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Marzo 05, 2020 11:45 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


La baja en la popularidad del Jefe del Ejecutivo favorece la democracia en México. El alto índice de aceptación de López Obrador simplemente se antojaba atentatorio contra un sistema democrático competitivo. Si baja aún más su popularidad, la señal es de salud política, pero no de una anticipada derrota electoral.

Sin embargo, no falta quien diga que esa aprobación seguirá bajando y se hará imparable hasta llegar a cero. Sin duda es una exageración. No era posible mantener una muy alta popularidad luego de más de un año de gobierno en las condiciones en las que los anteriores gobernantes dejaron el país en todos los rincones de la administración pública.

A pesar de esta situación la popularidad del Presidente de la República es un fenómeno social y político que han venido a estudiar especialistas de otros países. La duración de la popularidad, a pesar del desgaste al que obliga el poder, es un verdadero objeto de estudio que debe analizarse por propios y extraños.

Ante esa realidad, los mexicanos no ven la personalidad de su presidente como un singular caso en la historia, o de un líder que rebasa las expectativas de la política, la gran mayoría lo quieren o lo odian. No hay términos medios, lo cual también debe ser materia de estudio. Es un mandatario a quien los mexicanos no ven con frialdad, al contrario.

Esto obliga a ver su figura como el que gana o pierde, cuando en realidad no hay competencia a la vista. Ni electoral ni pugilística, como algunos quisieran. La baja en la popularidad, todavía muy alta del Presidente de la República, la interpretan algunos como la derrota sistemática en las urnas del partido del Presidente, cualquiera que éste sea.

Cada vez que baja la popularidad del Presidente de la República, es un paso a la equidad y un acercamiento al contrapeso político. Sin embargo, la caída en la popularidad del mandatario federal no tiene su correspondiente en el crecimiento de la popularidad de la oposición; es decir, ese capital político se va al limbo y es más probable que pueda regresar a inflar los números de López Obrador, antes que favorece a la oposición, sus líderes o sus partidos.

Así que el entusiasmo que muestran los opositores ante la baja de la popularidad del Presidente no es completa sino que debe imponerles una angustia terrible por no capitalizar lo que deja de favorecer al Jefe del Ejecutivo. La impotencia que seguramente impera en la oposición al verse impedidos de atraer el desencanto, debe ser parte de una estrategia política y social que todavía no inician a pesar de que debieron trabajar en ella desde hace 15 meses.

Este tipo de descuidos de la oposición es lo que tiene a esos partidos, a esos líderes y a esos segmentos de la población sin poder captar una inconformidad que viene y va, pero no logra llegar hasta las playas arenosas de una oposición que prefiere atacar desde tierra adentro porque en lo más bajito se ahoga.

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Popularidad a la baja

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