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Enero 09, 2019 19:53 hrs.

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Jueves 10 De enero 2019 después de Epifanía


La Palabra de Dios

Primera lectura
1 Jn 4, 19–5, 4
Queridos hijos: Amamos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: "Amo a Dios" y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Además, Jesús nos ha dado este mandamiento: El que ama a Dios, que ame también a su hermano.

Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 71, 2. 14 y 15bc. 17
R. (cf 11) Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio
y tu justicia, al que hijo de reyes;
así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regirá a tu pueblo justamente..
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
De la opresión rescatará a los pobres,
pues estima su vida muy valiosa.
Por eso rogarán por él sin tregua
y lo bendecirán a todas horas.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Que bendigan al Señor eternamente
y tanto como el sol, viva su nombre.
Que sea la bendición del mundo entero
y lo aclamen dichoso las naciones.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.

Aclamación antes del Evangelio
Lc 4, 18
R. Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado
para llevar a los pobres la buena nueva
y anunciar la liberación a los cautivos.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 4, 14-22
En aquel tiempo, con la fuerza del Espíritu, Jesús volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región.

Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: "Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

’ Palabras de gracia salían de sus labios ’
Reflexión del Evangelio de hoy
Lo nacido de Dios vence al mundo
La lectura de la primera carta de Juan, nos habla del Amor a Dios y al prójimo. No habla de un sentimiento caduco. Es el amor que nace de la fe. Llamémoslo ’amor de fe’.

El ’amor que nace de la fe’ es el que se pone a prueba a sí mismo. El que, a pesar de todo, se mantiene firme. Nada hay que lo haga morir. Cuando hay un verdadero amor, ponemos toda la esperanza, toda la fe, todas las fuerzas, toda el alma en que ese amor perdure. Es el amor que nace de Dios.

El amor de fe, es el amor que es capaz de morir, de sacrificarse. Se sacrifica todo egoísmo, todo interés personal estará ausente. Un amor de fe me ayuda a contemplar la vida del prójimo como un gran acontecimiento de diálogo y esperanza. Es el que se deja la piel por el otro.

El amor de fe, es el que apuesta por la vida del otro, el que mantiene el coraje de la amistad. El que no considera al otro como un utilitario. El amor de fe es el que se mantiene en medio de las tempestades. Es el que agradece cada paso y cada día como un acontecimiento que merece la pena vivir.

El amor que nace de la fe, no vive del pasado, vive del presente. Es el que se muestra aquí y ahora con el convencimiento de que el ayer fue reconciliado, y que mañana proporcionará mayores oportunidades de crecimiento.

El amor de fe es el que deja paso al prójimo, el que vive abierto al otro, conquistando cada día el coraje de creer en ti. Podremos tener experiencias de grandes desengaños, pero la fe me mantiene en el creer en ti aquello que tú mismo no eres capaz de creer de ti mismo.

Por eso, el amor vence al mundo, porque no se nutre sólo del corazón, se nutre de la fe en Dios, de las convicciones, de los principios y valores que nos mantienen en pie y en el camino de la esperanza.

El amor no vive en un corazón dividido. No podemos decir que amamos a Dios, si a la vez albergamos sentimientos de odio y venganza hacia nuestros hermanos. Eso simplemente es una mentira. El odio y la venganza son las armas del mundo que destruye toda relación ¿pero será capaz de destruir el amor? En realidad, el odio y la venganza es un amor invertido, con él se nos van todas las fuerzas cuando albergamos esos sentimientos. Por el contrario, el amor siempre llama al otro como semejanza.

Y todo, porque el amor de fe nace del amor a Dios, y tiene un nombre: Jesucristo. El amor de fe tiene una misión: la de dar a conocer este nombre con la esperanza de ser conocido, expresado, reconocido y proclamado.

Admirados por las palabras de gracia que salían de sus labios
Jesús se sitúa en la sinagoga de su pueblo. Allí inicia su misión. Proclama la lectura del Libro de Isaías, donde se expresa que en Él se cumple las escrituras. Empieza el camino de la liberación de los cautivos de la vida.

Palabras de gracia salen de sus labios. Son palabras reconocidas y admiradas. Atraen los corazones de la gente. Palabras que confortan, que construyen, que devuelven la dignidad. Palabras que resucitan los ánimos, y devuelven a los hombres a su camino.

Jesús se vuelve un referente para la vida de los pobres, hay alguien que habla con dignidad de ellos. Por fin hay alguien que quiere devolverles su dignidad de hijos de Dios. Esas palabras son la actualización de esa condición. Por fin hay alguien que habla de Dios, de su cercanía, que saca al pobre de la soledad total.

Jesús emprende un nuevo camino donde el amor será una fiel expresión de su relación con Dios. Un amor que parte de su relación con el Padre. Un amor que se cumple no solo de palabra sino como acontecimiento de esperanza. Una promesa que expresa la fidelidad de Dios para con su pueblo. Una promesa que se cumple.

Ese Jesús sigue siendo un referente para nuestros días. Un referente para nuestros sueños y esperanzas. Sus Palabras pueden seguir siendo admiradas por nuestros contemporáneos. Será nuestra misión y nuestro amor quien lo dé a conocer. Es una gran responsabilidad porque Dios se vale de nuestra mediación y nuestro testimonio. No podemos dejar de ser promesa cumplida porque de ella depende la esperanza de mucha gente. Por eso el amor tiene que dejar un mero sentimiento, y ha de partir de un corazón convencido que se nutra del amor de la fe.

Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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Lo nacido de Dios vence al mundo

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