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Abril 04, 2019 21:33 hrs.

Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Entretenimiento ›


José Antonio insiste y tiene razón en cuanto a los genios renacentistas, opinar que al inmenso Copérnico sólo le faltó ser florentino, porque los polacos más bien son conocidos por el papa JP II, muy polaco, por cierto.
Pero en su opinión, Florencia es la gran cuna del Renacimiento.
Recomendaríamos leer a don José Antonio Aspiros Villagómez a los que presumen de ’intelectuales’. Y, como él y nosotros, tomar en cuenta a otros entregados a la ciencia que presentamos en este artículo.
Estas historias demuestran que la persistencia y la devoción a la verdad trascienden el tiempo, mientras que la burla y la malevolencia no lo hacen, así que sé valiente y no tengas miedo de decir tu verdad
Seguimos con los genios.
William B. Coley (1862-1936) Fue el fundador de la inmunoterapia.
A fines del siglo XIX, no había radiación, quimioterapia ni medicamentos contra el cáncer, y el procedimiento estándar para los tumores cancerosos consistía en extirparlos.
Era un cirujano de huesos que trabajaba en el New York Cáncer Hospital.
Notó que algunos pacientes que sufrían infecciones bacterianas, como las infecciones por estreptococos, tenían más probabilidades de recuperarse del cáncer sin cirugías que otros pacientes.
Esto hizo que Coley inyectara a varios pacientes una versión debilitada de estreptococo y otra bacteria, lo que, en algunos casos, hizo que los pacientes redujeran el cáncer de manera espectacular. Sin embargo en otros, los pacientes terminaron muriendo por las infecciones que les administraron.
Este tratamiento contra el cáncer se llamó toxinas de Coley, y él y algunos otros médicos que creían en la teoría lo usaron para tratar el cáncer.
Desafortunadamente, la teoría de Coley no fue bien aceptada en la comunidad científica y fue olvidada durante casi medio siglo.
Sólo en la década de 1960, muchos años después de su muerte, reapareció la idea de la inmunoterapia en la investigación médica, y los numerosos artículos de Coley desempeñaron un papel importante en el establecimiento de este campo del tratamiento del cáncer.
O este otro:
Fue Alfred Wegener (1880-1930) el primero en proponer la teoría de la deriva continental. Geofísico y meteorólogo, cuya vida fue tan trágica como emocionante.
Wegener estudió muestras de la tierra de varios continentes y observó un patrón extraño: la composición de las muestras de las Américas era inquietantemente similar a la de Europa occidental, y los fósiles y rocas australianos tenían un parecido asombroso con los de Asia y Nueva Zelanda.
Esto lo instó a sugerir en una serie de documentos que los continentes de la Tierra pueden moverse y se han movido durante millones de años.
Una vez más, la teoría de Wegener también fue rechazada por otros científicos en ese momento.
En 1930, realizó una expedición a Groenlandia y murió a la edad de 50 años.
Sólo 20 años después, en la década de 1960, se estableció la teoría de la deriva continental como un hecho científico.
Ni qué decir de este:
Nicolás Copérnico (1473-1543) formuló la Teoría del Sistema Solar Heliocéntrico.
Durante la antigüedad, los científicos establecieron que vivimos en un sistema solar heliocéntrico, lo que significa que todos los planetas giran alrededor del Sol.
Sin embargo, este conocimiento se perdió durante cientos de años, hasta que Copérnico lo restableció en 1543.
Su libro Las revoluciones de las esferas celestes, fue ampliamente ignorado, y la gente continuó creyendo que la Tierra era el centro del Universo.
Tampoco ayudó que la Iglesia católica condenara su libro e incluso lo prohibiera durante siglos.
Aun así, el estudio de Copérnico se considera uno de los logros astronómicos más notables en la Edad Media y Copérnico es conocido por prácticamente todos.
Por ello nuestro consejo que tratamos de seguir al pie de la letra:
No te rindas.
craveloygalindo@gmail.com


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