1
Enero 23, 2023 22:40 hrs.
Raúl De La Rosa › diarioalmomento.com
Política Estados › México Ciudad de México
Luego entonces, si nuestro estilo de vida es absolutamente incompatible con la Madre Naturaleza, a grado tal de que nuestro antropocentrismo nos lleva a desarrollar nuestro sentido patrimonialista de la Madre Tierra, y ello combinado con que vivimos en la era de menor conciencia sobre lo qué es la vida y nuestra función en ella, ¿cuál sería nuestro esfuerzo para compatibilIar nuevamente nuestra función biológica con la Madre Tierra?
Bueno, es obvio y sencillo a la vez, pero esa obviedad y sencillez siempre van acompañadas de su antítesis: el antropocentrismo que tiene su expresión cumbre en nuestro consumo irracional, hedonista y absolutamente depredador, ecocida. Es decir, nuestro estilo de vida.
Dentro de ese estilo de vida está nuestra eterna proclibidad a la explotación del ser humano por el propio ser humano, que desarrolla nuestra bipolaridad, hoy llamada "izquierda y derecha". Y allí, todo se atasca, se diluye, tergiversa o pervierte. Pues a todo le asignamos un valor económico y un valor político, y sobre esos dos, vienen los demás valores en el orden qué cada grupo humano desee darse a sí mismo. Ello significa que no es posible mantener un análisis, diagnóstico y programación de resolución, racional y objetivo sobre la función biológica del ser humano en la Madre Tierra. Y de allí que aunque desarrollemos ciencia y tecnologías para enmendar nuestros excesos depredatorios y ecocidios. Y no podemos referirnos solo a una degradación ambiental o deterioro ambiental, que podemos explicarlo como el deterioro del medio ambiente a través del agotamiento de los Recursos Naturales No Renovables (RNNR) como el aire, el agua y el suelo; la destrucción de los ecosistemas; la destrucción del hábitat; la extinción de la vida silvestre; y la contaminación de todos o al menos uno de los mencionados. Por lo que podemos definirlo como cualquier cambio o perturbación del medio ambiente que se perciba como perjudicial o indeseable. Y para ello ya hemos desarrollado diversos instrumentos de dimensionamiento del problema y de posibles resarcimientos o reversibilidad. Utilizando la ciencia y las tecnologías lo podemos expresar a manera de ecuación:
I=PAT
Donde el Impacto Ambiental (I) o degradación es causado por la combinación de una población humana (P) ya de por sí muy grande y creciente, un crecimiento económico o una riqueza per cápita en continuo aumento (A), y la aplicación de tecnología *que agota y contamina los recursos* (T). PERO DESGASTE NO ES LO MISMO QUE DEVASTACIÓN.
Debemos entender como devastación ambiental a una crisis multidimensional y convergente de los metabolismos bio-geofísico-químicos del planeta, cuya lógica, estructura y dinámica metabólica han sido puestos en crisis por la forma neoliberal del desarrollo histórico del capital. Y no es un asunto donde se tenga que llevar, al menos no se debería llevar, a un debate ideológico o político partidario, ni siquiera al terreno del crecimiento económico como base única de la riqueza, y a su vez ésta, la riqueza, como base del bienestar social, si no a un asunto de la función biológica de todo ser viviente en la Madre Tierra. Así dejaríamos de usar la tecnología que destruye, que devasta, para usar la tecnología que resarse, que revierte. ¿Y por qué es importante éste tema, asunto? Pues porque en la postura qué asumamos al respecto como humanidad, depende precisamente nuestra subsistencia como especie, en el menor de los casos. Y cada vez es más alarmante, destructivo y devastador nuestro estilo de vida.
En la segunda década del siglo XXI, hay dos afirmaciones irrefutables, innegables e inocultables:
a) La crisis del sistema neoliberal como política económica que rige la acumulación del capital global y marca al crecimiento económico como métrica de vida; y,
b) La creciente devastación ambiental de dimensiones planetarias y ya apocalípticas en zonas específicas, y de tal magnitud que ya impactan sobre la diversidad de los ecosistemas en toda la Madre Tierra, climas y recursos naturales que otrora conformaban la riqueza bio-geofísico-química de la humanidad y de los territorios. Quienes atropocéntricamente se llaman a sí mismos neoliberales, inmediatamente aseverarían que en no existe una relación inmediata entre el neoliberalismo y la devastación ambiental contemporánea, porque se debe de observar que ésta última es resultado directo e inmediato del establecimiento del ser humano como criatura civilizada, cosa que es cierta, pero es innegable que en los últimos 240 años henos devastado y contaminado el planeta de tal magnitud, que sólo sumando la totalidad de éstas devastaciones y contaminaciones desde que el ser humano nace como especie y hasta mediados del siglo XVIII, y multiplicando la sumatoria por una potencia de base 10, elevada a la 100,000 es como podríamos entender el daño que la política de acumulación de capital, así como del predominio de un tipo particular de tecnología aplicada al capitalismo (que sin duda alguna es de talante nocivo y destructivo), le ha hecho a la Madre Tierra en los últimos 240 años. Es decir, las sociedades humanas contemporánea tienen ante sus ojos una devastación ambiental específicamente, que no exclusivamente, neoliberal.
Así pues, el daño es global, multifactorial y de un estilo de vida. Pero si la devastación ambiental es una _conditio sine qua non_ para que el modo de producción capitalista pueda existir, qué hacer. Porque no tenemos mucho tiempo y los cambios graduales a nuestro estilo de vida son muy, muy, muy lentos. La respuesta está en nuestras manos, sí, está en la tecnología. En la herramienta llamada Evaluación del Impacto Ambiental (EIA), perooooo, no queremos usarla.
VER NOTA COMPLETA