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Enero 08, 2014 12:55 hrs.

Marcos Barraza Urquidi › diarioalmomento.com

Cultura ›


Aunque el comunismo es tan viejo como el hombre, sería hasta 1848, cuando por encargo de La Liga de los Comunistas, Engel y Marx redactaran “El Manifiesto Comunista”, la nueva corriente sedujo a mentes brillantes y almas piadosas, así como a gente ambiciosa y perversa.

La dictadura del proletariado tomó fuerza, principalmente porque había botín de por medio, la riqueza de la sociedad.

La ideología comunista se propagó por todo el mundo y tomó diferentes vertientes, en algunas moderada y en otras radicales. En el mismo Estados Unidos generó el Partido Socialista en 1873, que tendría su máximo esplendor en 1912 cuando obtuvo el 6% de la votación. Un ala de este partido formaría en 1919 el Partido Comunista de los Trabajadores, ese mismo año ayudarían a sus vecinos mexicanos a formar el Partido Comunista Mexicano.

Los masones, que desde el siglo XVIII habían resultado muy eficaces para tumbar gobiernos, no lo eran tanto en gobernar, pero estaban en todos los partidos.

Venustiano Carranza era un fanático masón y adorador de Benito Juárez. Estaba en desacuerdo con Porfirio Díaz, quien había parado el ataque frontal que Lerdo de Tejada hiciera sobre los católicos, asesinando a sus ministros y confiscando sus bienes.

Porfirio Díaz fue de esos escasos generales en la historia que son buenos en tiempos de guerra y excelentes gobernantes en tiempos de paz, había logrado pacificar el país y desarrollar como nunca su economía, las artes y las ciencias.

Había suspendido la aplicación de las Leyes de Reforma, recordaba cómo los religionarios habían vencido a las tropas de Lerdo de Tejada comandados por el General Escobedo y cómo le habían ayudado a subir al poder; por otro lado conciliaba con los masones y los halagaba construyendo monumentos y bustos de Benito Juárez en todo el país.

Venustiano Carranza se había distanciado de Díaz ya que éste no lo apoyó para ser gobernador de Coahuila y apoyó a Madero, quien lo nombró jefe revolucionario de los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, donde logró prácticamente nada, pero se aprontó en Juárez para pedir el Ministerio de Guerra que le fue otorgado con el enojo de Orozco.

Carranza no está de acuerdo en que le perdonen la vida a Díaz, ponga un interinato y se convoque a elecciones, por lo que se regresa a Coahuila donde se lanza de candidato a gobernador triunfando en las elecciones.

Carranza consideraba que Madero había cometido los mismos errores que Comonfort al haber sido débil y humanitario con sus adversarios, por lo que él decidió ser el nuevo Juárez, apoyado de sus hermanos masones americanos redactaron una constitución comunista que eliminaba el nombre de Dios en su contenido, tomaba el control absoluto de los bienes de la nación, la educación y la religión.

Pocos días después de la imposición de Huerta por los republicanos, éstos perdieron las elecciones y el demócrata Wilson le exigió la renuncia para poner a alguien de su confianza.

Huerta encontró apoyo en casi todos los gobernadores, excepto Carranza, en los grupos de poder europeos y en los republicanos, por lo que se negó a renunciar y Carranza con apoyo de los demócratas se lanzó a conquistar el poder.

Ante la muerte de Abraham González y el apoyo de Orozco a Huerta, Francisco Villa exigió para sí el mando de la División del Norte, los demás jefes se opusieron a estar bajo las órdenes de un bandolero, pero optaron por aceptarlo ante la división que se venía.

Si el grito de ¡Viva Madero! le había reportado grandes utilidades en los saqueos, el grito de ¡Viva Carranza! le traería enormes utilidades en los robos que acostumbraba, fueron de tal envergadura que en el sur de Chihuahua, “Carrancear” se convirtió en sinónimo de robar.

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Villa y Carranza

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