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Julio 23, 2019 08:27 hrs.
Mario Andrés Campa Landeros › diarioalmomento.com
Cultura ›
’Es posible que al ver mi humildad
Ella quede satisfecha de mi amor’
No ocultaré ni la pena ni la pasión.
Es la historia de un niño de tres años y un libertino a quien le gustaban mucho las mujeres, de otros.
Este hombre había oído hablar de una hermosa y atractiva mujer que vivía en una ciudad distinta a la suya. El libertino partió, pues, en dirección a la ciudad que ella moraba. Se llevó consigo un regalo y le escribió un mensaje en el que le describía los grandes sufrimientos de amor y de afecto por ella y cómo el amor le había obligado a abandonar su ciudad para dirigirse a la de ella. Ésta le permitió que se dirigiera a su casa y cuando él llegó y entró, ella se levantó, lo recibió con honor y respeto, le besó las manos y lo agasajó magníficamente con comidas y bebidas.
Ahora bien, ella tenía un niño de tres años, al que dejó abandonado para dedicarse a guisar los manjares.
-Anda, vamos a la cama, le dijo el hombre a la bella mujer.
-Mi hijo nos está mirando, contestó ella.
-Es un niño pequeño –añadió el hombre que ni entiende ni sabe hablar.
-Si tú supieras cuánto sabe, no hablarías de ese modo, dijo la madre.
Cuando el niño comprendió que el arroz estaba ya cocido, se echó a llorar.
-¿Por qué lloras hijo mío, preguntó la madre.
-Sírveme arroz. Dijo el pequeño y el niño comió.
Luego el pequeño echó a llorar de nuevo.
-¿Por qué lloras, hijo mío?, le preguntó la madre.
-Madre –respondió el niño- échame también azúcar.
-Tú no eres sino un niño maldito, exclamó entonces el hombre enfurecido contra él.
-¡Por Dios’, le dijo el niño, tú eres el único maldito, pues te has tomado esta molestia y has abandonado tu ciudad en busca de adulterio. En cuanto a mi, mi llanto estaba causado por una cosa que tenía en el ojo y que he expulsado con mis lágrimas, y después de eso he comido arroz y azúcar y estoy satisfecho. Por tanto, ¿Quién de nosotros es el maldito?
Aquél hombre se avergonzó ante las palabras de aquél niño. Se arrepintió. No le hizo nada a la mujer, regresó a su ciudad arrepentido hasta su muerte.
¡Cosas Veredes, Chonito!
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