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Agosto 17, 2018 00:15 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


Las tareas que se propuso llevar a cabo Miguel Ángel Mancera Espinosa han sido sacrificadas por su tendencia al arribismo.

Al ver que le fue tapado el acceso a la candidatura a la Presidencia de la República quiso compensarse y reactivar su autoestima anunciando que se convertiría en el mejor pedagogo en el tema de los gobiernos de coalición. Hasta fue filmado ante un pizarrón donde explicaba su ardua tarea de tratar a los mexicanos como personas de corta inteligencia.

Cuando llegaba a los dos otros estados donde quiso implantar la cátedra que nadie necesitaba se dio cuenta que ni los taxistas en los aeropuertos le hacían caso.

Mancera ha dado cuenta de su oportunismo político más que de su capacidad como funcionario público. Hay consenso en calificarlo como el peor jefe de gobierno de la Ciudad de México, pero no es suficiente adjetivo para un ser que combate contra su propia falta de carisma para figurar como un político indispensable, casi un protagonista de la historia contemporánea. No lo es, al contrario, sus acciones lo hunden cada vez más.

Desde luego que siempre ha contado con grupos cercanos que seguramente que le dicen que todo está bien a su alrededor y que sus decisiones pueden convertirse en apte de un manual del traidor político.

Porque ahora que se erige Mancera como líder de la fracción del PRD en el Senado, y los pocos senadores perredistas se sienten orgullosos de su líder, resulta que este hombre sin partido ni bandera, fue postulado como senador pluripartidista por el PAN. Pero como el señor nunca ha querido afiliarse a partido alguno, cualquier liderazgo parlamentario le acomoda de acuerdo sus muy personales intereses. La legitimidad es lo de menos.

La alianza electoral que tanto daño le hizo al PAN, gracias a la ingenuidad de sus líderes, ahora cobra mayores estragos con la traición de Mancera, quien debe trabajar como senador para el PAN, pero como este partido ya tenía líder de la fracción, prefirió irse al PRD en busca del protagonismo perdido.

El anuncio de este cambio de color, asesta otro golpe al PAN que no logra colocarse de pie luego de que no han hecho un recuento de daños de la derrota electoral. Si Damián Zepeda sabía que Mancera podría irse al PRD por qué lo propone como miembro del PAN en nombre de una coalición que terminaría el 1 de julio. Zepeda fue burlado por Mancera y además colocado una vez más en el banquillo del ridículo como dirigente neófito de un partido que se desmoronó en manos de Anaya y Zepeda.

Mancera estuvo coqueteando políticamente hasta con el PRI para convertirse injustificadamente en candidato de ese partido a la Presidencia de la República. No convenció.

Ahora los perredistas acostumbrados a las negociaciones en lo oscurito, muy al estilo de Los Chuchos y de los turbios arreglos con los poderosos, aceptan de buena gana el liderazgo de un hombre que no debió ser senador y que ahora lo es propuesto por un partido diferente al que debe representar.

Mancera nunca escondió su verdadera personalidad, quienes le creyeron adolecen de un exceso de ingenuidad o de ambición porque en los tiempos de los chayos, fue generoso y hasta despilfarrador. Ingenuos son quienes quieren hacer equipo con él, pero a los mexicanos que ya expresaron la proporción de su confianza en el PRD, no quieren bien a Mancera ni al PRD.



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Mancera sin bandera

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