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Febrero 25, 2015 01:57 hrs.

Araceli Ordoñez Cordero › diarioalmomento.com

Cultura ›


Sobre las olas ausentes canta un desasosiego, una mañana sin guarida, una guarida en la negra y enlodada profundidad del pecado…
Eran las seis de la tarde; el sol resguardaba su fuego en esos cuerpos que se enroscaban a placer del viento, una minúscula pijama de niebla cubrió la superficie cual cigarrillo se evaporaba marcando su territorio. Un susurro de infantes, unas parvadas de moscos sedientos…
El tridente rosó la orilla de la balsa, las orquídeas ofrecieron su cerviz, entre trinar de copas la garza se vistió de lentejuela, la media luna tomó del brazo a su otra mitad, mientras el atisbo de un iris callaba detrás del matorral. Esas cunas cargando ideas; que dormitan entre la nota y el silencio, entre los espejos de rodillas que recapitulan los carros donde te has montado alguna vez, Un vaivén acompasado de golpes en el pecho, el mástil en manos inexpertas, no puedes perder la ruta, no debe vencer el clima. La impaciencia se posesiona en los egos, llevaremos al hilo las horas.
El vaho de los muertos comienza a llamarnos, las atiborradas bocas sedientas plasman maldiciones en sus labios, un golpe en el extremo derecho, una piedra en cada error, pronto la luna se unifica, las sombras vegetan en la piel de aquella vaca ahogada, esa cruz a la izquierda nos recuerda una mancha en las sabanas de ayer; se perdió, entre el cántaro de verdolagas, se tiño de olvido, sólo quedan las risa pretéritas, el llanto desgarrado de un consuelo sin sueños, no más bebida, no más droga…
El cuervo, ha dicho…



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Seré rem-era atemporal

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