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Septiembre 01, 2019 14:52 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


Cuando las manifestaciones callejeras eran contra la derecha en el poder, se habló de que una niña accidentada había muerto porque no pudo llegar al hospital a causa de la gente que cerraba las calles.


Nunca se supo el nombre de la niña, ni de qué murió. De haber sido real el rumor los medios convencionales hubieran entrevistado hasta al padrino de bautizo de la menor. Nunca existió.


Después, el fantasma de la niña Frida Sofía merodeó los rescates de las víctimas del sismo del 19 de septiembre de 2017. Nunca existió. Los medios electrónicos ganaron rating, pero la verdad quedó ofendida en ambos casos, pero sobre toda la sociedad mexicana fue burlada.


Ahora, ante la necesidad de buscar entre el viejo arsenal oxidado de rumores un arma nueva para desestabilizar al gobierno federal surge, desde lo medios, la noticia de que una niña, Mariana, murió por falta de medicamento para responsabilizar a una parte sensible de la estructura del actual gobierno.


La Secretaría de Salud informó que la niña Mariana, que padecía cáncer, no falleció por falta de medicamentos. Su enfermedad hubiera hecho estragos definitivos con o sin el medicamento, que en este caso era timoglobulina, la versión del sector Salud fue: "La paciente recibió tratamiento de soporte durante todo el tiempo que estuvo en el hospital, con transfusiones, antibióticos, factores estimulantes de colonias y tratamiento dirigido con timoglobulina en dos ocasiones’.


Los medios tienen en los niños el arma sentimental más poderosa contra la administración pública y los movimientos que la originaron. Saben que con ellos irrumpen en la tranquilidad del público y a algunos los obliga a cambiar de abandera, a criticar lo que admiraron, a repudiar lo que adoptaron como propio.


Los niños seguirán siendo carne de cañón en esa guerra que no cesa contra el actual gobierno federal. La impunidad en la que se desenvolvieron continúa. Esos que cuestionaban los subsidios al campo, a la salud, a la educación, nunca estuvieron contra el subsidio que sus medios recibían. Ahora, cualquier tardanza en las acciones de gobierno, representa para ellos un crimen, un homicidio del que quieren llevar a recuperar el pasado.


Los niños deberían quedar al margen de los rumores que impulsan los medios convencionales ya sea por resentimiento o por venganza o por ambas. Pero su necesidad por utilizar a la infancia como letra de cambio para recuperar privilegios les deja sin credibilidad y los acerca a una agonía que empieza a anunciarse no sólo por este tipo de actos desesperados sino por su falta de costumbre de vivir de su trabajo.


A los periódicos le sucede lo mismo que a los partidos políticos, quieren vivir del subsidio del gobierno cuando son los anuncios publicitarios, en el primer caso, los que debería fortalecer al medio como empresa. Lo mismo sucede con los institutos políticos, que deberían ser sostenidos por sus militantes y así dejaría de haber elecciones millonarios y votantes en la miseria.


Los niños deben ser intocables a la hora del chantaje mediático, también a la hora de utilizarlos como parte del discurso político oficial. Los niños deben ser respetados por los medios y por los políticos, por los periodistas y por los funcionarios públicos. Ejemplos como los citados hay muchos a lo largo y ancho del país. En los medios escritos, electrónicos y en las redes.


Ahora resulta que la disputa política y del poder es cosa de niños. Habrá que madurar el motivo de la discusión y elevar el nivel del debate.

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Niños en guerra

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