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Enero 05, 2014 08:30 hrs.

Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Política ›


Un poeta político peruano--español llamó a los gobiernos priistas la “dictadura perfecta”. Hoy a un joven el voto mayoritario del pueblo lo pone al frente del poder. Luego de una docena de años de penurias, regresa con ánimo de pretender revertirlos.

Lo primero como presidente fue de promesas y cambios a la Carta Magna. Habló, y habla, como si tuviera el don de saber de todo. Su rostro ocupa espacios todos los días. Logra convencer a la oposición de acompañarlo en su tarea. Qué bueno. No se han visto resultados prácticos y sí aumentos en el precio de consumos. No ha doblegado a corruptos, ni castigado a faltos de ética en su gabinete. Qué malo.

Ya se vislumbran cambios en su equipo, por lo evidente de que no son todos los que están ni están todos los que son. Lo invitan a inaugurar la ampliación a cuatro carriles del camino de Atlacomulco a Palmillas, pero nadie le advirtió que falta terminar cuatro kilómetros. Quien lo engañó: el gober su amigo o su secre de Obras. Notorio. Se ha visto y comprobado, que el Jefe del Ejecutivo tomó también el poder de su partido, el Tricolor y convoca, con éxito, a gobernadores de un lado u otro a someterse a sus designios.

El ejemplo claro, nítido, diáfano es la aprobación de los cambios, a educación, trabajo, hacienda, política, energéticos. Luego de que el Congreso los confirma abrumadoramente, las legislaturas estatales hacen lo mismo en un tiempo record, menor a cuatro horas; el que más tardó fue sobre energía.

Cómo se llama eso, preguntan los nietos: sumisión, respeto, fidelidad, disciplina, dependencia, rendimiento, al que hoy despacha en Los Pinos.

Cuánta razón le asiste aún a don Mario Vargas Llosa. Y más a quienes creemos y confiamos, pese a tropiezos aún, que la juventud, aunque tarden sus resultados, debe asumir la responsabilidad del país.

Ya basta de viejos prevaricadores y nostálgicos de la corrupción que tratan de convencer a quien manda en el país para que se permita la reelección de senadores y diputados. Gobernadores y alcaldes. Con ello obtendrían mantener para siempre a sus incondicionales al menos en el Poder Legislativo: treinta y dos senadores y doscientos diputados en el Congreso. Son los plurinominales y quienes manejan las sesiones.

Estos los designan los siete partidos políticos como gracia, sin voto alguno. El resto, 96 senadores y 300 diputados, serían reelegidos con el voto popular, si es que le caen bien a la gente. La Cámara Baja tiene 500 diputados. Y la Alta, 128 senadores. Sería el primer paso para la reelección del Ejecutivo…si lo deja hacienda.


carlosravelogalindo@yahoo.com.mx

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