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Agosto 06, 2019 10:49 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


Si Donald Trump no fuera presidente de Estados Unidos, difícilmente hubiera ocurrido la matanza de El Paso. El discurso agresivo que le caracteriza al hijo de inmigrantes -irlandesa y alemán- desde su campaña es el puente ideal para concretar lo que en la palabra se vuelve propuesta.

Para nadie es un secreto que el discurso agresivo de los mandatarios, cualquiera que sea su nivel, arroja víctimas concretas y las declaraciones de odio de Trump ahora tienen una consecuencia que asegura desconocer.

Trump no se caracteriza por asumir su responsabilidad, sin embargo, en todo el mundo se le responsabiliza de la matanza de El Paso, donde murieron mexicanos, quienes eran precisamente el objetivo del agresor.

Esto no quiere decir que vaya a perder la reelección Trump, posiblemente la gane, pero tendrá en sus votos a favor un diagnóstico muy claro de quiénes lo apoyan, y sobre todo, quienes se han contagiado de esa rabia xenofóbica que se ha dedicado a fortalecer entre los estadounidenses.

Es decir, que este hecho es el parteaguas de su campaña de proselitismo en busca del voto; sin embargo, es también un lamentable termómetro para saber en realidad si el pueblo estadounidense es aquel que los mexicanos soñamos: una sociedad hermana, amiga, que comprende y tolera la migración.

Los estadounidenses ya demostraron que tienen poca solidaridad con los inmigrantes, de otra manera hubiera perdido las elecciones hace cuatro años. Los medios nunca engañaron a los habitantes del vecino país del norte respecto a sus proyectos. La política agresiva, bélica, racista de Trump nunca fue un secreto.

Los vecinos sabían lo que podría suceder si votaban por Trump y votaron a su favor. Ahora, saben de lo que es capaz y no faltará quién apoye el homicidio de los mexicanos en El Paso. Observamos una sociedad enferma que cuenta con todas las facilidades para comprar armas como si adquiriera cualquier otra mercancía.

Si los vecinos están convencidos que debe haber un muro, que debe detenerse el flujo de gente hacia su territorio, que deben rechazarse a como dé lugar a los migrantes no tenemos una frontera sino un frente de guerra.

Lo sucedido en El Paso, es la obra macabra de un líder que defiende el nacionalismo ramplón, enarbola la raza superior a ultranza, que cierra frontera, que termina de darle la puntilla a la globalización que sus antecesores impulsaron, un émulo de Hitler, que, a pesar de todo, sus seguidores crecen.

Desde luego, miembro de una derecha radicalizada que considera justicia lo que en realidad no es más que una fantasía. Sabemos que todas las derechas se parecen, a veces unas más que otras y otras, menos. Pero tienen el mismo origen.

El aviso de un derechista, está dado. Culpa a los enfermos mentales que pueden llegar a matar sin espejo frente a él, culpa a los videojuegos, practica una retórica de manicomio y juega a la guerra. Se anuncia lo que puede venir si se reelige, o lo reeligen los convencidos de que habrá que detener la migración a toda costa. Trump no cobra el calificativo de loco con la matanza de El Paso, siempre lo ha sido, sólo que ahora hay motivo de esa añeja locura que lamentar profundamente en México.

Con esto podrá aplazar la construcción del murto para después de las elecciones, pero no podrá limpiarse la sangre de sus manos.

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