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Mayo 06, 2019 23:58 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


Cuando todos los mexicanos nos preguntábamos acerca de cuándo sería el aniversario de bodas de los padres de José Antonio Meade Kuribreña, la noticia surge en primera plana como una bendición a nuestra curiosidad.


En realidad los medios no escatimaron espacios para esta noticia en medio de una supuesta turbulencia política y social que insisten en hacer más grande de lo que es. Sin duda hay prioridades en la jerarquización de la información y en estos tiempos un matrimonio de 51 años, no cualquiera lo resiste.


Una familia ejemplar, no sólo por el hijo de ellos que llevó al PRI al último lugar en las elecciones sino porque ahora, ante la creciente censura de Twitter, tienen en Santiago Kuribreña, primo hermano de José Antonio, un paladín del conservadurismo más rancio, ya que es uno de quienes manejan esta red social y se encarga de cortarle la línea a personajes comoAlfredo Jalife-Rahme y otros auténticos intelectuales si sus palabras van contra los intereses de los verdaderamente poderosos de México.


La censura es un trabajo cotidiano y hasta rutinario para personajes oscuros como Kuribreña Arbide, quien decide quién puede usar las redes y quién no. Desde luego no es el único, pero en estos tiempos se trata de honrar a una familia tan ilustre como la de los Meade y los Kuribreña, prácticamente héroes nacionales y unos de los autores intelectuales de la pobreza del país.


La nostalgia por los reflectores del ex candidato del PRI, que nunca perteneció al tricolor, es evidente. Lo hemos visto jugando dominó con su esposa, estrenando empleo, yendo al cine a ver una película gringa, seguramente sus favoritas, estrenando estadio de Los Diablos, también lo vemos ’echando’ relajo con su esposa y ahora celebrando un año más de felicidad de sus papis.


Nada justifica su presencia en los medios, nada de lo que haga es en realidad trascendente. Nadie lo extraña. Al contrario, reaviva el repudio hacia su persona y sobre todo al PRI, que no perdió sólo por ser él el abanderado sino porque hay una secuela de excesos de los que Meade fue cómplice por acción o por omisión.


Para el tricolor tampoco es bueno que Meade esté sobreexpuesto. Menos aún en los espacios importantes de los medios, hace pensar que paga por exhibirse. Para el PRI la figura de Meade significa volver a abrir la herida que causó muchas bajas en sus filas, como si hubiera sido una guerra de exterminio contra su militancia.


Meade quiere convertir los medios en una especie de sección de sociales, que seguramente le parecerá importante para el país, porque dijo, que siempre tenía en la mente el destino de México, de tal manera que ahora podemos tener una probadita de lo que hubiera sido su triunfo electoral.


El subsidio desproporcionado a los medios seguiría y hasta aumentaría y la familia de Meade, incluyendo el perico, estarían en las primeras planas de diarios y revistas del país y, por qué no, del extranjero. Aunque sea echando mano del erario, como lo hacía Peña Nieto en la revista Hola, donde las apariciones de su familia eran pagadas con dinero del erario público. Es decir, de los mexicanos.


Pero tiene razón Meade, para qué pueden servir los medios, si no para exaltar el culto a la personalidad de los políticos asociados con los empresarios nacionales y extranjeros. Esa es la esencia del periodismo que vino arrastrando la corrupción desde hace muchos años, y para algunos, esos ilícitos deben convertirse en una de las más célebres tracciones mexicanas.


Si no pensara así, seguramente sería más austero con su imagen, más discreto con su vida privada y sobre todo, más humilde ante una derrota sin precedente no sólo en las ruInas sino en cuanto a simpatías personales.

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Muchas felicidades Meade

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