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Febrero 16, 2019 15:04 hrs.

Alejandro Cea › diarioalmomento.com

Biografías ›


Mis queridos amigos:
Un buen amigo en estos días me dijo: "Estas mandando "cosas" de los aztecas, a mí me vale m..." y en efecto cada día nuestra historia vale m... a muchos o, peor aún, la usan los políticos para justificar sus decisiones.
Imposible que la que es nuestro padre y nuestra madre: nuestra historia nos pueda valer. Lo queramos o no nuestra historia está presente en nuestras creencias, decisiones, defensas, formas de vida. Es cierto de la historia se aprende; pero más cierto que mucho de lo que somos, pensamos y queremos es herencia de los anteriores. Conocer nuestra historia es conocernos, ahondar en lo que somos cada uno de nosotros.
Te mando lo dicho por el Padre Fray Diego Durán sobre Moctezuma.
Si has sentido alguna vez miedo comprenderás mejor a Moctezuma. Hace quinientos años llegó Hernán Cortés a tierras mexicanas, hace quinientos años Moctezuma sufría el terror de lo que sabía sería la destrucción de él y de su pueblo.
Los astros, las piedras, las gentes todos coincidieron en que venía la destrucción. Moctezuma lo sabía. Primero en soledad después con los cercanos vivió la impotencia ante lo que venía. Esta lectura te hará conocerte mejor pues muchas veces el miedo nos hace actuar y nos hace equivocarnos.
Agradezco a quien me mandó un recado por haber leído esto, te pido que mandes el tuyo para así ir formando un grupo de aquellos que nos importamos mucho a nosotros mismos y nos importa nuestra familia porque nos importa nuestra historia.
Un abrazo
Alejandro.

MOCTEZUMA. EL EMPERADOR SITIADO.
Algunos especialistas opinan que el imperio azteca era inviable. En palabras llanas le estaban contados sus días. ¿La razón? el crecimiento del número y variedad de sus fiestas y, por tanto, de sacrificios obligaban al imperio a tener más tributarios, más desplazamientos de ejército y evidentemente más enemigos. La próxima destrucción de Tenochtitlán fue descubierta antes en el siglo XVI, no por los científicos, sino por la adivinación.
En la escuela primaria nos presentaron los presagios que se presentaron en Tenochtitlán antes de la llegada de los españoles. Fray Diego Durán en su ’Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de Tierra Firme’ ha rescatado los actos de un emperador Moctezuma a quien el temor invadió. Sufrió e hizo sufrir. Terminó aislado, triste.
Como recuerdo de la llegada de los españoles a la gran ciudad de Tenochtitlán hace quinientos años se presenta lo escrito por Fran Diego Durán. En letras como esta van las citas de su obra.

LOS PRIMEROS PRESAGIOS.
Por ahí de 1514 Netzahualpilli, señor de Texcoco se presentó intempestivamente en el palacio de Moctezuma quien en la cúspide de su dominio hacia planes para construir un nuevo templo y calculaba el número de quienes – pobres de ellos – serían sacrificados. Netzahualpilli había heredado las capacidades poéticas y de gobierno de su padre y podía, además, conocer el futuro y expresó a Moctezuma:
Poderoso y gran Señor: mucho quisiera no inquietar tu ánimo poderoso, quieto y reposado; pero fuérzame la obligación que tengo de servirte de darte quenta de una cosa estraña y maravillosa, que por permisión y voluntad del Señor de los cielos, de la noche y el día y del ayre, a de acontecer en tu tiempo; por lo qual debes estar avisado y advertido y con mucho cuidado, porque yo he alcanzado, por cosa muy verdadera, que de aquí á muy pocos años nuestras ciudades serán destruidas y asoladas, nosotros y nuestros hijos muertos y nuestros vasallos apocados y destruidos, y de esto no tengas duda; y para más verificar lo que te digo, y para que conozcas ser verdad, sé muy cierto que jamás que quisieres hacer guerra á los vexotzincas, tlascaltecas ó cholutecas alcanzarás la victoria, sino que los tuyos serán siempre vencidos con pérdida de tus gentes y señores; y antes de muchos días verás en el cielo señales que serán pronóstico de lo que te digo: y no por eso desasosiegues y inquietes, que a lo que a de suceder es imposible huirle el rostro ...
Se despidieron llorando y Moctezuma empezó a hacer algunos clamores a los dioses y pidió que se acabasen los días por no ver lo que le anunciaban, dándole las gracias por el aviso. Moctezuma quedó muy afligido y atemorizado y guardó en su pecho todo lo que le dijeron.
El miedo con sus cercanos sentimientos: el temor, la angustia, el horror, el terror es – con la alegría, el placer, el amor - una de las emociones primarias de los seres humanos. Surge al descubrir en el presente o en el próximo futuro algo que va a dañar, a destruir, a golpear a la persona, a sus bienes, a lo querido. Entre menor sea la fuerza para enfrentar el daño que viene, mayor es el miedo y sus gradaciones, hasta llegar a la huída, al terror. Hasta morir de miedo.
El miedo nubla la alegría. Provoca tristeza o enojo. Dificulta pensar: provoca perplejidad. Con miedo no se duerme, se dejan a un lado las ganas de vivir. Quien sufre miedo, se siente seguro, intocable. Se descubre débil y rodeado de peligros. Pierde la cabeza.
La formación de Moctezuma como parte de la nobleza azteca fue una mezcla de orgullo por las raíces históricas del pueblo, de obediencia total a la religión y de tener una personalidad valerosa en la guerra, cruel y con gran dominio sobre si mismo. ’un corazón firme como la piedra, un rostro sabio’. El señor azteca debía mostrar mucha prudencia y fuerte voluntad. En lo alegre y en lo adverso debía tener un mismo rostro de tranquila seriedad.
Cuando se conjuntaron los designios de la destrucción, Moctezuma por más que lo intentó perdió el control sobre si mismo: le ganó la ira, le ganó el temor.
Moctezuma es el poderoso aterrado. Sus poderes no sirven para destruir al enemigo. Ante la impotencia surge el enojo, la ira que se dirigirán contra quienes piensa que desobedecen, que no cumplen sus oficios y sus órdenes. Su tragedia merecería un Shakespeare que al igual que con Enrique III o el rey Lear mostrara el juego impresionante de sentimientos, acciones y contradicciones. Son los padres Fray Diego Durán, dominico y Fray Bernardino de Sahagún, franciscano los que en sus obras nos heredaran este personaje terrible y sufriente.

PROBAR LO DICHO POR NEZAHUALPILLI
Moctezuma, pasando los días, quiso probar el dicho de Netzahualpilli: ’jamás que quisieres hacer guerra… alcanzarás victoria’. Así mandó a su ejército a combatir a los de Tlaxcala. Fueron derrotados. Al recibir la noticia
se indignó y expresó: de cuando acá se han vuelto el vigor y fuerza de los mexicanos, como mujeres. El ejercicio de tantos años de esta insigne ciudad se ha perdido y afeminado para que quede yo avergonzado delante de todo el mundo ¿qué fué de tantos y tan valerosos señores tan necesitados y experimentados en guerra?
Mandó llamar a sus justicias y les mandó que sin ninguna tardanza fuesen a las casas de todos los capitanes y prepósitos de estas guerras y luego los trasquilasen y les quitasen las insignias de caballeros y les quitasen las armas que él les había dado y que les pusiesen pena de muerte si a alguno se le viese con manta de algodón no con manta de henequén. Estos caballeros perdían así todo lo que habían ganado en su vida.
Con el deseo que los hechos negaran las palabras de Netzahualpilli, volvió a declarar la guerra a Tlaxcala y, aunque los aztecas no fueron ni derrotados ni vencedores
Se alegró con los prisioneros que traían y restituyó en su honra a quienes les había quitado toda. Como se acercaba la fiesta de la madre de los dioses ordenó que todos los presos que habían traído de Tlaxcala se aparejaran para que aquel día fuesen sacrificados.

DESTROZO DE LA DIOSA TOXI
Una religión fundada en la muerte del sacrificado requería para más sangre para contentar a los dioses. Por todo la tierra corrió la noticia sobre la crueldad y el número de sacrificados en honor de la diosa Toxi madre de los dioses. Los de Huejotzingo se horrorizaron por esa matanza y por la noche quemaron el templo de la diosa y los cuatro maderos donde estaba armado un tablado. La ciudad al enterarse sufrió un gran alboroto.
Moctezuma lleno de grandísimo enojo y coraje teniéndolo por menosprecio suyo mandó que todos los sacerdotes de los templos fuesen presos y echados en jaulas, llenas de navajas pequeñitas o de pedacitos de navajas con las cuales mandó cubrir el suelo para que siempre hasta que muriesen estuviesen en ellas y mandó que les diesen de comer por medida hasta que murieron. A estos sacerdotes los hacía reprender cada día y a decirles que era su oficio mirar por los templos por los dioses día y de noche. Y los malaventurados sacerdotes oían la repetición con mucha humildad, conociendo haber ofendido con su descuido.

LLEGADA DEL COMETA.
En la escuela primaria nos enseñaron que los aztecas vieron un cometa y que además se quemó el templo de Huitzilopochtli, el lago tuvo un gran oleaje y que por las noches se oía en el aire una voz de mujer que decía: ’ ¡Oh hijos míos ya nos perdimos! ¡Hijos míos adonde os llevaré!’. Esta información ofrecida por Fray Bernardino de Sahagún se complementa con lo dicho por Fray Diego Durán sobre la conducta de Moctezuma ante la llegada del cometa.
En cada templo había, nos dice Fray Diego Durán, un indio que por un año hacía penitencia y se abstenía de llegar a mujeres. Era el representante de dios. Uno de ellos se levantó una noche para hacer las cosas necesarias de su cuerpo y mirando hacia el cielo vio en la parte oriental un cometa poderoso que echaba de sí un largo resplandor
Todos se levantaron mirando hacia oriente lo volvieron a ver hasta dónde llegaba al amanecer. La mañana venida salió del templo acompañado de su gente y se fue a palacio, y le contó al rey todo lo que en el cielo había visto. El rey se atemorizó y dijo que si no lo habría soñado. Le respondió que todos los que tenía a su servicio lo habían visto y que si se quería satisfacer que los mandase llamar. Ellos narraron lo que habían visto.
El emperador se subió al mirador en una azotea que tenía y estando en vela toda la noche, a la hora de la medianoche vió salir al cometa con aquella cola tan linda y tan resplandeciente. Se quedó como atónito y acordándose de lo que le habían dicho, quedó tal atemorizado que pensó en aquella hora ser muerto.
Moctezuma preguntó a los astrólogos, agoreros adivinos a todos cuantos había en la Ciudad de México si habían visto la nueva señal. Ellos le respondieron que no. El rey se indignó:
- ’pues como ¿ese es el cuidado que tenéis de velar sobre las cosas de la noche? ¿Para qué los tengo en mi reino? ¿De qué me habías de servir?’ Les volvió a preguntar y todos volvieron a decir que no la habían visto.
Moctezuma se enojó aún más y mandó que los echaran en las jaulas y cárceles que ellos tenían y que no les dieron de comer so pena de la vida sino que los dejasen allí morir de hambre y así fueron echados en aquellas jaulas, los cuales llorando pedían los matasen luego porque no muriesen desesperando.
Después Moctezuma mandó llamar a Netzahualpilli. Él se sorprendió que desconociera al cometa pues en Texcoco desde hacía muchos días lo habían visto. Y le refrendó lo ya dicho:
- Haz de saber que todo viene sobre nuestros reinos sobre los cuales se habrán de ver cosas espantosas y de gran admiración. Habrá en todas nuestras tierras y señoríos grandes calamidades y desventuras; no quedará cosas sobre cosa; habrá muertes innumerables; y esto será por permisión del Señor de las alturas del día y de la noche y del aire de lo cual de todo has de ser testigo y lo hace has ver y en su tiempo ha de suceder
Como ocurrió, Netzahualpilli afirmó su próxima muerte y le dijo a Moctezuma que debería tener valor y no desesperar ante lo que ya venía. En una oración que recuerda a la tragedia griega Moctezuma alzó la voz:
’Señor de lo criado, oh dioses poderosos en quien está en matar y dar vida, ¿cómo habéis permitido que habiendo pasado tantos reyes y señores poderosos, me tocó a mí en suerte la desdichada destrucción de México y que vea yo la muerte de mis mujeres e hijos y que me vea yo desposeer de mis poderosos reinos y señoríos y de mis vasallos y de todo lo que los mexicanos han conquistado con su poderoso brazo y con la fuerza y ánimo de su pecho ¿qué haré? ¿dónde me esconderé? ¿dónde me iré a meter? ¡Oh si me pudiera volver piedra o palo, o convertirme en cualquier otra vil materia, antes que no ver lo que con tanto sobresalto espero!’
Cuenta el Padre Durán que los dos se abrazaron y se despidieron llorando.

MOCTEZUMA CASTIGA.
Después de la visita de Netzahualpilli mandó llamar a los ejecutores de la justicia y a todos los grandes y les ordeno que mataran a todos los astrólogos, hechiceros, encantadores y adivinos y que después fueran a sus casas y las saquearan y robaran y que sus hijos y sus mujeres quedaran como esclavos para toda la vida. Al final ordenó que las casas fueran derruídas para que no quedara memoria de quienes no habían cumplido con su deber.
Cuando se cumplió esto y vinieron a avisar Moctezuma les dijo: miren hermanos es cosa natural que yo y ustedes nos hemos de morir y esto bien lo sé, que esos que murieron no es sino morir primero que nosotros, un año más o menos, pero lo hago para que ustedes entiendan que a los malos los he de esconder y de borrar de la memoria de la tierra, para que jamás nadie los recuerde.

EL IMPERIO SIGUE.
A pesar de lo dicho por Netzahualpilli y de los grandes castigos a guerreros y agoreros, Moctezuma mantenía las fiestas, las conquistas, los sacrificios. Se volvía más duro contra quien hablara de derrotas y dolores.
Los de Tlaxiaco, región limítrofe mixe robaron los tributos que traían a Tenochtitlán los de una ciudad vecina. Fue suficiente. Se acercaba la fiesta de los desollamientos. Se aprovechó este robo para guerrear y traer prisioneros. Los aztecas vencederos
partieron de Tlaxiaco con muchos indios en colleras y en sogas atados. Moctezuma hizo los regocijos de victoria ordinarios, que era tocar tambores y caracoles y otras bocinas y ordenó – ironía del vencedor – que a todos los presos que traían les fuesen dadas rosas a la entrada de la ciudad.
Al llegar el día de la fiesta más de mil prisioneros fueron sacrificados. Unos desollados. Otros debían combatir contra cuatro guerreros teniendo el pie atado con un lazo pequeño a una piedra estando armados con una espada de madera y un escudo de plumas.
Dice el padre Durán:
así cuenta está historia, que después de acabada esta solemnidad y todos hartos de carne humana y de ver derramar tanta sangre de miserables indios mandó que se juntasen todos los que habían ido a esta guerra especialmente aquellos que se había señalado y traído gente para aquel sacrificio con que los dioses se habían honrado.
Y a todos los premió y sacó de sus tesoros
grandes riquezas de mantas y joyas y plumas y así les gratificó el trabajo que habían tenido y el contento que los dioses les habían dado.
No obstante las fiestas, los tributos, los sacrificios y los premios a los guerreros, Moctezuma
siempre estaba sobresaltado, por ese motivo instituyó cada vez que se fuera a la guerra grandes oráculos, largas y prolijas oraciones y abundantes sacrificios y derramamientos de sangre, de los sacerdotes y de sí mismo.
Y, como poderoso y aterrado
hacía comer a los viejos y sacerdotes antiguos hongos verdes y otros brebajes para que supieran si había de tener victoria o no. Y, desdichados de los que le anunciaban mal suceso, porque luego era mandados matar sin ningún remedio.
Igual ordenaba la muerte de quienes le decían que no sabían nada. Así logró dice el Padre Durán que nadie le dijera la verdad.

NUEVA PIEDRA DE LOS SACRIFICIOS.
Moctezuma para enfrentar al enemigo no construyó alianzas, ni dejó de oprimir a sus vasallos, ni menos desterró el horror de los sacrificios. Por lo contrario a esas conductas imperiales unió los castigos a sacerdotes y agoreros y deseó acrecentar la solemnidad de las fiestas con sus más sacrificios.
Moctezuma era muy amigo de que sus cosas fuesen aventajadas y nombradas en todo el mundo. Pensaba que todo lo que los demás reyes habían hecho era baladí y le pareció que la piedra que su abuelo había puesto para el sacrificio era muy pequeña. Trató de poner una piedra, la más ancha y espaciosa que en toda la provincia se pudiese hallar para la fiesta del desollamiento.
Mandó así buscar la piedra más grande. Está fue encontrada en lo alto de un cerro en una zona cercana a Chalco y a Amecameca. Mandó a todos los canteros para que la separasen y cuando la piedra estuvo lista para ser traslada pidió ayuda a todos los pueblos para que se juntasen y la trajeran a Tenochtitlán. Ordenó también que los sacerdotes incensaran la piedra, cantores y bailarines la acompañaran y que los bufones hicieran sus chocarrerías.
Los cantores empezaron a cantar cantares placenteros y regocijados y los bufones sus entremeses y farsas y mientras tanto ataron una gruesa soga y larga a la piedra y la gente de cada pueblo animando, empezaron a tirar de ella con mucha vocería y alarido. La piedra no hizo movimiento ninguno, todas las sogas se cortaron y rompieron, como si fueran de muy tierno algodón.
Con la ayuda de muchos que llegaron de Texcoco pudieron mover la piedra. Al día siguiente los sacerdotes hicieron sus ceremonias, se mataron muchas codornices pero no pudieron moverla.
Y así dice la historia – escribe Fray Diego Durán – que parecía haber echado raíces muy hondas, que ni memoria hacía de quererse menear, antes hacía pedazos las sogas. Moctezuma pidió ayuda a los otomíes de esa región. Empezaron a tirar con muchos alaridos y silbos, que los ponían en el cielo, y estando en estos trabajos oyeron una voz que hablaba dentro de la piedra y decía:
’Miserable gente y pobre desventurada: ¿para qué porfías a quererme llevar a la ciudad de México? El trabajo de ustedes es en vano y yo no he de llegar. Yo he de ir hasta donde a mí me parezca y todo será para su mal.’
Moctezuma pidió favor a los de Atzcopotzalco. La piedra no se movía. Volvieron a oír una voz venida desde dentro:
’¿No les he dicho que no he de llegar a México? dígale a Moctezuma que ya no es tiempo, que acordó tarde el traerme, que ya no soy útil por allá, porque ya está determinada otra cosa, que no quiera el luchar contra ella: que ¿para qué me lleva? Para que mañana esté caída y menospreciada por ahí. Avísenle que ya se le acaba su mando y oficio, que pronto lo verá a causa de que se ha querido hacer más que el mismo Dios. Déjenme porque si paso adelante será para su mal.’
Esto le avisaron a Moctezuma. Amenazó a los mensajeros y ordenó que se trajeran la piedra. De pronto se puso ligera. Se dejó llevar al siguiente pueblo muy cerca de México. Moctezuma ordenó que la fueran a recibir con rosas e incienso y la festejasen todo lo que pudieran. Le recordaron a Moctezuma lo que la piedra había dicho pero él como hombre porfiado a salir con su interés que volvió a ordenar le ofreciesen grandes sacrificios y ofrendas. La piedra fue movida hasta llegar a una acequia. Se ordenó hacer con grandes vigas un puente, pero al cruzarlo, el puente se rompió y la piedra cayó en el agua, llevándose a muchos indios.
Moctezuma mandó a buscarla dentro del agua. Por más que la buscaron no la encontraron en el fondo del agua. Muchos recordaron que la piedra había dicho que no llegaría a México.
Los buzos dijeron a Moctezuma que ellos no hallaban rastro en el agua y en el fondo de ella; que no había parado ahí y que por ventura s e había vuelto a su lugar, pues ella misma había dicho que venía contra su voluntad. El emperador mandó ir al lugar donde la piedra había estado y allí la hallaron toda cubierta del papel y llena de aquellos sacrificios que sobre ella habían hecho y llena de sogas de la misma manera como había caído.
Moctezuma y todos los grandes fueron a ver la piedra. La encontraron tal como había estado a la puerta de la ciudad de México. Ya Moctezuma no pudo más:
’Verdaderamente hermanos, dijo a sus cercanos, sepan que ahora creo que nuestros trabajos y aflicciones han de ser muchos y que nuestra vida es ya poca y así yo he determinado dejarme morir y haga el Señor de lo criado lo que fuere servido.’
Al regresar al palacio les platicó lo que Netzahualpilli le había dicho y
comenzó a llorar amargamente y ellos juntamente con él y queriéndolo consolar les dijo: ¿cómo puedo yo consolarme pues me veo cercado de tantas angustias y sobresaltos? ¿qué será de mí que soy ignorante y sin ciencia ninguna? ¿cómo me podré evadir de la calamidad y el mal que espero?
Moctezuma asustado, aterrado, horrorizado decidió huir.

HUÍDA DE MOCTEZUMA.
En todo ese tiempo, las palabras sobre la próxima destrucción de Tenochtitlán fueron refrendadas por los astros, por la naturaleza – la piedra que regresó a su lugar, los animales extraños que aparecieron – y por los hechos de guerra: las derrotas, la destrucción de un templo. Moctezuma Xocoyotzin quien se había puesto a la par de los dioses estaba aterrado, vencido. Sus actos de mando lo acercaban más al abismo: temido por los guerreros y los sacerdotes, ya no recibía verdades: sus cercanos le mentían o lloraban junto con él.
En los mitos fundacionales de occidente en la Odisea y en la Eneida, Ulises y Eneas entran y bajan al lugar de los muertos. Por su parte Moctezuma quiso ir a un lugar llamado Cicalco. El padre Diego Durán narra, en un relato donde aparece el inframundo, la huída de Moctezuma.
Cicalco era un sitio muy ameno y recreable, donde los hombres vivían para siempre sin morir. Era un lugar de aguas cristalinas y claras, con todo género de bastimentos y frescuras de rosas y flores.
Moctezuma mandó desollar a diez hombres. Ordenó a dos de los enanos que le servían que fueran a buscar a al señor de ese lugar que se llamaba Huémac, le entregaran las pieles y le dijeran que
le suplicaba le recibiese en su compañía y servicio, pues deseaba mucho librarse de lo que le habían anunciado y porque había visto tantas señales en el cielo y pronósticos y agüeros en la tierra.
En un viaje nocturno y entrando a la cueva Topec, un hombre muy negro los llevó delante Huémac. Escuchó la petición de Moctezuma. Su respuesta:
¿A qué quiere venir acá piensa que en este lugar hay joyas y oro y piedras preciosas y plumas y mantas ricas? Díganle que se engaña. Que lo que está determinado, no lo puede huir y que no piense que los que estamos aquí tenemos algún contento y alegría, sino todo trabajo y miseria, y que a este lugar no venimos de nuestra propia voluntad, sino traídos por fuerzas y él ¿Cómo puede él venir acá?
Repitió Moctezuma su conducta: mandó matar a quienes le trajeron esa respuesta. De nueva cuenta envió a dos de sus principales a suplicar a Huémac que lo recibiese. Huémac puso como condición que Moctezuma ayunase durante ochenta días, hiciera penitencias y no se acercara a mujer. Fue tal su entrega que mandó a todos los que cuidaban de sus mujeres
que ninguna entrara a su recogimiento, sino que si se quisiesen casar y alguna las pidiera, que luego las casaran y les dieran marido.
Después de los días de penitencia, Huémac recibió de nuevo a los enviados y les dijo que había actuado muy bien y
que al cuarto día se pondría en el cerro de Chapultepec y que cuando Moctezuma lo viera tomara una canoa y se fuera un lugar que llamaban Tlachtonco que él iría allí y le llevaría consigo.
Moctezuma ordenó sus asuntos, les hizo algunos beneficios a sus más allegados y mandó a sus esclavos que a ese lugar llamado Tlachtonco que lo cubrieron con hojas de zapote. Moctezuma
con mucho secreto se metió en la canoa y vio encima del cerro de Chapultepec una cueva que con su luz se parecía a la ciudad y los cerros y árboles como si fuera de día, y entendiendo ser que Huémac era quien venía por él se vistieron él y sus enanos con ropas reales y se sentaron junto a esperar a Huémac.
Admirable la delicadeza del Fray Diego Durán pues con estos relatos, tan cercanos al mundo indígena, nos informa de la huída de Moctezuma pero sin decir explícitamente el tipo de huída que tendría. Y, esta no era otra más que el suicidio por ahorcamiento el cual Huémac realizó contra si mismo y del cual era el representante en el inframundo.
De ahí que Moctezuma no se sorprendió ni, como acostumbraba se enfureció cuando lo alcanzó un representante, en el templo, de los dioses quien fue avisado por una voz: Despierta mira que tu Moctezuma se huye y se va a la cueva de Huémac y que al encontrarse con Moctezuma le dijo:
Vuélvete señor, a tu estado y asiento y déjate de semejante liviandad y mira la deshonra que nos haces a todos.
Moctezuma avergonzado regresó a Palacio. Pidió a quien lo había salvado de la huída que no dijera a nadie lo ocurrido. Se hizo muy su amigo y
Enviaba a llamarlo y le hacía comer junto a él, lo mismo hacia cuando se iba a recrear algunos lugares que luego lo enviaba llamar y lo hacía venir siempre a todo género de conversación. También lo llamaba para comunicar con él todo género de secreto. Todo fundado por interés de que le guardase aquel secreto, de haberse querido ausentar de su reinado que en ello había cometido un género de grandísima bajeza.
El enviado jamás descubrió lo ocurrido aunque creo, termina el Padre Durán,
lo hacía más por el temor de ser muerto y destruida toda su generación.

DESCUBRIR LOS SUEÑOS.
Quizá únicamente en el relato bíblico del libro de Daniel el emperador, en este caso Nabuconodosor da la muerte a quienes no pueden declarar al propio rey lo que había soñado. Para nuestro tiempo quizá únicamente en momentos cumbres de las novelas del realismo mágico pudiera encontrarse un emperador que obliga a su pueblo a contarle su sueños y, en lo más extremo del terror, que castiga por lo que se soñó.
Pues esto fue lo que ocurrió con Moctezuma quien
llamó a los que mandaban y les preguntó si acaso habían soñado alguna cosa acerca de la venida de aquellas gentes que esperaban, o de lo que había que acontecer; que se les revelasen aunque fuera contra su persona.
Como le respondieron que nada sabían les pidió que preguntaran a las viejos y a los viejos de los barrios que mandaban así como a los sacerdotes, a los hombres que acostumbran andar de noche y
que si topasen con aquella mujer que dicen que anda de noche llorando y gimiendo, que le pregunten qué es lo que llora y gime.
Le presentaron a unos viejos quien con toda reverencia le dijeron que
estas noches pasadas nos mostraron los Señores del Sueño, cómo el templo de Huitzilopochtli ardía a grandes y encendidas llamas y que piedra por piedra se deshacía y caía sin quedar cosa de pie
Las ancianas le dijeron:
has de saber que estas tus madres han soñado, con que veían entrar un río caudaloso por las puertas de tus casas reales, y con la mucha furia que llevaba derribaba las paredes de tu casa y las arrancaba por los cimientos, sin quedar cosa de pie.
Los ancianos fueron castigados por la cólera de Moctezuma:
con una furia y rabia endemoniada, mandó que aquellos viejos y viejas fuesen echados en cárcel perpetua y que les diesen de comer con medida hasta que muriesen.
Los sacerdotes de los templos se pusieron de acuerdo: no dirían nada a Moctezuma sobre sus sueños – no querían ser asesinados como los ancianos- . Moctezuma les preguntó con dulzura. Les hizo saber su extrañeza de que nadie hubiera soñado nada. Por tanto, los encerró un salón para que en un término de quince días soñaran algo sobre el destino del emperador.
Los sacerdotes volvieron a expresar que nada habían soñado. Moctezuma respondió
con rostro enojado y airado: ’no es posible que ustedes o no me quieren decir la verdad o desprecian mis mandatos. A ustedes les corresponde mirar y velar en las cosas de la noche.’ Mandó llamar a los carceleros y los mandó a encerrar a todos en jaulas y que se muriesen ahí de hambre.
Para quien teme, al igual que para el celoso, o para el eterno desconfiado, ninguna evidencia le es suficiente. Buscará siempre más y más información: quizá ya no para librarse de lo que teme, sino quizá para asegurarse que lo malo está por venir.
Ordenó traer a los señores de todos los pueblos del imperio,
los cuales venidos en el tiempo más breve que pudieron, les mandó le buscasen todos los hechiceros y encantadores y sortilegios que en sus ciudades y villas pudiesen hallar, y que les apercibiesen como su voluntad era saber algunos prodigios, o pronósticos, o adivinanzas, entendidas o salidas por estrellas, por agua, o fuego, o por aire.
Al poco tiempo llegaron a Tenochtitlán los encantadores, los sabios, los agoreros de lo más lejano del imperio:
- ’Señor: que somos venidos a tu llamado, a saber tu voluntad y ver lo que nos quieres.’
- ’Seáis bienvenidos, contestó Moctezuma con toda amabilidad, habéis de saber que la causa para que los lame es para saber si han visto, u olido o soñado alguna cosa tocante a mi reinado, y persona.’
- ’Señor ¿Quién será tan osado de mentir en tu presencia? Nosotros no hemos visto, ni oído, ni soñado cosa que toque a lo que nos preguntas.’
Quizá es un hecho que se repite en toda la historia cuando el poder niega al saber, cuando la decisión del que manda domina sobre el consejo de quien sabe Moctezuma furioso les dijo:
’El oficio de ustedes es ser engañadores y fingiéndose científicos que saben las cosas por venir engañan a todos y dicen que saben todo cuanto pasa en el mundo y todo es mentira y fingimiento.’ Moctezuma, dice el Padre Durán, llamó con grandísimo enojo a sus justicias, los mandó echar en jaulas y que les pusieran muchas guardas para no pudieran huir.
Para sorpresa de Moctezuma y de sus carceleros
los hechiceros y adivinos presos mostraban gran contento y alegría. Se reían unos con otros.
Moctezuma mando pedirles que dijeran algo de lo que sabían y serían puestos en libertad.
Ellos respondieron que pues que tanto insistía en querer saber su desventura era que había de venir sobre él una cosa tan prodigiosa y de tanta admiración, cual nunca había venido sobre hombre.
Uno de los ancianos preso dijo y
lo oyeron todos: ’sepa Moctezuma que en una sola palabra le quiero decir lo que a de ser de él que ya están puestos en camino los que nos han de vengar de las injurias y trabajos que nos ha hecho y hace.’
Ante estas respuestas Moctezuma puso buena cara: rostro sereno y alegre. Mandó a varios señores a que preguntaran a los hechiceros y adivinos sobre como eran y por caminos venían esos hombres.
Cuando llegaron a la cárcel no hallaran a nadie y la cárcel estaba cerrada con sus piedras yt cerraduras.
los presos se les habían ido, dejando las cárceles cerradas como estaban con sus piedras y cerraduras.
Los carceleros postrados delante de Moctezuma y esperando la muerte. Para su alivio Moctezuma
los mandó levantar diciendo no se les diese nada, que él los castigaría y mandando fuera a todos los lugares de donde aquellos hechiceros eran naturales, que les derribaran las casas, les mataran a sus mujeres e hijos y que si ellos aparecieran o fueran hallados fueran apedreados y echados a las bestias.
Los enviados cumplieron estas órdenes y por todo el Imperio:
Echaron sogas a las gargantas de sus mujeres e hijos y fueron arrastrados por toda ciudad, y sus haciendas saqueadas y sus casas derribadas.
De los hechiceros nunca nadie más supo.
De quien se apodera el miedo y sus hermanos: el temor, la angustia, el terror, el horror pasa en poco tiempo de la ira y coraje a la tristeza, a la pena. Cuando el corazón deja de estar sobresaltado la obscuridad del dolor, de la autocompasión domina y, de pronto, en el trato con los demás, en particular si se es poderoso, el coraje, el insulto, el castigo predominan.
Uno de los resultados es el aislamiento; otro, como ocurrió con Moctezuma el odio de los demás. Fray Diego Durán termina esta parte de su biografía de Moctezuma:
Desde este día reinó en el corazón de Moctezuma tanta tristeza y aflicción que jamás le veían el rostro alegre, antes huyendo de toda conversación se encerraba en su recogimiento y secreto con aquel que lo había salvado de ir al lugar de los suicidas, al Cicalco.
Moctezuma le comunicaba lo que los hechiceros le habían declarado y mostraba mucho pesar y congoja de que se le hubieran huido, pues creía que si hubieran estado un tiempo más habría conocido todos los sucesos que vendrían.
Moctezuma, en un rasgo de humanidad, se dolía de la poca culpa que sus mujeres e hijos habían tenido para hacerlos matar, no habiéndole hecho ningún daño.
Un emperador que se sintió algo más que representante de la divinidad, que su ideal de acción y su política privilegió a la guerra para tener hombres a quien sacrificar, que por el miedo se alejó de guerreros, sacerdotes y pueblo iba a enfrentar, desde su gran debilidad, uno de los encuentros de culturas más dispares.
Todo esto comenzaba en un febrero de 1519 cuando Hernán Cortés llegaba a las costas mexicanas. La tragedia de Moctezuma está en las raíces de la historia de nuestra nación, de nuestra cultura. De niños nos enseñaron aquello de la pedrada que lo mató, los historiadores, en particular Fray Diego Durán recuperaron lo que antecedió a la pedrada: el miedo, el terror y la prepotencia ciertamente mostraron que no servían para dirigir a un gran pueblo, peor aún, que sirvieron para su destrucción.

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Moctezuma, el emperador sitiado

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