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Junio 19, 2019 21:29 hrs.

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Jueves 20 De Junio 2019

La Palabra de Dios

Primera lectura
2 Cor 11, 1-11
Hermanos: Ojalá soportaran ustedes que les dijera unas cuantas cosas sin sentido. Sopórtenmelas, pues estoy celoso de ustedes con celos de Dios, ya que los he desposado con un solo marido y los he entregado a Cristo como si fueran ustedes una virgen pura. Y me da miedo que, como la serpiente engañó a Eva con su astucia, así extravíe el modo de pensar de ustedes y los aparte de la entrega sincera a Cristo.

Porque si alguien viniera a predicarles un Cristo diferente del que yo les he predicado, o a comunicarles un Espíritu diferente del que han recibido, o un Evangelio diferente del que han aceptado, ciertamente ustedes le harían caso. Sin embargo, yo no me juzgo en nada inferior a esos "superapóstoles". Seré inculto en mis palabras, pero no en mis conocimientos, como se lo he demostrado a ustedes siempre y en presencia de todos.

¿O es que hice mal en rebajarme para enaltecerlos a ustedes, anunciándoles gratuitamente el Evangelio de Dios? He despojado a otras comunidades cristianas, aceptando de ellas una ayuda para poder servirlos a ustedes. Mientras estuve con ustedes, aunque pasé necesidades, a nadie le fui gravoso; fueron los hermanos venidos de Macedonia los que proveyeron a mis necesidades. Siempre he evitado serles gravoso a ustedes, y lo seguiré evitando.

Pongo a Cristo por testigo de que nadie me quitará esta gloria en toda la provincia de Acaya. ¿Por qué digo esto? ¿Será que no los quiero? Dios sabe que sí los quiero.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 110, 1-2. 3-4. 7-8
R. (7a) Justas y verdaderas son tus obras, Señor.
Quiero alabar a Dios de corazón
en las reuniones delos justos.
Grandiosas son las obras del Señor,
y para tofo fiel dignas de estudio.
R. Justas y verdaderas son tus obras, Señor.
De majestad y gloria hablan sus obras
y su justicia dura para siempre.
Ha hecho inolvidables sus prodigios.
El Señor es piadoso y es clemente.
R. Justas y verdaderas son tus obras, Señor.
Justas y verdaderas son sus obras,
son dignos de confianza sus mandatos,
pues nunca pierdan su valor
y exigen ser fielmente ejecutados.
R. Justas y verdaderas son tus obras, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Rom 8, 15
R. Aleluya, aleluya.
Hemos recibido un espíritu de hijos,
que nos hace exclamar: ¡Padre!
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 6, 7-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando ustedes hagan oración, no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes pues, oren así:

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.

Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas".
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy
Mantengamos y defendamos el verdadero Evangelio probado en el amor y en el perdón. Y pidamos al Padre común que su paternidad se haga presente eficazmente en el mundo y nos ayude a discernir el mal del que librarnos con su ayuda.

Cuidar para que no se falsee el Evangelio
Pablo se siente un servidor de Dios y no cesa de exhortar a los corintios a que aprovechen la salvación que se les ha ofrecido. Han llegado otros predicadores –seguramente judaizantes– que les presentan un Jesús, un espíritu y un evangelio diferentes del que Pablo les predicó y ellos habían recibido y aceptado; «y lo toleráis tan tranquilos».

Teme que son víctima de una tentación astuta como la de la serpiente a Eva, que se pervierta su pensamiento y abandonen la fidelidad a Cristo. Está dispuesto a defender el Evangelio que predica, incluso haciéndose pasar por un ‘necio’ gloriándose a sí mismo.

Entre todas las voces que se nos ofrecen diariamente –también las eclesiásticas– siempre hay las que parece que olvidan valores básicos, las que aprecian poca fidelidad en la Iglesia, las que seducen y distraen hacia un estilo de vida no acorde con el Evangelio.

No debería extrañarnos sino estimularnos a defender los valores cristianos e impulsar una Iglesia en salida, evangelizadora. Como a Pablo, no puede dejarnos indiferentes que se falsee el Evangelio o se abandone la fidelidad a Cristo. No podemos conformarnos ni encerrarnos en nuestras posiciones ni mirar para otro lado ante tantos cristianos que se alejan. Nuestra voz no es menos que la de otros. Y nuestra razón última no puede ser otra… «¿Porque no os quiero? Bien lo sabe Dios». El amor es el que a la larga acreditará la autenticidad de la misión.

Perdonar, la mejor forma de orar
La Iglesia entrega a los que se inician en ella, junto con el símbolo de la fe, la oración dominical, salida de los labios del Señor (dominus).

Su gran novedad es la palabra con que comienza. En la tradición bíblica la paternidad de Dios era simbólica. Era padre del pueblo en general, se comportaba como un padre. Con Jesús cobra realidad. Dios es su padre y nuestro padre, de cada uno y de todos como hermanos de su Hijo primogénito.

Las tres peticiones que se refieren a Dios muestran un fondo evangelizador en el deseo ardiente de que la paternidad de Dios se haga presente eficazmente en el mundo. Santificar el nombre de Dios, apelar a él, es invocar su presencia activa en medio de nosotros. Pedir su reino es el deseo y la esperanza de que el reinado de Dios vaya transformando la realidad presente. Pedir que se haga su voluntad no es espera pasiva sino compromiso activo del orante a colaborar en que el reinado de Dios se haga realidad.

Las otras cuatro peticiones se refieren a necesidades nuestras. Pedimos a Dios el alimento que da la fuerza para el camino, el alimento terreno (todo el arco de necesidades humanas) y el definitivo, anticipado en la Eucaristía. Y por nuestra condición pecadora pedimos también el perdón de nuestras ofensas con el compromiso de perdonar a los que nos ofenden, el auxilio en la prueba y la protección contra el maligno.

Jesús conoce nuestras debilidades y reitera después un solo aspecto de la oración que nos ha enseñado: Perdonar a los demás para que el Padre perdone nuestras culpas. El perdón es un punto central en la oración cristiana. Nos cuesta perdonar mientras somos indulgentes con lo que Dios y otras personas deben perdonarnos. Perdemos el sentido de la tentación y del pecado. Y no nos atrevemos a llamar al mal por su nombre en cada coyuntura histórica, como lo pide la dimensión profética de nuestra fe.

No aceptemos tan tranquilos que nos distraigan de los valores del Evangelio. Pongamos siempre en juego el amor y el perdón, como hermanos y como hijos que en su oración invocan al Padre común.

Fray José Antonio Fernández de Quevedo
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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Perdonar, la mejor forma de orar

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