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Abril 28, 2023 22:45 hrs.

Jesús Yáñez Orozco › diarioalmomento.com

Deportes ›


+Inspirado en él, advierte a quienes lo escuchan, leen y ven su trabajo en redes sociales: ’yo no haría caso alguien como yo"

+Comienza en su ponencia: ’hete aquí la triste y cándida historia de un reportero de deportes y el periodismo desalmado’

+Porque trabajamos, argumenta, en lo que otros se divierten: deportes

+Oficio que, opina, parafraseando a Gabriel García Márquez, ’se sufre como perro’, en referencia a los míseros salarios


Ciudad de México, (BALÓN CUADRADO).- Narró Jesús Yáñez Orozco, titular de Balón Cuadrado, 45 años en el oficio de informar, en una breve, fugaz, crónica, un imborrable momento, incluso hermoso, cincelado en Facebook, luego de su participación en el Senado de la República del Foro, para institucionalizar el Premio Nacional de Periodismo y que el 22 de febrero sea el Día Nacional del Periodista Deportivo:

"Ayer un joven estudiante de último semestre de periodismo de la FES Aragón, tras mi ponencia, en el senado sobre el Premio Nacional de Periodismo Deportivo, hizo un comentario que me petrificó, mientras un enjambre de alumnos, de la carrera de comunicación buscaban, afanosamente, a Fernando Schwartz, David Faitelson, Enrique Burak, Francisco Javier González y Alejandro Lara Licea:

’Su prosa es más de escritor que reportero. Su ponencia a todos nos significó algo. Quizá no se dio cuenta’.

Y agregó: ’ya sé que no le gustan los reflectores ni el protagonismo. Pero quiero tomarme una foto con usted.

Y pos, el honrado fui yo.

Lamenté, le dije en broma, que estudiara periodismo.

Olvidaba: resultó curioso que el único colega que acarició con gratas palabras mi ponencia fue Francisco Javier González, titular de TDN –empresa de deportes de Televisa".

Va la ponencia leída por Yáñez, el pasado 26 de abril en el senado de la República:

Abrázolos a todos: senadores, colegas y estudiantes.

Tomo el bate a riesgo de ponche:

Rechacé cuando Juan Manuel Damián me invitó a este foro.

Argumenté que en mi lugar estuviera un colega de provincia.

Pero insistió:

’Tienes que estar’.

Y pos, acepté.

Y no quería participar porque soy refractario a los reflectores y al afán protagónico.

Lo saben él y otros colegas del Salón del Periodista Deportivo.

Y porque --parafraseando a Groucho Marx, que ojalá hubiera sido hermano de Carlos Marx, seguramente jamás habría escrito el obtuso libro El Capital, demoníaca biblia de los países socialistas-- no deseo contaminar a nadie con mi pensamiento. Por cierto, también abomino el capitalismo.

Yo no haría caso, digo a todos, alguien como yo.

En el ejercicio de mi oficio, dudo de mis propias verdades, por eso suplico al lector, videoescucha o radioescucha, busque otras fuentes de información.

Cuando todos pensamos igual, es que no pensamos.

Las verdades absolutas matan, dudar da vida.

Hete aquí la triste y cándida historia de un reportero de deportes y el periodismo desalmado.

Ser periodista deportivo es un permanente nadar a contracorriente; labor aciaga. A veces infausta.

Somos seres humanos atípicos.

Es, nuestro oficio, apasionado infierno celestial.

Primero: trabajamos haciendo notas informativas, crónicas, entrevistas y reportajes con lo que se divierte una buena parte de la población: deportes.

Y por lo general, fines de semana.

Y que nos obliga a estar distantes de la familia --padres, madres, hermanos, esposa, hijos---.

Sobre todo, como enviados especiales dentro y fuera del país –un mes en promedio--.

A estas alturas, confieso, ya no sé si mis hijos son míos o del carnicero.

Ahora entiendo porque son carnívoros.

Segundo: míseros salarios.

Sobre todo, en prensa escrita.

En mi caso, desde 2013 he optado por regalar mi trabajo en redes sociales.

Quizá decir que vivo de milagro sea una chambonada, tal vez impostura.

Pero es la realidad.

Mi mejor pago tiene ocho letras: libertad.

Y regalo mi chamba porque sólo la solidaridad salvará a mi quebrantado país.

Oficio que involuntariamente definió Gabriel García Márquez en cuatro palabras:

’Se sufre como perro’.

Quizá mi compromiso gremial se remonta a hace más de cuatro décadas.

Fui una de las 36 víctimas de aquella deleznable frase histórica del entonces presidente José López Portillo que escupió a la revista Proceso:

No pago para que me peguen.

Y que propició que la revista entrara en una profunda crisis económica –por falta de la publicidad oficial-- y fuéramos, sin miramiento, echados a la calle.

Recién llegado al semanario, a principios de 1979, llevaba a la cobertura de los partidos a Julio Scherer Ibarra, hijo del director, a quien apasiona el futbol.

Un día me hizo un comentario que me heló:

’Dice mi papá que te ve madera de periodista y que te pases a información general’.

Agradecí de buena manera.

Pero rechacé.

No me arrepiento de haber tomado esa decisión.

Porque no estaría aquí, siendo una suerte de apasionado historiador de lo efímero.

Y si bien mi mejor experiencia profesional fue llegar a Proceso, fue mejor mi despido.

Aprendí a ver el periodismo con otra mirada.

Por eso me convertí en judío errante de los medios de comunicación.

Van tres quimeras hechas realidad para ilustrar mi mini-egoteca:

Desde 2013, un puñado de colegas, en una cantina del centro histórico de la ciudad de México, al calor de los tragos, chelas y botana –como debe ser— acariciamos, como a los pétalos de una rosa, la idea de crear el Salón del Periodista Deportivo.

En un principio se pretendía agregar una obtusa palabra: fama.

Externé mi oposición.

Argumenté, una y otra vez, que los periodistas no teníamos por qué ser famosos.

Salvo los colegas de la tele.

Famosos, los atletas.

Ellos sí.

Total, que, a regañadientes, se eliminó la palabra que me parece un sinsentido.

Desde aquel entonces, 2014, en un Encuentro Internacional de Periodistas en Sultepec, estado de México, sugerí a Juan Carlos Bernal, ya fallecido, pilar, pilar, impulsor incansable del Salón, que se creara el Premio Nacional de Periodismo Deportivo.

Y que, hace un par de años. también externé, en charlas con colegas del Salón del Periodista Deportivo.

Ahora está, gratamente, a punto de ver la luz, gracias a la gestión gremial.

Propuse, también, en aquél ayer, la publicación de un anecdotario de periodistas de deportes. Quien respaldó la idea fue el colega Norberto Gasque.

Libro que ya tiene nombre y apellido: Alas de Papel –donde no sólo hacemos periodismo deportivo, también deporte del periodismo--. Y que consta de 20 historias memorables en 234 páginas.

Diez años después, tres hechos que me placen y complacen hondamente. Y que, con los demás colegas del Salón, asumo la paternidad.

Salvo lo que diga el carnicero.

Que sea Ley, el Premio Nacional de Periodismo Deportivo, digo a los senadores, si bien un logro gremial, la más beneficiada resultará la sociedad.

Porque en mayor o menor medida se elevaría la calidad de nuestro trabajo.

Ya me sentí Cándido Erendiro, atenazado por el periodismo desalmado.

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Periodistas deportivos y el síndrome de Groucho Marx

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