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Agosto 04, 2024 21:48 hrs.

Armando Ríos Ruiz › tabloiderevista.com

Periodismo ›


Parece una película que ya hemos visto en México, la que protagoniza Nicolás Maduro, el dictador de Venezuela convertido en modelo a seguir y a imitar hasta en los puntos más insignificantes de sus actos, por nuestro mandatario. Antes y con mayor razón ahora, después de las fraudulentas elecciones en las que volvió a reelegirse, ha arremetido contra quienes no aprueban sus decisiones.

Previo a la reunión de la OEA, para decidir sobre el fraude electoral, criminalizó a sus opositores convertidos hoy en víctimas de su persecución implacable y a los países que han reaccionado en contra de sus procederes ilegales. A los primeros, principalmente a Corina Machado y al candidato triunfador, hasta que no se demuestre fehacientemente lo contrario, Edmundo González Urrutia, de asesinos de militares y transeúntes.

A Estados Unidos, de estar convertido en un país sin justicia y sin ley y porque en complicidad con el narcotráfico colombiano, lo responsabiliza de haber cometido un fraude en las elecciones recientes.

Amenazó además con iniciar una guerra civil, por la sencilla razón de que quieren despojarlo de ese país de Sudamérica, que un buen día le fue regalado por sus habitantes, a costa de verse obligados a abandonar su propia patria, instados por el hambre y la pobreza extrema provocados por una dictadura que sólo atiende sus propias causas y las de sus aliados en el poder.

Llamará al pueblo para otra revolución con otras características porque no es cobarde. No nació el día de los cobardes y hasta llamó criminal a Elon Musk, director de la empresa fabricante de automóviles eléctricos y componentes impulsados con energía solar, quien lo calificó de dictador y burro. Tendrá que retar a muchos mandatarios que lo han llamado con peores calificativos.
Arremetió en contra de Javier Milei, presidente de Argentina. De Jair Bolsonaro, ex presidente de Brasil.

De Nayib Buquele, de El Salvador, y de todos aquellos que lo critican. Pero preguntó dónde estaba la OEA cuando le hicieron fraude a Trump y aceptaron el triunfo de Joe Biden y cuando igualmente le hicieron fraude a su amigo del alma, López Obrador, en 2006.

Ama entrañablemente a Venezuela. ’tiemblo de amor por Venezuela’, exclamó henchido de fiebre patriótica, aunque ahí le gritan ¡fraude! No obstante, asegura tener la conciencia tranquila, a pesar de negarse a entregar las actas que avalen su triunfo indiscutible, como dice y en lugar de esto se dedica a echar bravatas por todos lados y amenaza con una revolución. Lo que no es amenaza es la persecución de sus opositores que comenzó inmediatamente.

Está desquiciado y en la conferencia se le ve cansado. Demacrado. Preocupado. Visiblemente alterado por la condena internacional que, como cualquiera que tenga una mente clara, advierte el fraude que la oposición ha comprobado con el conteo exhibido para demostrar su razón legítima.

Mientras, en la OEA se celebró una reunión con los países latinoamericanos inscritos, en la que 15 votaron a favor de la condena por fraude. Nueve se abstuvieron y seis -entre otros México- no asistieron. Por esta razón no hubo ninguna resolución en contra.
¿Pero, qué hubiera pasado si se le condena? ¿Abandonaría acaso la presidencia, desde donde controla todos los poderes y las instancias relacionadas con las elecciones, asistidas por incondicionales?

¿Qué servidor suyo sería capaz de aconsejarle acatar la verdadera decisión de los venezolanos en las urnas y permitir que la oposición tome posesión y quienes abandonaron su suelo regresen y dejen de mendigar en otros países que han llenado con su presencia?

Los que votaron a favor mencionaron los excesos del dictador. La representante de Ecuador dijo que a su territorio han arribado cerca de 700 mil venezolanos que huyeron de la política de abusos de ese hombre enamorado de su país.

El de Chile manifestó que sin más ni más, Maduro acaba de romper relaciones con su pueblo y deja en el abandono a sus paisanos.
ariosruiz@gmail.com

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Maduro, perro rabioso

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