si incluyera publicaciones estudiantiles y gremiales), con pocos reconocimientos pero mucha gastritis y colitis.

Y recuerda que fue reportero de fuentes desde López Mateos hasta López Portillo pero, como el trabajo no se agota allí, pasó por otros campos como la fotografía, las jefaturas y direcciones en revistas y agencias de noticias, la documentación, la investigación, la autoría y coautoría de libros, los artículos de divulgación y a veces de opinión, la docencia, la corrección de textos y desde luego la actualización y la especialización en ciertos temas, mediante lecturas, cursos, talleres y diplomados, hasta lograr con todo ese bagaje la titulación muchos años después de terminados los estudios formales.

A usted podrá parecerle de poco interés lo anterior, pero es útil que sepa en lo básico a quién le dedica su tiempo para leer, en este caso géneros periodísticos, ya que la lectura mayor -la de narrativa- se cuece aparte y es plausible que también la incluya en su quehacer cotidiano.

Aquí conviene advertir que grandes escritores como García Márquez fueron periodistas, y que muchas veces periodismo y literatura cruzan sus fronteras propias y en un momento se enlazaron cuando autores como Capote, Hemingway, Kapuscinski, Mailer, Wallraff, Reed, Wolfe, Leñero, Poniatowska, Monsiváis y otros, escribieron sobre hechos reales con técnicas literarias y así nació el llamado ‘nuevo periodismo’.

En cambio los escritores de ficción pretenden crear literariamente una nueva realidad o recrear la que hay, o se centran en fantasías inverosímiles o no, pero igualmente de forma tan magistral que hacen de su lectura un banquete.

El mundo de las letras va inevitablemente de la mano de los libros. Es un privilegio practicar por el resto de nuestra vida eso que aprendimos tempranamente en el hogar o en la escuela: la lectura, aunque sabemos de personas que sólo usan los libros para adornar sus estancias con los volúmenes más vistosos.

Cuando el tecleador compró en una bella edición Los apócrifos y otros libros prohibidos (Grupo Libro 88, SA, 1992), su proveedor le comentó que otro cliente había mandado hacer un capelo para lucir su ejemplar en la sala. Y en una librería de viejo el vendedor le comentó que acababa de adornar, a un costo de dos millones de pesos, una biblioteca particular con tomos cuyos colores y texturas armonizaban con el resto de la decoración.

¿Leerán esas personas? Porque si no, es mejor toparse con seres como esa enfermera que en la antesala del gastroenterólogo vio que estábamos leyendo Literatos (FCE), del dibujante Palomo, y sin escuchar sobre la erudición e ironía del autor comentó que no le gustaban los monitos y prefería Infierno, el nuevo ‘best seller’ de Dan Brown. Ni modo.

Es de reconocerse que leer, no es obligatorio. Y que las encuestas sobre cuántos libros lee al año cada mexicano, son una monserga y dan una falsa percepción de este hábito.

También es cierto que la lectura -no de libros de autoayuda, sino buenas obras-, según médicos y estudiosos del tema es una fuente de salud, cultura y sabiduría, favorece la concentración y la empatía, previene la degeneración cognitiva, recrea el espíritu, ilustra la inteligencia, fortalece la memoria y hasta predice el éxito profesional.

En fin, el tecleador seguirá leyendo hasta comprobar todo eso y aún después, y si alguien quisiera acompañarlo en ese vicio feliz pero no sabe qué leer, le recomendaríamos probar con las obras de tantos autores que este año tendrán aniversarios importantes, como Revueltas, Huerta, Torres Bodet, Vasconcelos, Cortázar, Reyes y Shakespeare (deliberadamente omitimos a uno más).

Y si lo hace en compañía de una taza de buen café, recuerde que éste -se ha sabido- ayuda a tener conversaciones positivas y a evitar accidentes de tránsito y hasta el suicidio; puede favorecer la longevidad y la memoria; previene el hígado graso, el cáncer de próstata, el Alzheimer y cierto tipo de diabetes; aporta antioxidantes, da vitalidad y retrasa la aparición del Parkinson, además de que su aroma es tan estimulante como una buena lectura.

Obituario.- Ya son varias las veces en que el tecleador debe lamentar en su primer texto del año, la pérdida en diciembre o enero, de personas apreciadas. Y 2014 no ha sido la excepción. El 18 de diciembre murió el afamado y agradable cronista deportivo Pedro El Mago Septién; el 20, nos dejó el maestro, poeta y editor de origen boliviano Jorge Calvimontes, con quien compartimos amistad, trabajo y vivencias editoriales; el 17 de enero nos sorprendió la noticia del deceso de Renward García Medrano, articulista de la agencia Notimex con quien forjamos una relación de amistad profesional, y apenas este domingo 26 murió ese orgullo de nuestra cultura que fue y seguirá siendo José Emilio Pacheco. A ellos nuestra despedida y a sus deudos nuestra solidaridad.

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Lectura y café brindan placer y otros beneficios

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