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Mayo 18, 2019 09:07 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


La propietaria del Colegio Rebsamen debe cumplir con la justicia ante la jueza de Control de la Sala 7 del Tribunal Superior de Justicia capitalina. Sin embargo, la implicada nunca fue capaz de decir que la niña Frida Sofía no existía. De alguna manera debía pagar la factura que la televisión estuviera frente a su negocio día y noche.

La irresponsabilidad de la televisión privada sobre un mito que surgió como guión de telenovela debe ser sancionado, o por lo menos ventilado su proceso en detalle.



Ahora que la Miss Mónica está en el Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla, deberá recordar la mentira de los medios que acusaba irresponsabilidad de los locutores de las noticias.

Porque la sagacidad de más de uno de los autodenominados líderes de opinión televisivos o reporteros profesionales, debió ponerse en práctica y solicitar la lista de los alumnos. Preguntar a los padres sobre la existencia de esa niña que no existe pero que la usaron para elevar el rating jugando con los sentimientos de los televidentes en momentos en los que la solidaridad estaba a flor de piel.

Ninguno de los expertos comunicadores que perfilaban a la niña Frida Sofía como el personaje del temblor, fue capaz de solicitar una lista de alumnos a la Miss Mónica, o por lo menos preguntarle sobre la menor. Ella mantuvo siempre una relación estrecha con el alumnado, de hecho vivía arriba de donde se impartían clases.

Ahora, acusada de homicidio culposo calificado contra de 26 personas –19 menores de edad y siete adultos– debe hablar sobre cómo y en qué momento se enteró de Frida Sofía, que nació y murió en 48 horas, por obra y gracia de quienes están acostumbrados a tergiversar la realidad.

Pero más allá de esta tradición que sin rubor exhibieron los lectores de noticias de televisa está el atentado contra la solidaridad que desgastaron en un fantasma, induciendo la atención sobre algo que no existe e impidiendo que hubiera ojos para otros espacios del desastre.

La televisión cumplió en ese momento con su tarea histórica de ponderar lo particular ante lo social, el individualismo frente a la solidaridad. La televisión como instrumento de desmembramiento social. Obligar a fijar la atención en una niña que no existe en lugar de dar espacio a la conciencia de una condición social, común, comunitaria, de organización entre ciudadanos, fue el objetivo de la televisión comercial, que para sus agentes no es nada nuevo ni nada difícil. Basta inventar de la nada algo para que lo crean los ingenuos.

De ahí la falta de credibilidad que ahora los noticieros de televisión padecen y en ellos, se fue también al prestigio de la propietaria del Rebsamen que sirvió de set para llevar a cabo un verdadero atentado a la cohesión social y a la organización espontánea de los capitalinos.

Miss Mónica sabía que Frida Sofía no existía, nunca dijo nada. Los reflectores son un bálsamo ante el anonimato de cualquier ser protagónico, como si quisiera adueñarse de la solidaridad de los televidenters y cada uno de ellos pusiera un peso para la recosntrucción de su negocio.

Ese temblor también arrojó delitos que coo escombros quieren esconderse en la memoria de quines padecieron en carne propia y qujines, detrás d ela pantalla sufrieron por la descarnada historia de una n iña que nunca existió.

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Miss, ¿Dónde está Frida Sofía?

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