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Mayo 06, 2019 22:31 hrs.

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Martes 7 De Mayo 2019

La Palabra de Dios

Primera lectura

Hch 7, 51–8, 1
En aquellos días, habló Esteban ante el sanedrín, diciendo: "Hombres de cabeza dura, cerrados de corazón y de oídos. Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo; ustedes son iguales a sus padres. ¿A qué profeta no persiguieron sus padres? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, al que ahora ustedes han traicionado y dado muerte. Recibieron la ley por medio de los ángeles y no la han observado".

Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: "Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios".

Entonces los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". Diciendo esto, se durmió en el Señor. Y Saulo estuvo de acuerdo en que mataran a Esteban.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 30, 3cd-4. 6ab y 7b y 8a. 17 y 21ab
R. (6a) En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
Sé tú, Señor, mi fortaleza y mi refugio,
la muralla que me salve.
Tú, que eres mi fortaleza y mi defensa,
por tu nombre, dirígeme y guíame.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
En tus manos encomiendo mi espíritu
y tú, mi Dios leal, me librarás.
En ti, Señor, deposito mi confianza
y tu misericordia llenará de alegría.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo
y sálvame, por tu misericordia;
cuídame, Señor, y escóndeme junto a ti,
lejos de las intrigas de los hombres.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 6, 35
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan de la vida, dice el Señor;
el que viene a mí no tendrá hambre.
R. Aleluya.

Evangelio
Jn 6, 30-35
En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: "¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo".

Jesús les respondió: "Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo".

Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les contestó: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed".
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús


Reflexión del Evangelio de hoy
Yo soy el pan de vida
Uno de los siete diáconos helenistas, llamado Esteban, pronuncia un discurso al judaísmo de la diáspora y lo confunde. Eso le lleva a la muerte, y se abre una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Se abre, pues, la ruptura entre cristianos y judíos. El cristianismo se irá separando cada vez más de su origen judío.

La historia del pueblo judío se ha caracterizado siempre por la oposición a los guías designados por Dios, así como por la idolatría de Israel en el desierto. Rechazó a su Dios y adoró de todo corazón a los ídolos.

Esteban pasa ahora a atacar directamente a los jefes de Israel, su renuncia a cumplir su verdadera vocación.

El discurso de Esteban comienza con el estilo de la retórica griega, pero se convierte en un tejido de textos del AT, cuyo agente principal es el Dios de la gloria; él lo verá cuando sea lapidado.

Invocará el nombre del Señor; y Lucas subraya la semejanza entre Esteban, en el momento de morir, y Jesús en su pasión.

La muerte de Esteban sirve para adelantar el relato de la difusión de la Palabra desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.

El Salmo recoge la confianza sólida del orante y lo expresa con imágenes inequívocas: su vida, su espíritu, los deposita en sus manos porque es un Dios leal que, como siempre, hace brillar su rostro sobre los que confían en Él.

Su misericordia es lugar y asilo seguro frente a todas las conjuras humanas.

Tener fe es más bien una obra
El día anterior la gente había presenciado un milagro; Jesús multiplica los cinco panes de cebada y los dos peces. Con tal sobreabundancia que, después de saciados, recogieron sobras llenando doce canastos.

Y desconcierta un poco que hoy —al día siguiente de la multiplicación de los panes— le digan ¿qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?

El maná era considerado el mayor milagro de cuantos realizó Moisés. Y ellos alegan a la Escritura: Pan del cielo les dio a comer. La cita de Juan no es traducción exacta de ningún pasaje del Antiguo Testamento, ni de Éxodo 16, 4, ni Éxodo 16,15, ni Salmo 78, 24, ni Sabiduría 16, 20.

Jesús les dice: No interpretéis él como referido a Moisés, ni leáis el pasado dio;en vez de esto, interpretad él como referido al Padre, y leed da.

Con la corrección de los tiempos Jesús indica que el Antiguo Testamento se cumple en su obra. El maná que dio Moisés no es el verdadero pan del cielo, sino la doctrina de Jesús.

El discurso del pan de vida se refiere a la revelación de Jesús, la fe es la respuesta esencial a esa revelación de Jesús. Jesús lleva a la multitud hacia un conocimiento más profundo que el nivel superficial y material del alimento.

Pero la respuesta se formula en términos de obras que se pueden realizar. Jesús, por su parte, insiste en la fe.

Conseguir la vida eterna no es cuestión de obras, como si la fe no importara nada; pero tampoco es cuestión de fe sin obras.

Tener fe es más bien una obra. Es ciertamente la más importante de todas las obras de Dios. No es una obra que realiza el hombre únicamente, sino más bien la sumisión a la obra de Dios realizada en Jesús. La mención de la fe hace que la multitud adopte una postura poco amistosa y que ponga en tela de juicio las pretensiones de Jesús.

Jesús asegura a la multitud que sus esperanzas mesiánicas ya se han cumplido. Que el verdadero pan del cielo es su enseñanza, pero la gente no llega a entender en absoluto el simbolismo y se queda en una idea completamente material del pan.

Jesús, partiendo de esta interpretación equivocada, inicia el gran discurso del pan de vida que leeremos en días sucesivos.

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’Señor, danos siempre de este pan’

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