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Junio 06, 2016 00:43 hrs.

Jorge Bermejo › diarioalmomento.com

Deportes ›


El deporte, como actividad en su poliformismo concreto y como impacto social en las múltiples repercusiones que su actividad comporta, se ha convertido, sin lugar a dudas, en el fenómeno más trascendente y espectacular de la época en que nos ha tocado vivir.
El lugar ocupado por los deportes en todos los medios informativos, impresos y electrónicos, así como deportes de participación popular, como el deporte espectáculo, ofrecen al hombre más atractivos espirituales que todas las religiones del mundo juntas. El deporte es, ante todo, cultura. Los Juegos Olímpicos convocaban cada cuatro años en Olimpia lo más granado de la raza, para enfrentarse, pacífica y ardorosamente en la gran confrontación rituaria y litúrgica de las competencias atléticas. Esos juegos se acabaron por exceso de drogas y trampas, e inclusión de políticas gubernamentales de la época.
El Barón Pierre de Coubertin. les volvió a dar vida a dichos juegos en 1896, pero antes tuvo que formar comités olímpicos nacionales en cada nación, principalmente para que fuera dicho comité el que diera el aval de amateurs a todos los atletas inscritos.
Los profesionales del deporte no tenían cabida en Juegos Olímpicos. Al norteamericano Jim Thorpe le quitaron su medalla de oro, porque investigaron que le pagaron el pasaje en camión para ir a lanzar un juego de beisbol a un pueblo distante del suyo. Así eran de estrictos en ese renglón.
Es lamentable ver como el olimpismo que, en sus orígenes hizo del deporte un santuario, en la actualidad es lo que más ha deteriorado lo que verdaderamente debe ser el deporte, debido a todo lo que lo rodea en la época moderna.
El descubrimiento del deporte como valioso instrumento de sonora propaganda política o generoso caudal lúdico, se aparece o manifiesta como una esforzada dimensión de quehacer laboral serio y deshumanizado.
El poderoso atractivo que el deporte ofrece a la sociedad, radica fundamentalmente en el fresco humanismo regenerador que su práctica presupone. Pero el componente de ese deporte, merced a los clamorosos reclamos publicitarios, se suele centrar en las figuras de grandes campeones que, generalmente, por desgracia en la actualidad no se generan merced al progresivo y equilibrado desarrollo del individuo en su integridad, sino por el procedimiento de incubación gracias a la ayuda de complicadas colaboraciones tecnológicas, científicas y químicas.
Se ha llegado a la artificiosa creación del campeón. Hoy se montan fábricas de superhombres que ante una norma de sano humanismo, se acercan mas a infrahombres.
Ha llegado la antropofagia, no importa el individuo, éste no es mas que una pieza al servicio de la máquina estatal. ¿qué será del futuro del tal campeón, de la vejez prematura der estos éstos jóvenes super ejercitados? Es una pregunta banal. No interesa el mañana de cada individuo, sino el triunfo campeonil de hoy.
Las cifras fabulosas que se barajan en una victoria o derrota en la competencia, han convertido a algunas manifestaciones deportivas en actos de trascendencia casi vital. El señuelo monetario evidentemente alcanza, capta y condiciona al atleta, el que en su mente no puede concebir otro desenlace que no sea la victoria, y es que la excesiva comercialización del deporte, que hoy día afecta en especial al de la más alta calidad, conlleva, junto al factor positivo de entrega de medios para el desarrollo de la práctica deportiva, el negativo, de la ’admisión de mercaderes en el templo’, al permitir la injerencia de personas o entidades sin vinculación alguna con el deporte, tomar protagonismo y explotar las manifestaciones deportivas para su propio interés y con fines exclusivamente privados, y cabe incluir el cúmulo de ciencias auxiliares que se aplican al deporte para obtener el máximo rendimiento del competidor activo. A la, en otros tiempos aislada medicina aplicada en su individualidad con funciones meramente curativas, se han agregado en la actualidad toda una variada gama de ciencias complementarias de aquella: psicología, dietética, fisiología, pedagogía, etc. Que con persistente insistencia afinan al máximo las aptitudes psico-físicas del competidor en busca de los récords, tornándose ulteriormente indiferentes en la post vida de aquel.
Pero el último extremo de esta deformante transformación que el deporte padece en algunas de sus últimas notas descollantes, y en donde el factor humanístico para el baremo negativo de lo anti humano, es cuando para la obtención de espectaculares logros se acude a la manipulación hormonal o química del atleta en un cuadro en el que, en la mayor parte de las veces, no es este el único culpable, hay muchos mas atrás de él.
El uso masivo de anfetaminas y analgésicos ha de provocar efectos devastadores en los deportistas consumidores, pero para los gobiernos, como para los comerciantes, el deportista se ha convertido en un bien de consumo, como cualquier otro y una vez inservible se tira y se sustituye.
El olimpismo era HUMANISMO, pero eso ya se acabó. Los Juegos Olímpicos los manejaban personas amantes del deporte, de corazón puro, en la actualidad los manejan los grandes patrocinadores, los que abrieron los Juegos a los deportistas profesionales, los que dicen a quien si y a quien no le deben salir positivos en los análisis. Se acabó el espíritu olímpico y se acabaron los Juegos Olímpicos, ahora son simplemente son un SHOW DEPORTIVO PROFESIONAL.

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Un show profesional

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