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Noviembre 12, 2014 15:09 hrs.

Salvador Flores Llamas/almomento.mx › todotexcoco.com

Política ›


Sin duda que cada presidente mexicano se ha distinguido por su talante, rasgo distintivo o forma de actuar; diría D. Daniel Cosío Villegas “su estilo personal de gobernar”.

En los 50’s del siglo pasado, Miguel Alemán impulsó la industrialización, abandonó el campo, creció la migración a las ciudades, se enriqueció en exceso y favoreció a sus amigos.

Ruiz Cortines marcó contraste con él: fue parco en el manejo del erario y un político zorro que confió mucho en los hombres maduros, y jugó con sus posibles sucesores hasta nombrar al “pollo” (así decía a sus predilectos) Adolfo (el joven) López Mateos.

Este, de sonrisa afable, personalidad atrayente, brazos abiertos y saludo peculiar, abrió nuevas rutas a la política exterior con numerosos visitas a países y recepciones a personajes, como John F. Kennedy y Charles de Gaulle, y se robó la simpatía popular.

Haber ganado la sede de los Juegos de la XIX Olimpíada proyectó la imagen de México en el mundo.

Gustavo Díaz Ordaz, de gran ingenio, gustaba hacer chistes a costa de su fealdad, manejó con tacto el dinero público, impulsó la infraestructura y la economía con un buen gobierno que, por desgracia, sufrió el peso de la masacre estudiantil del 2 de octubre, provocada por políticos ambiciosos y países extranjeros interesados en sabotear la Olimpíada.}

El autoritario Luis Echeverría frenó a los estudiantes con la sangre del 10 de junio de 1971 y desató la demagogia del hacer sin ton ni son con sesiones de trabajo y peroratas largas, sin resolver nada, y con su caprichoso manejo de las finanzas públicas desató en una macro-devaluación sin precedente.

López Portillo, el presidente más culto que ha tenido este país, su reforma política, propuesta por el secretario de Gobernación Reyes Heroles, sentó bases de nuestro avance democrático, se sacudió el control a que quiso someterlo Echeverría, pero su frivolidad e impreparación para gobernar dieron al traste con su gestión.

De la Madrid habría pasado sin pena ni gloria, mas el ejercicio financiero equivocado llevó a devaluación, inflación y crisis económica, acentuadas por el terremoto de septiembre de 1985.
Imponer a Salinas de Gortari de candidato a sucederlo provocó la oposición de Cuauhtémoc Cárdenas, que posiblemente lo derrotó, pero se entregó al negociar el registro del PRD, que le sirvió para ser dos veces más candidato presidencial y ganar mucho espacio político para la izquierda.

Salinas modernizó al país con reformas legales atrevidas, y la economía con el TLC. Para intentar justificar su tentación de reelegirse, prohijó el Ejército Zapatista; dividió a México al permitir a Camacho Solís sabotear la candidatura presidencial de Colosio, hasta ser asesinado éste.

Fue el sexenio de los grandes asesinatos: cardenal Posadas, Colosio y Ruiz Massieu, que siguen impunes, y de la expansión del narcotráfico.

A Ernesto Zedillo le cayó la presidencia sin esperarla, inició con devaluación y crisis heredadas, rompió con Salinas, capturó a su hermano Raúl por el crimen de Ruiz Massieu. Por rencor afectó a varios políticos (Ortiz Arana, Gutiérrez Barrios) y al reconocer el triunfo electoral del “panista” Vicente Fox abrió nuevo capítulo democrático para México.

Fox decepcionó las esperanzas que sembró y al partido que lo postuló, no tuvo tamaños para gobernar, se dejó llevar por la ambición de su “pareja presidencial”, Marta Sahagún, que capitalizó el puesto para ella y sus hijos y terminó apestado por el PAN, al que luego traicionó para congraciarse con el priísta que recuperó Los Pinos y no perder el subsidio del Centro Fox.

Se esperó mucho de Felipe Calderón por ser panista de cepa, pero cayó en yerros, cobro de cuentas a copartidarios y se le achacaron miles de muertes cometidas por las mafias; no refutó adecuadamente la intriga del Peje de que lo derrotó en las urnas.
No supo, pues, cacarear el huevo de sus logros, como la economía sólida que dejó, pese a la aguda crisis económica internacional de 2009, ni aclarar el “michoacanazo”, que Leonel Godoy se lo endilgó como fracaso, porque le desnudó su narco-gobierno.

Con el trato inadecuado a su partido, al jefaturarlo de hecho, lo fraccionó y llevó a devolver el poder al “odiado” PRI; sin que falten malas lenguas que le atribuyan haber pactado con su sucesor para asegurar su futuro.

Total, la esperada transición democrática fracasó y precipitó la alternancia en el poder.

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Talantes presidenciales

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